viernes, 21 de septiembre de 2012

Carrasco Juárez Marina Arely
Colegio de Estudios Latinoamericanos4º semestre
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Comenzaré por los antecedentes históricos de mi propuesta ensayística: ¿Quienes fueron los jesuitas?, ¿Cómo llegaron a Nueva España?, ¿En qué lugares se establecieron? Y posteriormente ¿qué importancia tuvieron en el desarrollo de un nacionalismo americano? La Compañía de Jesús (Societas Jesu, S.J.) es una orden religiosa de la Iglesia Católica, fundada por San Ignacio de Loyola en 1534, en París. En 1533 llegaron a París Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodrigues, que se unieron al grupo de Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de la Virgen, los siete se dirigieron a la capilla de los Mártires, en la colina de Montmartre, donde pronunciaron sus votos y nació la Compañía de Jesús. El 27 de septiembre de 1540, el Papa Pablo III reconoció la orden y firmó la bula de confirmación conocida por sus primeras palabras: Regimini militantis ecclesiae.
     Los jesuitas, como se les conoce a los miembros de esta orden, trabajan por la evangelización del mundo, la defensa de la fe. La finalidad de esta Compañía es «la perfección cristiana, propia y ajena, para gloria y servicio de Dios». La formación en la Compañía de Jesús en su tipo intelectual incluye estudios de Humanidades, Filosofía y Teología. El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo. San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros estuviesen siempre preparados para ser enviados, con la mayor celeridad, allí donde fueran requeridos por la Misión de la Iglesia, donde el Papa los necesitara,
La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad incondicional al Papa los ha colocado en más de un conflicto: con la Alemania de Bismarck, de donde fueron expulsados y con los gobiernos liberales de diversos países en América y Europa, que también los persiguieron. Asimismo los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.[1]
     Los jesuitas arribaron a la Ciudad de México el 28 de septiembre de 1572. Eran quince y venían guiados por el Provincial Pedro Sánchez. Los había enviado San Francisco de Borja, pero correspondió al padre Everardo Mercuriano encauzar los trabajos de la naciente Provincia[2]. Los fundadores procedían de diversas Provincias españolas. Hacía varios años que habían sido llevados a cabo diversos intentos desde la Nueva España para que la Compañía evangelizara nuestro país.[3] Diferentes circunstancias lo habían impedido. Su principal tarea fue la atención de enfermos y la fundación de hospitales, en cuanto sanaron de las enfermedades propias de aquellos viajes, los padres dieron comienzo a sus primeros ministerios: confesar, predicar, servir en los hospitales, visitar a los presos, introducir el uso de la comunión frecuente, enseñar a los negros, a los indígenas, a los sirvientes y los niños.[4]
     El siguiente mapa me permitirá presentarles la ubicación de los principales lugares de las misiones de los jesuitas en México.[5]





     Ahora veamos que paso con la Modernidad e Ilustración en la Nueva España, mmientras que la Revolución Francesa es la esperanza de los nuevos estados, en el reino de la Nueva España las diferencias nacionales se vuelven más evidentes; españoles americanos y peninsulares no se ven ya tanto paisanos sino extranjeros.
“La modernidad en el Imperio español ofrece el ejemplo máximo del Despotismo Ilustrado: el poder absoluto del rey alcanza su máxima expresión bajo con Carlos III a la vez que las ideas ilustradas se expanden a todos los aspectos de la vida, ya que una buena parte de las élites burguesas de finales del siglo XVIII era a la vez ilustrada y profundamente adicta al absolutismo. Así se explica que los altos funcionarios en el mundo hispánico fuesen los principales agentes, no sólo de la modernización administrativa, sino también de las nuevas ideas.”[6]
La misma Ilustración europea que produjo tantos textos que sentaron las bases de la ciencia moderna y la formación del estado, también se dedicó a atacar todo lo referente al continente americano. “El patriotismo de los criollos fue severamente ofendido y serían los jesuitas quienes, desde Italia, lanzaron sus obras de vindicación, todas ellas con un carácter sistemático y objetivo sumamente admirable.”[7]
“Califican a España como una extensión de África del norte, fanática e ignorante, más afín al salvajismo del Islam que a la Europa moderna. Mientras que Cortés era “un asesino cubierto de sangre inocente”, un guerrero animado por la avaricia y la sed de gloria, Carlos III significaba entonces la promesa de futuros progresos para España, pues gracias a él se incrementó el poderío naval y el comercio oceánico mediante al atinado decreto de 1788.”[8]
     En América la Ilustración es algo más que la introducción de nuevas lecturas: concierne a la conciencia de ser ella misma, de su poder  jurídico ante la Corona Española, su proyección como una nación, ante los ilustrados europeos. “Los responsables de constituir lo que se ha llamado Ilustración Americana fueron los jesuitas novohispanos que, como buenos criollos ilustrados tradujeron el amor a la patria perdida en magistrales obras de notable erudición destinadas a presentar a la Nueva España como una nación por derecho propio.”[9]
¿Como surge una Ilustración americana? privados de las fuentes necesarias para emprender el contraataque a los Ilustrados europeos, los jesuitas mexicanos sacaron a la luz obras magistrales de carácter histórico, jurídico, teológico y de todas las artes y ciencias que significaron la consolidación de la inteligencia novohispana y las primeras obras científicas hechas por mexicanos patriotas que trascendieron las límites del virreinato.
“Dos autores de la Compañía de Jesús bastan a considerar dentro de esta empresa: Francisco Xavier Clavijero al cual se le debe la conformación de lo que pude considerarse como la primera Historia de México libre de prejuicios teológicos maniqueos que resalta el pasado prehispánico y lo incorpora a la ideología del criollismo para forjarse un pasado glorioso y afianzar su legitimidad y Francisco Xavier Alegre el cual es autor de una Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús en la Nueva España redactada prácticamente de memoria desde el exilio y privado de sus manuscritos originales, así como del rescate de la tradición neoclásica española en los asuntos del gobierno y la soberanía.”[10]
     La invasión francesa a España, en 1808 produjo en el virreinato la crisis política de 1808 en México, caracterizada por el derrocamiento de Iturrigaray a manos de los españoles, seguido de la captura y ejecución de políticos afines a las ideas independentistas. En lugar de Iturrigaray fue nombrado un militar Pedro de Garibay. En diciembre de ese mismo año se descubrió la Conjura de Valladolid, conspiración cuyo único fin fue crear una junta que gobernara al virreinato en ausencia de Fernando VII, los culpables fueron arrestados y sentenciados a muerte, pero el arzobispo virrey les perdonó la vida condenándoles a cadena perpetua.
     Cuando Andalucía cayó en manos de los franceses, en la primavera de 1810 toda España ya estaba en poder del ejército napoleónico. Hidalgo siguió esta orden. Mientras tanto, en Querétaro se gestaba una conspiración organizada por el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez  y en donde también participaban los militares Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo. Allende se encargó de convencer a Hidalgo de unirse a su movimiento, ya que el cura de Dolores tenía amistad con personajes muy influyentes de todo el Bajío e incluso de la Nueva España, Por estas razones se consideraba que Hidalgo podría ser un buen dirigente del movimiento. Hidalgo aceptó, y se puso como fecha de inicio para el movimiento el 1 de diciembre, día de la Virgen de San Juan de los Lagos, donde muchos españoles se reunían a comerciar en una feria cercana a Querétaro.[11]
     Ahora como bien sabemos Hidalgo fue educado por la orden jesuita, ya que el Colegio de San Nicolás Obispo donde estudio hasta 1767, []ubicado en Valladolid, capital de la provincia de Michoacán. había sido fundado en 1547 por Antonio de Mendoza, primer virrey de Nueva España, quien entregó la universidad y el edificio donde se alojaba a los miembros de la Compañía de Jesús, que instituyeron cátedras de latín, derecho y estudios sacerdotales.
     En la sociedad virreinal mexicana la Compañía de Jesús en la Nueva España desempeñaba un papel opuesto al de jesuitas europeos; ideológicamente los jesuitas novohispanos “se inclinaron desde el siglo XVII por una tendencia de pensamiento cristiano sincretista; y más que hacer  una labor evangelizadora, se apropiaron el pensamiento religioso indígena y establecieron aspectos paralelos entre ellos a fin de cristianizar el paganismo.” [12]
     El peso intelectual de los jesuitas en la Nueva España determinó el despertar criollo, pues fueron maestros, voceros y a mi forma de ver la conciencia del pueblo. “Su sincretismo también rescató el pasado indígena para limpiarlo de la idea de barbarie que nadie había podido o querido desmentir.”[13]La Compañía de Jesús tomo tanta influencia que un gran número de familias tenía parientes en la orden; la educación y las ciencias corría a cargo prácticamente de la Compañía y su expulsión fue un duro golpe a la intelectualidad, “justo cuando se decreto se aplicó, la provincia mexicana se encontraba en un movimiento de regeneración.”[14]
     Muchos sacerdotes se habían empeñado en la renovación de la enseñanza de la filosofía escolástica. “Postulaban la vuelta a los textos originales de Aristóteles en combinación con la discusión de los progresos científicos y filosóficos del siglo XVII. Sin embargo, tuvieron que enfrentarse a las corrientes libertinas y escépticas que se manifestaban en la ilustración europea.”[15]    
     La <>, dio sus más admirables frutos en el exilio jesuita, y aquellos sacerdotes demostraron con creces que los escritos de los philosophes europeos acerca de América carecen de toda objetividad y metodología científica de la que en principio se jactan; las concepciones erróneas y mal intencionadas con las que se refieren a América son abundantes pero no “…por ello representan un obstáculo infranqueable para aquellos pensadores mexicanos que, afianzados por el fuerte amor a la patria perdida y su genio innato a pesar de las desgracias que su expulsión les acarreó, produjeron tan magníficas obras que serían piedra angular para la formación de la conciencia nacional mexicana.”[16]
      Los jesuitas adujeron como causa de su destierro la campaña emprendida “por los philosophes en contra de la Iglesia católica, campaña que inspiraría los ideales de la Revolución Francesa”[17], aunque, en España esta interpretación es muy endeble pues la península no se distinguía por la abundancia de librepensadores.
     Así pues, la noche del 2 de abril de 1767 los funcionarios de la Corona española recibieron la pragmática real de expulsar a la Compañía de Jesús de España y sus dominios. El decreto se dio a conocer en la Nueva España hasta el día 25 de junio de 1767, y con ello cerca de 2600 jesuitas fueron exiliados de toda la América española, 678 en particular de la provincia mexicana, de los cuales más de 500 eran criollos. La conmoción fue tal que de inmediato brotaron motines en las principales ciudades del reino. “En Guanajuato, el visitador José de Gálvez, quien fue el encargado de aplicar todas las reformas modernizadoras en América, persiguió personalmente a los iniciadores del tumulto y ordenó que fuesen decapitados y que sus cabezas se exhibieran en los lugares públicos y cerros de la ciudad.”[18] En México el virrey ordenó a la Inquisición expedir una condena a todo el que escribiese en pro o en contra de la Compañía.
     “Se embarcaron los jesuitas con destino a la Península Itálica pero el Papa Clemente XIII se negó a recibirlos en los Estados Pontificios. Esto no era sino una táctica política para que regresaran a España, nulificar el decreto y ridiculizar la autoridad de Carlos III, pero esto no sucedió; la voluntad del monarca se impuso y los jesuitas pudieron llegar al fin a Génova y Córcega para repartirse después en Bolonia y Ferrara.” [19]
     La expulsión de los jesuitas marca el declive de la autoridad de la Iglesia sobre los Estados nacionales, no me esquivaré al decir que es uno de los primeros pasos para la revolución de la modernidad: el triunfo del poder temporal sobre el espiritual, y ello se aprecia en la extinción de la Compañía de Jesús.
     En el Viejo Continente la actuación de esta orden se extralimitó en sus funciones, pues se inmiscuyó en los altos asuntos del Estado, ya que no había prácticamente monarca sin un confesor jesuita; Además, al llegar a ser los principales confesores de la sociedad, influyeron fuertemente en la vida política, social y económica. Paralelamente a su cercanía con el poder, llevaron al extremo la doctrina del regicidio de Santo Tomás de Aquino a tal grado que en Francia se les implicó en los asesinatos de los reyes Enrique III en 1589 y Enrique IV en 1610, y en el atentado fallido contra Luis XV en 1757, lo que finalmente llevó a su expulsión. En 1750 España y Portugal firmaron un Tratado de límites para poner fin a las disputas entre los territorios de Paraguay y Brasil, en el que ante las acusaciones de corrupción y haber atentado contra su monarca, fueron expulsados de Brasil en 1754 y de Portugal cinco años más tarde. La Compañía aún confiaba en que el Papado tenía más poder que cualquier estado nacional, y por ello buscó su amparo. Clemente XIII emitió en 1765 la bula Apostolicum Pascendi, donde asienta que “La Compañía de Jesús respira el más alto grado de piedad y santidad” y que tildarla de “irreligiosa e impía” era una grave injuria para la Iglesia. Pero, como era de esperarse cuando el siglo de la Ilustración se encontraba en plenitud, esta defensa no tuvo eco alguno.
     Si la Compañía de Jesús era culpable en Europa de los excesos que se le imputaban, al parecer en América su vida se desarrollaba también a favor de las letras, las artes y las ciencias y fueron ellos los arquitectos de la incipiente conciencia nacional entre los criollos.
En palabras de algunos de los miembros mexicanos de la Compañía de Jesús, las impresiones de su acción en el reino y del destierro fueron las siguientes:
     “Prescindiendo de los motivos ocultos y políticos, de que se decía movido el soberano, sus vasallos de Indias no veían en los jesuitas, sino unos hombres observantes de su profesión, recogidos en sus colegios, sinceros y honrados en su trato, pobres en su vestido.
     Sin excepción cuidadosos del culto divino, en el cual y en alivio de los pobres empleaban todo el sobrante de sus colegios, a quienes el silencio, la modestia, y el decoro de sus acciones distinguían de todos los demás: a quienes el estudio, el consejo, la devoción, la explicación de la doctrina cristiana, las visitas de cárceles y hospitales  y más que todo la educación de la juventud, hacía ver como los más útiles y necesarios al público.
     La política modernizadora de los monarcas Borbones en el aspecto educativo parece estar encaminada a subsanar desde el estado la pérdida de la educación dada por la Compañía de Jesús y por ello comienza la fundación de Colegios Reales como el de Minería y la Academia de las Nobles Artes de San Carlos; además se alentó facilita la publicación de libros y periódicos que la Inquisición antes censuraba. El golpe de gracia fue el documento Papal Dominus ac redemptor de Clemente XIV en que se abolía la Compañía en el año de 1773.
     Existe una tendencia a considerar la expulsión de la Compañía de Jesús como la ruina de la Nueva España a cargo del más déspota de los monarcas; esto es una exageración, pues como se ha visto, “si los jesuitas se hubieran limitado a su labor pastoral, a sus colegios y misiones y aún a una que otra polémica teológica, el decreto real resulta inexplicable y hasta poco político”. [20]
      “Las causas en su momento no fueron publicadas, pues Carlos III se reservó “los secretos de su real dilatado pecho” y fue hasta mediados del siglo XX que se encontró el dictamen del extrañamiento. El documento incrimina a la Compañía de Jesús en los motines de 1766 y añade un listado de las conspiraciones y atentados contra de otros monarcas europeos.”[21]
     Concluiré diciendo que a los jesuitas vedemos más que la educación. Debemos parte de nuestro despertar ante el imperio español y también la conciencia de la formación de nuestra nacionalidad.










Bibliografía.

v Brading David A, Los orígenes del nacionalismo mexicano, Era, México, 1997.
v Churruca, P. Agustín, S.J., “Historia de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús”, en Guía de Documentos del Archivo Histórico del Arzobispado de México. Del Primer Imperio a la República Liberal, Arquidiócesis Primada de México, México, 2004, pp. 572.

v De la Cruz Ibarra, José Agustín, “Surgimiento de los jesuitas” en Saber Hispánico, Universidad Autónoma De Madrid, Octubre-Diciembre, núm.3, 1979. Madrid

v Esparza  R., Juan Carlos,  Los jesuitas novohispanos: Ilustración desde el destierro. Universidad Autónoma de Aguascalientes,  Aguascalientes,  2001.

v Guerra, François-Xavier, Modernidad e independencias: Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1997.

v Villoro, Luis, El proceso ideológico de la Revolución de Independencia, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1983.






[1] De la cruz Ibarra, José Agustín, “Surgimiento de los jesuitas” en Saber Hispánico, Universidad Autónoma De Madrid, Octubre-Diciembre, núm.3, 1979 Madrid, Pág. 5

[2] P. Agustín Churruca, S.J., “Historia de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús”, en Guía de Documentos del Archivo Histórico del Arzobispado de México. Del Primer Imperio a la República Liberal, Arquidiócesis Primada de México, México, 2004, páginas 52.

[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Este mapa se puede consultar en: http://www.sjmex.org/index.php?accion=20
[6] François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias: Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1997, p. 26
                                                                                                    
[7]  Esparza  R., Juan Carlos,  Los jesuitas novohispanos: Ilustración desde el destierro. Universidad Autónoma de Aguascalientes,  Aguascalientes,  2001.

[8] Ibídem

[9] Villoro, Luis, El proceso ideológico de la Revolución de Independencia, UNAM, México, 1983, p. 145.
[10] Esparza  R. , Juan Carlos, ob. Cit 
[12] Esparza  R. , Juan Carlos, ob. Cit 
[13] Ibídem
[14] Ibídem
[15] Brading David A, Los orígenes del nacionalismo mexicano, Era, México, 1997, p. 32.
[16] Esparza  R. , Juan Carlos, ob. Cit 
[17] ibídem
[18] ibídem

[19] ibídem
[20] ibídem
[21] Ibídem.

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