jueves, 20 de septiembre de 2012

El mariachi cruzando fronteras: inventando la tradición, recreando la identidad


III Jornadas de Identidad Latinoamericana
Facultad de Filosofía y Letras
Colegio de Estudios Latinoamericanos
Ángel Ruiz Tovar (DyGI)

El mariachi cruzando fronteras:
inventando la tradición, recreando la identidad

No importa donde te encuentras, cuando escuchas el son de la negra, ese es el segundo himno nacional de México.[1].




Introducción
Las costumbres y las tradiciones son conceptos que forman parte tanto de nuestro hablar cotidiano como de elucubraciones teóricas con respecto a las interacciones que ocurren en una sociedad multicultural, siendo lugares concurridos al intentar expresar lo que se es, se está siendo y lo que se quiere llegar a ser.

Atravesados como estamos por la dinámica global, eso que nos significa no puede ser estático, sino estar en constante adaptación al medio donde nos desenvolvemos; así uno y otro nos vamos conformando, creándonos y refutándonos, tomando elementos de distintos lugares a fin de llevar a cabo dicha relación.
El arte en general, y la música en particular como expresión cultural, social y afectiva, es un criterio que vale la pena tomar en cuenta cuando nos planteamos la pregunta de quiénes somos nosotros, seres diferentes de los otros. El presente trabajo intenta responder a esta inquietud mediante una manifestación específica: el mariachi. Para ello articularé el presente en dos partes: la primera intentando bosquejar a la tradición del mariachi como símbolo de la identidad nacional, y la segunda atendiendo a lo ocurrido en la extrapolación de la misma, refiriéndome particularmente en el contexto de los mexicoamericanos en Estados Unidos (con atención especial en Los Ángeles, California) como marco de referencia teórico.


1. ¿Cuál es la relación que existe entre la tradición y la identidad nacional?

Habría que ponerse en primera instancia a cuestionarnos el cómo la tradición influye en el fenómeno identitario, pues ¿es la tradición una ritualización de lo que le da significado a los sujetos[2]?

La respuesta no es tan sencilla ni tajante, y cabría hacer la aclaración de que ni la tradición, ni los sujetos, ni la identidad, son estoicos y/o receptores. Estoicos en el sentido de inamovibles e invariables, y de que una vez construidos, están destinados a permanecer de esa manera. Receptores en el sentido de que están vacíos de significación intrínseca, a la espera de ser llenados por algún agente externo. Para la dinámica de la construcción de las identidades, lo relevante es que cada sujeto va dotando de significado tradiciones distintas a medida de que estas mismas son asumidas como identificaciones en constante devenir. Desglosando la pregunta inicial, ¿es la tradición una ritualización? Sí, una ritualización en torno a una costumbre, siguiendo a Hobsbawm, es la parafernalia montada en torno a la costumbre[3]; ¿se ritualiza aquella costumbre que le significa al sujeto? De ser así, ¿qué le significa al sujeto?, ¿y desde dónde es enunciada esta ritualización y cómo es asumida?

A fin de esclarecer un poco el panorama, y de enunciar el marco teórico dentro del cual me moveré en esta sección, vale tomar en cuenta el concepto de Hobsbawm de “tradición inventada”, que “implica un grupo de prácticas normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado”[4]. Con este preámbulo sería más fácil, interesante y entretenido responder a las preguntas previamente planteadas, pero no lo haré metódicamente, sino que tomando este concepto intentaré mostrar las implicaciones de tomar al mariachi no sólo como tradición musical, sino como una tradición inventada para la construcción del Estado mexicano, sobre todo en la primera mitad del siglo XX.

¿Qué es el mariachi?
Wikipedia –a quien no tomaremos como fuente fidedigna, sino como la vía habitual de acceso “sencillo” a la información-, nos muestra al mariachi como “símbolo de la cultura mexicana”[5]. Diversos sitios web marcan esta tendencia hacia el vínculo simbólico “México-mariachi” (de las 4, 200,000 entradas aproximadas en el buscador, las primeras páginas se refieren a este tipo de temáticas, así como a contrataciones y demás propaganda comercial). El tipo de información que se maneja a nivel institucional, sobre todo de musicología clásica, pone al mariachi como un género “campirano” y provincial, omitiéndolo en estudios más críticos (musical y sociológicamente hablando). Pareciera que como dice Jáuregui: “El tema del mariachi […] ha llegado a ser como la tortilla de maíz […]: un elemento cuyo sabor en las fiestas se da por entendido y no se considera pertinente mencionarlo en el menú”[6]. Pero si buscamos en otro tipo de fuentes –como en el libro de Jáuregui antes citado– encontraremos un debate bastante interesante.  Si escarbamos un poco en cuestiones etnohistóricas y etnomusicológicas acerca del mariachi se pone en tela de juicio el conocimiento coloquial que tenemos acerca del mismo. Y aunque seguimos sin responder a qué es el mariachi, yendo por este camino tal vez podremos echar luces al respecto.

La palabra mariachi dependiendo de la cronología y del contexto en que se explicite, remite tanto a una agrupación, a un estilo o a un fenómeno musical. En un principio se refiere a un conjunto cordófono, con un estilo musical vernáculo impregnado de toda una significación y simbolización social y cultural[7]; más regionalista que localista, que podemos ubicar en nuclearmente  en Michoacán, Colima, Jalisco, Colima y Nayarit; y extensivamente desde la  costa oaxaqueña del Pacífico y parte del Bajío, pasando por Sonora, hasta incluso en la Alta California[8].   Curiosamente, dichas características (observadas prácticamente) difieren un tanto de lo que uno encuentra en la Plaza de Garibaldi. El hecho de que en la actualidad se haya cambiado el modo de la ejecución, el ámbito de injerencia, la indumentaria, y los referentes sociales del mariachi, no es un cambio que se pueda pasar por alto de manera tan fácil.

¿Dónde, pues, surgió dicho cambio y a qué intereses perseguía?
La mayoría de las fuentes encontradas[9] apuntan a un hecho en común: la modernización del mariachi a su llegada a las calles de la Ciudad de México, así como su origen en una corriente musical mestiza, que por cierto, sigue ejecutándose en la actualidad. El vacío informativo con respecto de este cambio sustancial en la música del mariachi (que aunque Jáuregui vino a remediar documentalmente, aún falta bastante por hacer en cuestión de difusión y educación), puede entenderse mejor –como bien nos dice Stanford Thomas[10]–   en el marco del México posrevolucionario y del nacionalismo impulsado por José Vasconcelos. Y no suena nada descabellado. Pensemos un poco en el entorno: un país golpeado por violencia constante a lo largo de más de veinte años, gran división de las fuerzas militares donde se ejerce el poder por medio de las diversas fuerzas armadas, el campo mexicano en crisis debido a la participación activa del campesinado en la guerra civil; en fin, un proyecto que cohesionara los intereses de la población a fin de tener un lugar por donde caminar, sería lo más pertinente.
Con ello se constata la aceptación del mariachi como la música ideal campirana y provinciana, “de pueblo”: portadora de la voz de gente que ya no encuentra identificación con un Estado que se tambalea al intentar erigirse como un representante de “todos”. No es casualidad que el Mariachi Coculense de Cirilo Marmolejo fuera apadrinado por Abelardo L. Rodríguez, ni que hubiera acompañado a Lázaro Cárdenas en su gira de propaganda previa a su periodo presidencial[11].
Había entonces que construir el Estado sobre la Historia. Se necesitaban nuevas tradiciones para “unir a la nación”: habría que, apelando a la costumbre de lo campirano, remitir ésta a un pasado glorioso prehispánico conjunto al saber occidental y civilizatorio, a la gran nación mexicana exaltando el mestizaje por medio de una reminiscencia a lo que se avocaría por destruir a partir de entonces: la vida campesina. Si a esto le aunamos el cambio de vestimenta al traje de charro y la implementación de las trompetas para darle realce al conjunto, tenemos la imagen prototípica musical mexicana: el símbolo intrínseco de lo mexicano.



2. ¿Cómo configura entonces la tradición del mariachi a identidades de frontera como la mexicoamericana?

Tal vez el afirmar desde un principio la existencia de una identidad híbrida, producto del transnacionalismo –el estar aquí y allá al mismo tiempo–, sería demasiado arriesgado e insuficiente teóricamente para entender al mexicano que migra a Estados Unidos[12]. Pero es innegable que el fenómeno identitario generado en las comunidades latinas de nuestro vecino país del norte merece una especial atención, y es en donde se centrará esta segunda parte del trabajo.

Sería absurdo afirmar que el migrante mexicano conforma una comunidad homogénea; sobre todo ante el creciente flujo migratorio proveniente de toda Latinoamérica desde la década de los 80’s, el mexicano se muestra tan sólo como uno más (aunque todavía el más numeroso) de los grupos latinos insertados en la dinámica cultural de uno de los países más contrastantes del mundo. De hecho, ni siquiera entre las distintas generaciones de migrantes existe tal homogeneidad[13].
Siguiendo el artículo de Néstor Rodríguez anteriormente citado, podemos observar que el fenómeno que analizamos tiene una larga y golpeada historia: desde el racismo operado contra “los que se quedaron allá” al firmarse los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, los obreros que cruzaron a causa del Programa Bracero en el marco de las Guerras Mundiales, hasta el creciente flujo migratorio causado por el viraje de la mirada del Estado mexicano hacia la dinámica global en detrimento de la dinámica interior[14], podemos observar diferentes fenómenos que actúan de manera muy diversa en la articulación de la estructura social de una comunidad dentro de otras. Por lo mismo pudiera pensarse que para nada tienen similitud los procesos que vive la primera, segunda o tercera generación de migrantes: mientras los primeros viven las mayores dificultades al dejar el país de origen e intentar insertarse en el de destino (con todo lo que eso conlleva), pudiera pensarse que son ellos los que más añoran el regreso, los que miran con nostalgia lo dejado atrás en aras de un futuro más prometedor. No busco atacar esta problemática en el ámbito político, ni esclarecerla cognitivamente, sino que dentro de este contexto, analizar cómo una tradición inventada como el mariachi puede tener una significación de bastante relevancia para la identidad.

Como apuntaba más arriba, los migrantes de primera generación son los que viven el traslado y el conflicto identitario de una manera más evidente y más traumática, pues son los que dejan el hogar para aventurarse hacia un lugar desconocido. Los símbolos que expresan las tradiciones propias del país de origen, como en este caso el mariachi, son una imagen recurrida para no perder lo propio de él; se recurre a la memoria para no olvidar, pues si se olvida se deja de ser. No es extraño entonces encontrar en el Este de Los Ángeles a la Plaza del Sol (el Garibaldi chicano). Pero insisto, esto no es algo por lo que habría que sorprenderse, sino sería algo de esperarse. Lo interesante es ver qué sucede con las segundas y terceras generaciones.

Ahora bien, si hacemos caso a la categorización por generaciones hecha por Néstor Rodríguez, y a la macrorregionalidad del mariachi enunciada por Jáuregui, encontraremos que en realidad mucho del territorio reapropiado y resignificado por los mexicoamericanos con ayuda de símbolos identitarios como el mariachi, era en realidad una zona mariachera tradicional. Podemos abordar entonces la problemática desde dos frentes (por el momento): indagar sobre la memoria y sobre un posible vínculo de costumbre común (y en los conflictos entre una forma tradicional de música con su símil moderno), o analizar lo que ocurre generacionalmente en un contexto de flujos culturales cada vez más globales. Aunque las dos propuestas no son antagónicas, optaré por elegir sólo la segunda, por motivos de espacio y carencia de fuentes y marco teórico para estudiar la primera.

¿La imagen del mariachi qué le significa a un hijo de migrantes, nacido ya en una dinámica social y cultural que difiere substancialmente de la que pudiera encontrarse en el territorio nacional?
Visto desde ciertos ojos norteamericanos la música de mariachi, de banda o norteña (con todos los “subgéneros” que se puedan encontrar) viene a ser lo mismo: música de mariachi[15]. Si los mexicoamericanos, a medida que pasan las generaciones y entran en la dinámica social y cultural norteamericana, comienzan a identificarse unívocamente como norteamericanos, entonces los símbolos de identidad mexicana como el mariachi carecen de significación para ellos. Ahora habría que indagar acerca de si esto seguiría en pie a medida que se avanza paulatinamente entorno a la diversidad cultural expresada en la música[16], pero más aún en el hecho de que sea posible (pero sobre todo deseable) desprendernos de las identificaciones primarias que señala Balibar[17] en el marco de un racismo diferencialista, como el operado en contra de los latinos (y de la mayoría de las alteridades) por parte de la sociedad conservadora norteamericana. 
Si a esto le agregamos que las identidades que portan los sujetos son múltiples y jerarquizadas, que hay un resurgimiento reciente de un orgullo ya no sólo mexicano, sino latino; y que este retomar elementos de la cultura mexicana es en buena parte por hijos y nietos de primeros migrantes, podríamos decir que la nulidad significación de símbolos identitarios como el mariachi está lejos de hacerse presente. Ejemplo de ello encontramos un interés cada vez mayor en el área académica por el mariachi y lo que conlleva para crear una identidad bi-nacional, multicultural. La propuesta de una etnomusicología chicana como una línea de investigación etnomusicológica, así como las labores de investigación y educación en distintas universidades como la UCLA y la CSULA ilustran este fenómeno; es sumamente interesante ver que la mayoría de investigaciones al respecto del mariachi hayan provenido de esa naciente escuela. La utilización del mariachi en ciertos movimientos de resistencia en contra del racismo[18], los cada vez más concurridos Festivales Mariachi USA en Los Ángeles –variantes  en forma de concierto de los Encuentros Internacionales de Mariachis iniciados en Tucson,  antecedentes de los Encuentros Internacionales de Mariachis en Guadalajara– , e incluso que la nueva línea del Metro inaugurada en noviembre del 2009 que conecta al Este de Los Ángeles con Pasadena, tenga a la Mariachi Plaza como de las estaciones más importantes, nos dan idea de que las redes y estructuras del mariachi están trascendiendo e invalidando las fronteras impuestas por el intento de hacer una cultura nacional mítica y unívoca.

La especie de comunidad formada entre los mismos mariachis es algo que da bastante de qué hablar. En palabras de Mauricio González, mariachi y director de promociones de XLTN 104.5FM Radio Latina:
“El mariachi es un club fraternal muy grande. Siempre que me encuentro a algún mariachi ya sea en una fiesta o restaurant, los saludo. Es algo bonito que mi padre me enseñó desde que empecé en esto del mariachi. El me dijo que es la mejor herencia que me puede dejar, enseñándome a trabajar con mi instrumento y mi traje de charro. No importa en que rincón del mundo, puedo llegar con un mariachi y se que tengo donde dormir, comer y trabajar.”

Pero tampoco todo es reivindicación ni apropiación de símbolos con motivos meramente identitarios, el papel de los medios paulatinamente está siendo el protagonista en la puesta en escena de los intentos de diálogos interculturales; poco a poco se va gestando un mercado para los latinos con mayor fuerza, que puede que comience a confundir el expresar lo latino y el venderlo.

¿Qué tiene más peso? ¿Lo mexicoamericano/latino o el mercado del que son susceptibles? ¿Son determinantes? ¿Condicionantes? ¿Interdependientes?
El debate está abierto.

Conclusiones
Atender a un trabajo de esta índole, debido especialmente a problemas de extensión y de trabajo de campo que sustente la información, resulta un tanto complicado. Pero no por eso dejan de ser interesantes las directrices a donde pudiera llevarnos este análisis. El nuevo orgullo por lo mexicano y lo latino, expresado en la música del mariachi, pudiera decirnos que las tradiciones inventadas desde fuera o desde dentro son susceptibles a ser trascendidas cuando diversos sujetos colectivos se apropian de ellas para expresar con ello su etnicidad, su particularidad, pudiendo provocar con ello fructíferos diálogos interculturales. Pero ante este panorama no todo es optimista, pues pareciera que del mismo modo que pueden ser apropiadas por diversas comunidades, las tradiciones pueden ser igualmente tomadas por el mercado, a fin de ofrecer productos cada vez más específicos para las identidades a quien se están dirigiendo; truncando con ello el diálogo y la reciprocidad. La cuestión que queda en el aire, es si dichos procesos son interdependientes o condicionantes el uno del otro.
Pero tal vez y puedan ser este tipo de manifestaciones y apropiaciones una válvula de espacio al relativismo cultural; tal vez al no haber algo completamente neutro y propio, sea allí donde se de hablar del Otro para comenzar a hablar de lo demás.





Bibliografía

Balibar, Etiénne. “¿Existe un neorracismo?” en Raza, Nación y Clase, E. Balibar: T. Wallerstein (coord.), Madrid, IEPALA, 1998..
Cason y Brooks. “Mariachis, trompetas y La Bamba contra el Ku Klux Klan”,  México, La Jornada, 1995.
Castells, Manuel. “Globalización, miradas desde América Latina” en Teorías sin disciplina: Latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización, Santiago Castro-Gómez; Eduardo Mendieta (coord.),  México, M. A. Porrúa,  1998.
Hobsbawm, Eric J. “Introducción: La invención de la tradición” en La invención de la tradición, España, Editorial Al Crítica, 2002.
Jáuregui, Jesús. El Mariachi, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Taurus, 2007.
Nava, María del Carmen. Los abajo firmantes. Cartas a los presidentes 1934-1946, México, 1994.
Rodríguez, Néstor. “Los mexicoamericanos: quiénes somos y quiénes seremos” en Dilemas de la diversidad cultural, Colección Diálogos del Fórum Universal de las Culturas, Sección Identidad y Diversidad, México, Fondo Editorial de Nuevo León, 2007.
Stanford, Thomas. “La etnomusicología en México” en México Indígena, México, Instituto Nacional Indigenista, No. 2 (enero-febrero 1985).
Waldinger, Roger. “El aquí y el allá: los migrantes entre su país de origen y el país de destino” en Dilemas de la diversidad cultural, Colección Diálogos del Fórum Universal de las Culturas, Sección Identidad y Diversidad, México, Fondo Editorial de Nuevo León, 2007.
‹http://es.wikipedia.org/wiki/Mariachi› (consulta: Octubre de 2009)






[1] Mauricio González, comunicación vía correo electrónico (febrero de 2010).
[2] Cabe resaltar que hago uso del término “sujeto” poniendo el acento en su capacidad simbólica, independientemente de si éste es individual o colectivo
[3] E. J. Hobsbawm. La invención de la tradición, España, 2002.
[4] Ibídem, pp. 7-8
[5] http://es.wikipedia.org/wiki/Mariachi (consulta: Octubre de 2009)
[6] J. Jáuregui. “Introducción: un antropólogo estudia el mariachi”, en El Mariachi, México, 2007, p. 11
[7] Ibídem,  pp. 37-57
[8] Ibídem, pp. 212-215
[9] Los trabajos de Stanford Thomas, el libro ya citado de Jáuregui, y sobre todo la escuela etnomusicológica norteamericana son las que más han trabajado al respecto.
[10] S. Thomas. “La etnomusicología en México” en México Indígena, México, No. 2 (enero-febrero 1985), pp. 24-26
[11]Ma. del Carmen Nava. Los abajo firmantes. Cartas a los presidentes 1934-1946, México, 1994, p. 151
[12] Cf. Las apuntaciones hechas por Roger Waldinger al respecto: “El aquí y el allá: los migrantes entre su país de origen y el país de destino” en Dilemas de la diversidad cultural, México, 2007.
[13] Néstor Rodríguez, "Los mexicoamericanos: quiénes somos y quiénes seremos” en Dilemas de la diversidad cultural, México, 2007.
[14]­ Manuel Castells. “Globalización, miradas desde América Latina” en Teorías sin disciplina: Latinoamericanismo, poscolonalidad y globalización en debate, México,, 1998.
[15] Isaac Cuevas, director de Promociones de Arenas, empresa de medios latinos de Los Ángeles, California (www.arenasgruop.com). Entrevista telefónica (Diciembre de 2009).
[16] Al menos en los ambientes educativos. Cf. J. Jáuregui. op.cit., pp. 380-383
[17] E. Balibar. “¿Existe un neorracismo?” en Raza, Nación y Clase, Madrid, 1998.
[18] Cason y Brooks. “Mariachis, trompetas y La Bamba contra el Ku Klux Klan”, La Jornada, 1995, pp. 53

No hay comentarios:

Publicar un comentario