miércoles, 30 de enero de 2013


“Palacio Nacional. La obra cumbre de Diego Rivera en su visión de identidad sobre la formación de la nación. ”
En el contexto de la Revolución mexicana,  identidad es posiblemente una ficción, excepto  si se hace de la nación, en cuyo caso nos encontramos con que toda la vida política de la modernidad descansa en una ficción de pertenencia. Para que esta ficción de pertenencia sea operativa políticamente, la nación debe construirse antes que en el imaginario colectivo.


Así los Estados modernos del siglo XX tenían que convencer a sus ciudadanos de que no eran hijos de un monarca, sino hermanos de una misma nación. Una nación es una cuestión de imágenes mentales que forman parte de nuestra historia y nuestra cultura,  no de la política, pero que la política misma ocupa como una forma de control y acceso al poder. Para dicho caso la pintura es especialmente útil por el peso que tienen las imágenes para formar parte de una ideología colectiva, controlada desde sus orígenes por el Estado.

La Revolución Mexicana no sólo provocó profundos cambios políticos al derrocar a la dictadura de Porfirio Díaz, sino que también hizo posible la transformación de la sociedad mexicana. Las manifestaciones de este cambio se pueden observar prácticamente en todos los aspectos artísticos.

Una vez terminada la lucha armada fue inmediata la reconstrucción del país. En 1920,  con José Vasconcelos en la Secretaria de Educación Pública, se consideró que la educación era el medio mas adecuado y eficaz para pacificar al pueblo que salía de un periodo de violencia; al ser la mayoría del pueblo analfabeta, Vasconcelos encontró en el arte una serie de cualidades que lo hacen un medio adecuado para educar al pueblo.

El movimiento del muralismo abarcó prácticamente medio siglo, de 1920 a 1970, pues fue la expresión artística y política que puso al arte y a la cultura al servicio de la sociedad y del gobierno revolucionario. Los principales representantes de esta corriente pictórica utilizaron los muros de los diferentes edificios públicos para plasmar los ideales de identidad y nación, en busca de un elemento para unir a la sociedad, de ahí que en los murales se muestra que todos los mexicanos, sin excepción, tenemos un pasado indígena, compartimos una misma historia y cultura como elemento constitutivo de nuestra nación. Pérez Vejo comenta al respecto:
“A todo nacionalismo le resulta difícil aceptar la idea de que a las naciones las construyeron los Estados, y no viceversa… el objetivo historiográfico ha sido la construcción de relatos mítico-poéticos y teológico en la que las Independencias son imaginadas como guerras de liberación nacional.”[1]      

La identidad es un problema colectivo que se da por  la decepción causada por los grandes acontecimientos. De aquí que se den las naciones y los movimientos nacionales, movimientos que están compuestos por muchos estereotipos psicológicos y sociales, héroes, paisajes, panoramas históricos y humores varios. De acuerdo a las diferentes definiciones de nación que se han dado en la historia, Eric Hobsbawm dice:
Han sido frecuentes los intentos de determinar criterios objetivos de nacionalidad, explicar que ciertos grupos se han convertido en naciones y otros no, basándose en criterios únicos como la lengua o la etnicidad, o en combinación de los criterios como la lengua, el territorio común, la historia común, rasgos culturales o lo que fuera en común[2]

Diego Rivera desempeñó un papel destacado en ésta época decisiva, que lo convirtió en un artista plástico controvertid que “se sirvió de innumerables pinturas, grabados y dibujos para expresar sus ideas sobre la historia la sociedad la política y la cultura, sus pinturas solían derivar en discursos y sus palabras en imágenes y descripciones de gran plasticidad y eficacia…”.[3]
Dentro de esta nueva visión de la vida mexicana, Rivera colocó al indio como tema primordial y reivindicativo de este. En conclusión se pensaría que los indígenas pasaron a ocupar grandes espacios en las composiciones pues “…el indio ya no es un motivo simplemente decorativo, sino la figura central, fijado en las actitudes del trabajo cotidiano.”[4] Fue  un momento en el que se exaltó el nacionalismo, no en sentido político, sino más bien espiritual y cultural. El uso de la pintura mural indica que la intención del artista es dar a su obra un destino público, que quedara expuesta a la vista de todo el mundo.
Nos ubicaremos justo en los murales de Palacio Nacional, en donde la obra de Rivera es una expresión de la vida del pueblo mexicano, tanto en la historia como en la realidad presente, captando en sus cuadros aquellos momentos esenciales que pueden revelar cómo vive, cómo padece, cómo trabaja, cómo lucha, se divierte y cómo  muere el mexicano. En la estética Diego parte del supuesto que el arte debe ser la expresión de un contenido ideológico, determinado por las condiciones sociales del momento en que vive el artista. Todavía en México, por la agitación revolucionaria, el ambiente era propicio para aceptar las ideas rusas, de las que él era partidario.
Una historia nacional puede contarse de manera lineal, como tradicionalmente se  enseña en la escuela, mediante el paso del mundo indígena prehispánico, la conquista española, la colonia, la Independencia, la Reforma y la Revolución. “La realidad presente y pasada fue concebida por el como una epopeya continua que debía mostrarse dialécticamente, sin dejar de recurrir a símbolos de fácil asimilación.”[5]
Así es como Rivera nos cuenta la historia en el cubo de la escalera de Palacio Nacional, que posee una estructura piramidal que va ascendiendo los peldaños del accidente histórico, para culminar en la cúspide rectora, la cima de la pirámide, el sitio del verdadero poder, que es el de la promesa, la fuerza y la esperanza. Más que un pintor, aquí es un narrador, nos presenta un desarrollo dialectico de etapa en etapa, allí están los protagonistas de la historia, como historia de los grandes hombres, ya no es un retrato feliz sino una lucha entre el bien y el mal.
El artista represento un mundo sobrio, que la burguesía mexicana había decidido considerar como inexistente, a fin de conservar la tranquilidad y el optimismo acerca del progreso del país. Se le reprochaba no haber buscado asuntos más risueños de nuestra realidad. Para muchos era una ofensa a México, pues consideraban que sólo pintaba el lado malo, la vida del pueblo, la del campesino indígena, es decir la parte más atrasada y primitiva del país.
Para Rivera la concepción del arte por el arte es un disfraz, así que era cuestión de poner sus ideas en uso para cambiar el mundo a su alrededor desarrollando un sentido del nosotros en contra del ellos. La nación se convierte en algo deseado desde el principio del proceso hasta antes de una visión que se delinea lentamente.
Rivera nos propone una lectura de su mural de derecha a izquierda, que va muy ligado a su visión política. El muro norte representado como el remoto punto de partida de la nación mexicana, al que él llamo “El México Antiguo” donde nos llena de brillantes colores, y nos ubica en un paisaje que nos remite al valle de México, te interna en una armonía visual, se conjuga el imaginario mítico y la historia desde la perspectiva social, esta dividido en dos ejes, el personaje principal es el legendario Quetzalcóatl, de barba y piel blanca, justo de bajo de un sol invertido, que se interpreta como el presagio de la destrucción del mundo indígena.
Muestra la armonía en el desarrollo de las actividades artísticas, la danza, la escultura, la música, la industria textil y la agricultura. En la parte superior del mural, se aprecia el viaje de partida de Quetzalcóatl. Rivera no nos muestra un momento preciso de la historia pero nos introduce en un momento posclásico, en la víspera de la llegada de los españoles, alude a la civilización mexica y a la idea de que el valle de México era el punto focal de la fundación histórica y cultura de México que integra a las concepciones nacionalistas.                      
“ el mural  tiene dos momentos; uno donde Quetzalcóatl, profeta de una especie de comunismo primitivo y otro donde los hombres se enfrentan en una lucha de clases.”[6]
Imagen tomada de: Tibol Raquel, “Los murales del Palacio Nacional”
Con relación a las actividades que el indígena realiza en el mural, agricultura y artesanía, reduce al indígena como campesino. El pensamiento nacionalista de la época establece una línea entre el arte popular y la raza indígena, de aquí que se concluya que las manufacturas artesanales populares resguardan el alma nacional.
En el muro central el “De la conquista a 1930” marca claramente la configuración de la nación mexicana, en donde pone a prueba nuestra inteligencia, con la multitud de personajes que plasma.
Aquí podemos leer un mural muy complejo, la secuencia cronológica comienza por la franja horizontal mas baja- representa la conquista española- al centro españoles e indígenas en una lucha cuerpo a cuerpo, personajes como Cuauhtémoc (bajo el estandarte del águila que cae), Cuitláhuac (nos mira de frente) y Hernán Cortés.

Si en murales anteriores Rivera había representado a la mujer dando vida, en la parte central de la escalera, represento a la mujer siendo víctima de la violación de un soldado conquistador, que da paso al origen del mestizaje, de igual manera representa a Cortés y a la Malinche abrazando a su hijo.
Imagen tomada de: Tibol Raquel, “Los murales del Palacio Nacional”
 
Soldados disparando un cañón, mostrando su superioridad tecnológica. En el extremo contrario un fraile quemando códices. Pedro de Alvarado sometiendo indígenas con un hierro candente.
En el siguiente nivel horizontal, que se refiere a la época colonial, hace énfasis en la destrucción de la ciudad prehispánica, el enfrentamiento entre conquistadores y la iglesia, la evangelización como labor humanista de los religiosos, una sentencia de la inquisición y a Cortés observando la construcción de la nueva capital colonial.
Cubo de la escalera del Palacio Nacional
 En los arcos se presenta la historia del México independiente. No llevan una secuencia cronológica sucesiva, representa unidades relativamente autónomas, escenas y personajes de la historia de México entre 1821 y 1930. Aparecen las dos invasiones que sufrió México, en el extremo derecho la de Estados Unidos donde se ve claramente el castillo de Chapultepec y un águila que sostiene entre sus garras el símbolo mexica de la guerra ceremonial, del lado izquierdo la invasión francesa, junto con la ejecución de Maximiliano de Habsburgo.
En los arcos del centro se presenta a la derecha, a los héroes liberales y antihéroes conservadores y eclesiásticos de la Reforma.
A la izquierda, un grupo de revolucionarios se enfrentan a porfiristas.
En el arco central, reunidos a los héroes de la independencia, Hidalgo, Morelos, Guerrero, Allende, Josefa entre otros. En estrecha relación con caudillos posrevolucionarios, Calles y Obregón por un lado y por otro los mártires agraristas, Zapata, Carrillo Puerto y José Guadalupe Rodríguez, frente a estos un obrero vestido de overol de trabajo industrial les indica la ruta hacia el muro sur.
Justo al centro del mural un águila de grandes proporciones sostiene en su pico un símbolo mexica, posado sobre un nopal, se ubica sobre una plataforma decorada con un disco solar.
Finalmente entre la franja de la colonia y los arcos, encontramos al pueblo que son los intérpretes y protagonistas del mural. Todo esta parte del  mural nos define muy bien los cánones ideológicos de la época, como el águila, que tiene una significación de gran magnitud, el mestizo como símbolo genuino del mexicano, las cadenas rotas que porta Hidalgo símbolo de la libertad, junto a Morelos un extraño personaje de armadura, con una planta de maíz a sus pies como símbolo de la tierra, con un sable y una mazorca, con el sable indica la misma dirección que Morelos, hacia el mural del futuro.

En el mural del futuro, el muro sur de este gran mural nombrado  “México de hoy y mañana” que a primera vista nos llena de personas, como una masa alterada, estructuras metálicas y consignas socialistas, el mural puede dividirse en tres áreas, en la parte inferior, Rivera representa la opresión en la vida económica y en las creencias del pueblo, campesinos y obreros trabajando; en actitud devota, depositando limosnas ante una imagen de la virgen de Guadalupe, aquí aparece “la maquina de hacer dinero”[7].  Frida y Cristina Kahlo como educadoras socialistas.
En el centro del mural, resguardos mecanizados, ponen distancias entre las masas proletarias. Una tubería que drena las riquezas del pueblo y las descargas entre los políticos. En la cumbre del mural Karl Marx, que sostiene con una mano una leyenda de su manifiesto comunista, y con la otra señalando una nueva sociedad progresista. Pero que tiene muy en alto, a lo que el llamaría la nueva trinidad revolucionaria, soldado, obrero y campesino.
















Bibliografía.
·       Palabras Ilustres 1886-1921. (2007). México: CONACULTA-INBA, Museo Estudio Diego Rivera.
·       Anderson, B. (1997). Comunidades Imaginadas "Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo". México: Fondo de Cultura Economica.
·       Bartra, R. (2004). La jaula de la melancolia, identidad y metamorfosis del mexicano. México: Grijalbo.
·       Hobsbawm, E. (2000). Naciones y Nacionalismos desde 1780. Barcelona: Biblioteca de Bolsillo.
·       Kettenmannn, A. (2005). Rivera. México: OCEANO.
·       Lozano, L. M. (2004). Diego Rivera El Cubismo Memoria y Vanguardia. México: CONACULTA.
·       Moyssén, X. (1986). Diego Rivera Textos de Arte . México: UNAM.
·       Peréz Vejo, T. (2003). "la construcción de las naciones como problema historiográfico: el caso del mundo hispánico". En Historia Mexicana (págs. 275-308). México: El Colegio de México.
·       Ramos, S. (1986). Diego Rivera 1886-1986. México: UNAM.
·       Tibol, R. (1997). Los Murales de Palacio Nacional. México: Américo Arte Editores- INBA.



[1] (Peréz Vejo, 2003, pág. 287)                                                      
[2] (Hobsbawm, 2000, pág. 13)
[3] (Lozano, 2004, pág. 17)
[4] (Ramos, 1986, pág. 10)
[5] (Tibol, 1997, pág. 30)
[6] (Tibol, 1997, pág. 60)
[7] (Tibol, 1997, pág. 77)