lunes, 29 de octubre de 2012


1492: El problema de América
Rogelio Laguna
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Filosofía y Letras
Colegio de Filosofía








La raza hispana en general tiene todavía
esa misión de descubrir nuevas cosas
en el espíritu ahora que todas las tierras
están exploradas.
José Vasconcelos

Las cosas no tienen origen, afirmó en algún momento el pensador alemán Hans Blumenberg[1], somos nosotros los que buscamos y decidimos cuál es el origen de las cosas, queremos saber dónde, cómo, cuándo empezaron. Como si al descubrir un cronotopo de origen pudiéramos al mismo tiempo reconocer la esencia de las cosas, la explicación de su pasado y el sentido de su devenir. La misma filosofía se ha dedicado por siglos a pensar según las categorías de causa y efecto, exigiéndole a todo que se explique con precisión, nada puede suceder sin una (buena) razón y sin un tiempo y lugar específicos.
            Este anhelo de la filosofía ha llevado sus pasos tan lejos que casi nada ha escapado a ser fechado y explicado por la razón, el universo mismo tiene una fecha aproximada de inicio, celebramos nuestros cumpleaños y aniversarios, e incluso los centenarios y bicentenarios de los países. Lo que nadie se sienta a reparar es que establecer un origen a las cosas no es tan simple ni tan inocente. Establecer una fecha de inicio, significa determinar a los seres, diferenciarlos, fijarlos a un momento histórico y otorgarles un lugar en el funcionamiento de los sucesos del mundo y de la sociedad humana.
            ¿Qué ha pasado en nuestra América, por ejemplo, una vez que casi por voluntad mayoritaria se decidió ver en 1492 la fecha de su descubrimiento? Esta pregunta es relevante si tomamos en cuenta que para el pensamiento occidental América no existía antes del siglo XV y que la colonización y la conquista se llevaron a cabo bajo un pensamiento que registraba la historia de América únicamente desde la llegada de los europeos como si lo anterior no fuera relevante o simplemente fuera omisible.
¿Qué ha pasado con los pueblos indígenas, las sociedades mestizas y los Estados una vez que se aceptó la tesis de que América fue descubierta en 1492 y que antes esta tierra no formaba parte de la historia universal?  Además, ¿qué destino, qué condena o salvación trajo consigo dicha fundación temporal?
La situación política actual en el que la mayoría de los países americanos son explotados y marginados, controlados desde centros de poder político, social y cultural, hace necesario reabrir la pregunta por lo que somos, por lo que es esta tierra; hay que pensar nuevamente lo que nos han dicho de nosotros y cuestionarlo para encontrar una vía de salida a la “indigencia cultural” a la que parece que estamos sometidos.
Para lograr dicho objetivo se hace inevitable preguntar por el origen de América y por las concepciones teóricas con las que el continente está relacionado desde sus inicios, porque como afirma Edmundo O’Gorman en La invención de América[2], reflexionar las bases de lo que nos ha formado trae como consecuencia la toma de consciencia de nuestra situación histórica y nos permite enfrentar la perspectiva del futuro, la posibilidad de crear un nuevo destino para todos.
De esta forma, el año de 1492, fecha en que el pensamiento europeo incluye a nuestro continente en su historia, obliga a un nuevo acercamiento filosófico, para  determinar si dicho inicio hace justicia a la identidad y la cultura de los pueblos americanos y también para poner a la luz que haber tomado una fecha particular como punto crucial de la historia de América ha tenido consecuencias para nuestras naciones, culturas e historias personales que no se pueden ignorar. ¿Por qué 1492 y no antes o después? ¿Qué implicaciones ha tenido que América sólo exista para el pensamiento occidental tras su descubrimiento en el siglo XV?  
Lo que bien afirma Edmundo O’Gorman sobre el problema que nos incumbe es que la clave para entender la identidad y la historia Americana estriba en explicar satisfactoriamente la aparición de América en la cultura occidental, pues sólo así se podrá descubrir “la manera en que se concibe el ser de América y el sentido que ha de concederse a su historia”, su filosofía, su política, sus naciones, etc.
Decir, como lo hace la llamada “historia universal”, que Colón descubrió América, no es más que una posible interpretación de los hechos. Porque se sabe muy bien que el propósito de Colón era llegar al extremo oriental de Asia y no imaginaba que a mitad de camino fuese a encontrar unas tierras desconocidas. El mismo Colón estaba convencido en sus viajes que había llegado a las Indias y jamás pensó en haber descubierto un ente geográfico e histórico desconocido, incluso contra toda evidencia empírica.
Habrá que afirmar con O’Gorman que no es satisfactorio decir que América fue simplemente descubierta, porque no era una entidad que precediera a los viajes de Colón y solamente tuviera que reconocerse, el llamado “nuevo mundo” fue y siempre ha sido un ente histórico sujeto a las circunstancias de su tiempo que se ha configurado temporalmente en el pensamiento. Decir que fue “descubierto” es una consideración de la reflexión europea más que de un descubrimiento físico concreto— que además fue realizado por casualidad—. En otras palabras, la idea de América no pudo aparecer en el pensamiento occidental hasta que no se descartó teóricamente, aun habiendo pruebas empíricas importantes, que las tierras a las que había arribado Colón no eran parte de Asia, ni unas islas aisladas, sino un continente que yacía entre Europa y Asia navegando hacia el oeste.
Sin embargo, los historiadores europea insistieron desde un inicio, como es el caso de Fray Bartolomé de las Casas, que a pesar del desconocimiento de Colón acerca de su descubrimiento, llegar a América era un designio divino con el que Dios premiaba a la corona española por sus servicios a la fe católica y como recompensa por la pérdida de los territorios protestantes. 
Así, el descubrimiento se había llevado a cabo por un hombre elegido, al que Dios dotó de todas la cualidades necesarias para dicha tarea. A esto se sumaban las relaciones que no tardaron en aparecer entre el nuevo continente y el mito de la Atlántida, los versos proféticos de Séneca, la leyenda del piloto anónimo y hasta la teoría de las Hespérides de Oviedo, como si el nuevo continente ya hubiera estado en la imaginería y la intuición europea desde la Grecia clásica. América, sin duda, aparecía como un regalo para los europeos y Colón había sido el elegido para abrir el acceso a una regiones desconocidas y repletas de pueblos a los que era urgente predicar la palabra cristiana y concederles la oportunidad de recibir los sacramentos antes de que ocurriera el fin del mundo, que la mayoría de los pensadores consideraba como un hecho inminente.
Lo que vemos repetidamente es que los historiadores europeos, en particular los españoles,  de una o de otra manera buscaban “reclamar” el descubrimiento americano para Europa, justificar  teórica y teológicamente el apropiamiento de las riquezas, haciendo pasar la llegada al Nuevo Mundo como un suceso de antemano esperado, determinado por Dios. Sólo así se entiende que la mayoría de los pensadores omitieran o tomaran como insignificantes las exploraciones vikingas del siglo XI en América, que hacían ver a los viajes de Colón como un redescubrimiento y no como un primer encuentro.
Frente a ello lo que O’Gorman quiere que se recuerde y que quede bien claro que los intentos europeos por justificar 1492 como la fecha de un descubrimiento no lleva sino al absurdo, porque América no era algo que existiera verdaderamente en la historia europea, ni siquiera después de 1492, sino que se tuvo que hacer toda una elaboración teórica que permitiera aceptar que el descubrimiento de un continente nuevo. Además de que una vez confirmado el descubrimiento de nuevas tierras, la noción teórica del nuevo continente implicaba siempre subsumirlo al poder y las coronas europeas. Pues Europa era vista como una tierra destinada por Dios para gobernar a las demás partes del mundo y cualquier exceso se justificaba (y se justifica) en dicha creencia.
Pero el ser de las cosas, recuerda O’Gorman, no es algo que ellas tengan en sí, sino algo que se les concede u otorga, y el ser que se le otorgó a América estaba marcada desde un principio por prácticas de poder vertical y jerárquico, apresada por un supuesto derecho divino que la hacía susceptible de ser conquistada y gobernada por los europeos. No es ya de extrañarse porque Enrique Dussel[3] ve también en 1492 una fecha problemática, una fecha de encubrimiento, porque los europeos viajaban y descubrían teniendo en mente una imagen del mundo y una idea a priori del orden del cosmos, que no abandonarían fácilmente y donde ellos eran los privilegiados. Para Dussel, el descubrimiento de América es el inicio de modernidad, aquel reinado de la razón que quiere adueñarse de todo, conseguir y gobernar todo. 1492 aparece para la historia de los pueblos americanos como una fecha de encubrimiento más que de descubrimiento.
“El mal que está en la raíz de todo el proceso histórico de la idea del descubrimiento de América, consiste en que se ha supuesto que ese trozo de materia cósmica que ahora conocemos como el continente americano ha sido eso desde siempre, cuando en realidad no lo ha sido sino a partir del momento en que se le concedió [esa] significación”.[4]
Las tierras americanas y todas las culturas que habitaban en ellas no eran sino una oportunidad de redención y de riqueza para los países europeos, que no dudaron en hacer uso de la fuerza armada para conseguir sus objetivos, incluso si ello significaba la desaparición de las poblaciones indígenas, la explotación indiscriminada de los recursos naturales y la división en castas de la población.
En palabras del célebre escritor latinoamericano Eduardo Galeano:

Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra.[5]

La pregunta que sigue aquí es qué pasaría si dejamos de ver en 1492 una fecha de descubrimiento glorioso y luminoso. Tal vez veríamos que “todos esos hechos que ahora conocemos como la exploración, la conquista y la colonización de América: el establecimiento de regímenes coloniales en toda la diversidad y complejidad de sus estructuras y de sus manifestaciones; la paulatina formación de las nacionalidades; los movimientos en pro de la independencia política y de la autonomía económica; en una palabra, la gran suma de la total de la historia americana, latina y sajona”[6] se reviste de una nueva significación, pues América aparece más bien como el continente que históricamente ha buscado liberarse, encontrar su propio espacio y tiempo para mostrar su verdadero ser que se resiste a ser encubierto por completo.
Alejándonos, al menos en el pensamiento, de la fecha de 1492, veríamos la posibilidad de buscar un nuevo origen a la historia de nuestro continente que no venga marcado por las prácticas colonialistas y opresoras, una nueva historia que comience en las culturas ancestrales y no en la irrupción europea. Porque América no está cerrada y su historia no está tampoco terminada, nuestro continente no es lo pasado, sino lo que sigue siendo. Es momento de que la reflexión americana reconozca de una vez una visión dinámica y viva de lo que acontece en los diferentes pueblos americanos, que si bien ya herederos de la lengua y de las tradiciones europeas, aun ricos en manifestaciones propias y con la capacidad de autodeterminarse y liberarse.  En palabras de O’Gorman, debemos buscar en América, un  nuevo concepto que aprehenda de un modo más adecuado la realidad de los hechos, la realidad de nuestros pueblo. Y ese concepto, es el de una América inventada, no fija, que seguimos construyendo todos los días y no la vieja concepción de una América descubierta, esclavizada y conquistada por la intolerancia.
Esa visión sin duda se relaciona con el proyecto de otro de nuestros pensadores: José Vasconcelos,  quien también buscaba la fundación de una nueva América no sujeta al eurocentrismo ni a la opresión. En el memorable lema de la Universidad Nacional Autónoma de México: Por mi raza hablará el espíritu propuesto en 1920 por José Vasconcelos se revela el  pensamiento y la vocación social de su proyecto. En dicho lema, en palabras del pensador, se "significa la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima, pretendiendo significar que despertábamos de una larga noche de opresión".[7]
            Vasconcelos crítica que los pueblos latinoamericanos lejos de sentirnos unidos frente a nuestro desastre de identidad y para superar la confusión de valores y conceptos que nos trajo la colonización, nos dispersemos en pequeños y vanos fines, y en voluntades separadas.
            “Nos negamos los unos a los otros. La derrota nos ha envilecido a tal punto, que, sin darnos cuenta servimos a los fines de la política enemiga (…). No sólo nos derrotaron en el combate, ideológicamente también nos siguen venciendo”. [8]
            La misma filosofía eurocéntrica, piensa Vasconcelos, nos ha llevado a creer en la inferioridad del mestizo, en la irredención del indio, en la condenación del negro, en la decadencia de los orientales. Esto es a causa de que las revoluciones armadas, no se han seguido de una revolución del pensamiento. Porque lo esencial, lo que requiere nuestra América para desplegar su propio ser es la  revolución de las conciencias.
Hay cierta fatalidad en el destino de los pueblos lo mismo que en el destino de los individuos; pero ahora que se inicia una nueva fase en la Historia, se hace necesario reconstituir nuestra ideología y organizar conforme a una nueva doctrina étnica toda nuestra vida continental. Comencemos entonces haciendo vida propia y ciencia propia. Si no se liberta primero el espíritu, jamás lograremos redimir la materia.[9]
            En palabras de Eduardo Galeano, lo que ahora tenemos prohibido los americanos es cruzarnos de brazos, la injusticia y la pobreza de nuestros pueblos no son un designio divino como lo pensaban los colonizadores, ni están escritos en los astros. América es el lugar en donde corren  los deseos y los años de revolución, tiempo de redención de nuestra conciencia y de nuestro fracaso histórico por liberarnos.  



[1] Hans Blumenberg, La risa de la muchacha tracia. Una protohistoria de la teoría,  Pre Textos, Valencia, 2006.
[2] Edmundo O`Gorman, La invención de América, Fondo de Cultura Económica, México, 2003.
[3] Enrique Dussel, 1492: El encubrimiento del Otro. Hacia el origen del “mito de la Modernidad”, Nueva Utopía, Madrid,1992.
[4] Edmundo O`Gorman, op.cit., p.49
[5] Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI de España, Madrid, 2009.
[6] Edmundo O`Gorman, op.cit, p.53                                                                                                                          
[7] Citado en  http://es.wikipedia.org/wiki/UNAM
[8] José Vasconcelos, La raza cósmica, Porrúa, México, 1995.
[9] Ibid. p.30

miércoles, 24 de octubre de 2012


Visión del  arte barroco bajo la lupa del neobarroco latinoamericano en la literatura cubana: Ideas, problemas y resistencia.

Arreola Ponce Eder Ignacio
Universidad Nacional Autónoma de México.
“… El Barroco representa, por su propagación y por su irradiación a otros países, uno de los momentos más trascendentales en la historia de las artes...”



Ángel Valbuena Briones

Introducción y Objetivos:


El arte ha sido a lo largo del tiempo, uno de las principales formas de expresión de las ideas humanas. En él se han reconocido movimientos ideológicos que han cambiado el rumbo de la historia misma. Bajo este concepto, pretendo hacer un acercamiento a lo que significa para tres especialistas latinoamericanos la expresión artística Barroca, éstos son Lezama Lima, Alejo Carpentier y Severo Sarduy.
Trataré de explicar  la forma en la que nos concebimos e identificamos  bajo los lineamientos estéticos de dicha corriente, considerada por algunos como una de las primeras manifestaciones de un arte hecho en nuestro continente.
En este trabajo la intención central será la de explicar la composición del arte barroco de éste lado del atlántico, la forma en cómo fue proyectado el arte  desde América hacia  los ojos del mundo.

Motivado por lo que escribe  Ángel Valbuena Briones pretendo  reconocer los factores que hacen única ésta forma de expresión, porque citando a Valbuena: “este estilo, (el barroco) que tuvo como sello caracterizante la voluntad de crear hacia el infinito, tuvo tres focos luminosos en las cortes de Madrid, México y Lima. Así la 'cosmovisión' barroca quedó establecida en las dos riberas del Atlántico, lo que da la pauta y perspectiva necesarias para poder entender por qué este arte es primordialmente  hispánico…1”,


I.                   Lezama Lima: composición  y elementos del arte americano.

Para poder hacer esta investigación, me ví en la necesidad de  tomar ideas del movimiento llamado “Neobarroco”, con la exposición de Lezama Lima, su visión desde un punto de vista estético, de arte, donde identifica  los elementos que enriquecen nuestra forma de entregarle al mundo nuestra “versión” de algo  propiamente europeo.

Pero antes de iniciar, me gustaría explicar ¿Qué se entiende como Neobarroco?, pues en términos prácticos, ésta es una corriente de reivindicación del barroco, época de gran interés para muchos intelectuales, debido a su repercusión cultural y social en América y a la necesidad de crear una ruptura con el barroco europeo. Citando a Irlemar Chiampi, las interpretaciones que hoy reivindican el Barroco en el ámbito europeo se expresan así:
“…pueden, sucintamente, remitirnos a dos posturas ante la modernidad y  a la postmodernidad. La primera consiste en reciclar el Barroco —vale decir: sus rasgos formales— para retomar el potencial de renovación y experimentación de las formas artísticas, una vez decretado el ocaso de las vanguardias. Ya para los que ven el espectáculo lúdicro de las formas barrocas como signo de una alteridad (re)emergente ante el colapso de los pensamientos del progreso y los finalismos de la Historia, esos reciclajes son nada más y nada menos que el síntoma de cierto pesimismo que caracteriza la era del “fin de las utopías» en este fin de siglo y de milenio.”2
El autor reconoce que el término de “neobarroco” ha sido usado frecuentemente para referirse a los ejercicios verbales de notables autores latinoamericanos como Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Severo Sarduy, entre otros. El neobarroco sería, así, una prolongación del arte y las literaturas modernas, una etapa crítica de la modernidad estética, porque según el autor,  tal vez nos encontramos frente a un nuevo avatar en la tradición de la ruptura. Porque como bien ya lo escribía, entre los años 1920 y 1950 un grupo de escritores latinoamericanos tuvo como principal preocupación descubrir y consolidar el lugar de América en la historia, su posición como modelo cultural y su identidad.

2 Irlemar Chiampi Cortez, La literatura neobarroca ante la crisis de lo moderno en  Criterios, La Habana, nº 32, 1994, pp. 171-183
Para comenzar con esta serie de ideas retomaré  a el gran poeta e importante critico de arte, Lezama Lima, “el más barroco entre los neobarrocos”3  quien aportó a esta inquietud del Neobarroco sus ideas sobre la cultura americana a través de toda su obra ensayística, especialmente en el ciclo de conferencias dictadas en  1957 en el Instituto Nacional de la Cultura en La Habana y recopiladas en La expresión americana, en especifico su ensayo  titulado "La curiosidad barroca". En este ensayo, nos encontramos frente a lo que Soraya Saba llama “una gran celebración del barroco latinoamericano”,4 distinguido precisamente por su diversidad cultural. Para Lezama Lima la configuración del Barroco  americano es producto de la transculturación, fundada en la fusión de las razas y las culturas, ya que considera entonces inaceptable el euro centrismo y el complejo de inferioridad por parte de los americanos ante la cultura de occidente.
Al situar el comienzo de nuestra cultura americana en el siglo XVII, 5 Lezama enfrenta las principales teorías historiográficas nacionalistas que fijaban en el Romanticismo, con la independencia del dominio español y portugués, nuestro nacimiento literario y artístico. Es importante destacar que  en "La curiosidad barroca" Lezama muestra que en América no había una unidad cultural, sino más bien una diversidad. Él propone incluso, con un americanismo un tanto exaltado, que el verdadero Barroco se realiza en la plenitud del Nuevo Mundo. Su argumentación se justifica con el sentido revolucionario que él atribuye a la estética barroca: la de una política de Contraconquista”6
3 Según Raúl Romero clasificar a Lezama como el más barroco de los barrocos del siglo XX responde a una interpretación cada día mas generalizada en la crítica iberoamericana: la vinculación entre narrativa y poesía americana y el arte barroco, no solo parte de la crítica sino que los propios artistas han reafirmado esta aseveración..en Raúl Romero Barroco y Neobarroco.  Naturaleza, apoteosis, dificultad, oscuridad. Babab, no. 22 noviembre 2003.
4La expresión americana: americanismo, transculturación y Barroco en el proyecto cultural de José Lezama Lima de Soraya Saba , en Torre de papel publicado en v.9 #2 -verano de 1999Dpto. de Español y Portugués de la Universidad de Iowa
5 Nuestro comienzo cultural estaría marcado por el proceso de ruptura y de unificación que define el arte de la contraconquista de los mestizos barrocos. Éstos son representados en el ensayo por dos figuras  paradigmáticas: el indio quechua Kondori y el mestizo brasileño Aleijadinho, ambos constructores y artesanos. La síntesis artística y cultural se completa en el campo de las letras con Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora
6 Lezama Lima comienza por ironizar la crítica europea de los años cincuenta sobre el Barroco, ya que  se apropia del conocido título de Weisbach, “El barroco: arte de la Contrarreforma”, para exponer su tesis de la "contraconquista". Con este término quiere mostrar que el Barroco americano, en lugar de dejarse influenciar por el espíritu conservador de la Contrarreforma, invirtió el signo y le ha dado un impulso rebelde y una proyección renovada.
De esta forma él expresa así la rebelión implícita de las formas barrocas, motivadas por la condición del colonizado, entendiendo que la contraconquista no es solamente una manera de apropiarse de la estética  barroca del colonizador, sino que también permite que en  las formas artísticas exista  la posibilidad de expresar las ideas rebeldes.7
Lezama  concluye que lo que distingue a la cultura de América Latina y a la de Europa es su proceso histórico y su componente racial. La cultura americana sería el producto de las síntesis "hispanoindígena" y la "hispanoafricana. 8
Al valorizar el Barroco hispanoamericano, Lezama destaca el periodo en que la mezcla y asimilación de razas y culturas a través del paisaje dio origen a una identidad y cultura propias. El poeta cubano intenta desmantelar la noción común aceptada por el hispanismo que quería ver en el Barroco americano un estilo que no era más que una forma europea enriquecida por la mezcla de razas.
 Por el contrario, para Lezama mientras el Barroco europeo era un juego de formas inertes, el nacido en suelo americano había dado origen a una cultura original, de esta forma es posible entender que mientras el barroco europeo se caracteriza por su "acumulación sin tensión" el barroco iberoamericano significa lo opuesto. Para Lezama el barroco no es un arte que se limita a la pura expresión formal, sino que posee un significado profundo. El barroco americano como estilo, abarca todas las formas imaginables de vida, desde el lenguaje hasta la comida, desde el vestuario hasta el sexo, es lo que se puede denominar como el barroco lezamiano

7 Pero si algo pude comprender es que hasta cierto punto la posición crítica de Lezama es un tanto ambivalente, y me explico,  por un lado, ubica al continente americano dentro de la gran tradición narrativa de occidente y, por otro, destaca la diferencia y la desconexión con Europa.  Y es que con frecuencia observamos en este ensayo que adopta el discurso europeo en su política de no rechazar y de valorizar los esquemas y paradigmas culturales europeos. Sin embargo, cuando en el texto de Lezama tratamos de separar el Barroco latinoamericano del europeo-español no logramos encontrar una verdadera divergencia entre uno y otro. Pareciera ser que al escritor no le interesa dejar clara la diferencia entre ambos, sino que más bien define el Barroco americano en términos de sus encrucijadas culturales.
8 Este multiculturalismo es esencial en la conformación y carácter rebelde del barroco americano, pues armonizaba perfectamente con el discurso transcultural de los años cincuenta. Esta idea también fue apoyada por Alejo Carpentier quien considera que la cultura barroca americana es de un estilo amorfo por la simbiosis y mestizaje que le caracteriza
II.                 Alejo Carpentier: simbiosis e identidad.

“Es decir, es un arte en movimiento, un arte de pulsión, un arte que va de un centro hacia fuera y va rompiendo, en cierto modo, sus propios márgenes […] Nos encontramos que en todos los tiempos el barroco ha florecido,  bien esporádicamente, bien como característica de una cultura […] ¿Y por qué es América Latina la tierra de elección del barroco? Porque toda simbiosis, todo mestizaje, engendra un barroquismo.”9
Andrés Kozel
                                                                                                            

Al inicio del trabajo titulado  Lo real y lo real maravilloso, Alejo Carpentier se apoya en las ideas de Eugenio D'Ors 10 sobre estilo histórico y espíritu barroco para concebir el barroco como una constante universal, un espíritu y no un estilo.
El barroco, explica Carpentier11, es un estilo caracterizado por “la profusión de volutas, roleos y adornos en que predomina la línea curva”12.
9 cita del texto del Dr. Andrés Kozel, titulado: Barroco americano y crítica de la modernidad burguesa en http://ru.ffyl.unam.mx:8080/jspui/bitstream/10391/592/1/17_kozel.pdf
10 Lo barroco, de Eugenio D’Ors, recoge su propuesta de reemplazar la noción de  “el Barroco” como categoría puramente histórica y restringida al ámbito de las artes plásticas, por la de “lo barroco “ , entendida como categoría filosófica, como ' constante histórica ' , contrapuesta a ' lo clásico .Lo barroco  debe ser entendido como expresión de una cierta actitud del hombre ante la vida, que cabe reconocer en múltiples manifestaciones del espíritu, en cualquier etapa de la historia de la humanidad. D’Ors sostiene que este término “designa aquella actitud del espíritu que obedece al ciego impulso espontáneo de la naturaleza. Y el autor, aunque propugna la primacía de  lo clásico  en cuanto expresión más plena del ser del hombre, no puede dejar de sentir la fascinación de  lo barroco, de esos juegos entre la sensibilidad y la inteligencia, en los que esta última debe salir victoriosa”. En Márquez Rodríguez, Alexis, Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, Tercer mundo editores, España, 1 ed. Pág. 587
11 Márquez Rodríguez cuenta una anécdota en su texto  titulado Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier,  y explica que para  un examen  universitario de la época sobre lo barroco, algún sujeto, lo definió como "simple estilo de casas construidas con barro". Acción que enfado a Carpentier quien consideraba al barroco como algo más que un estilo,” y es que en su texto, el barroco es “una pulsión creadora recurrente a lo largo de la historia y a lo ancho de la geografía; así serían barroco Rabelais y los templos de la India”.  En Márquez Rodríguez, Alexis, Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, Tercer mundo editores, España, 1 ed. Pág. 587.
12 Carpentier, Alejo. Ensayos. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987
El postulado esencial de la teoría de Carpentier es "América, continente de simbiosis, de mutaciones, vibraciones, y mestizaje, fue barroca desde siempre"13 y cita como ejemplo a el Popol Vuh y el Chilam Balam, además de las esculturas aztecas. Este elemento también se encuentra en su ensayo de Tientos y Diferencias, asegura que la raíz barroca se debe encontrar en el espacio americano y no en la estética del siglo XVII.:
Nuestro arte fue siempre barroco: desde la espléndida escultura pre-Colombina y el de los Códices, hasta la mejor novelística actual, pasándose por las catedrales y monasterios coloniales de nuestro continente. Hasta el amor físico se hace barroco en la encrespada obscenidad del "guaco peruano"   y continua diciendo que, “el plateresco entra en América y encuentra una mano de obra india que, de por sí, con su espíritu barroco, añade el barroquismo de sus materiales, de su invención, de los motivos zoológicos, vegetales y florales del nuevo mundo”. 14
Esto se resume el momento en que Carpentier se pregunta el por qué es América Latina la tierra de elección del barroco y es que reflexiona diciendo que “[...] porque toda simbiosis, todo mestizaje engendra un barroquismo. El espíritu criollo es de por sí un espíritu barroco. El barroquismo americano se crece con la criollidad, con la conciencia que cobra el hombre americano, sea hijo de indio nacido en el continente."15
Esta relación conceptual define, según Carpentier, la originalidad de América, la diferencia de americana tan ansiada y tan necesaria para encontrar el asidero identitario como proyecto moderno. Así lo expresa Carpentier sobre la identidad de América:
“Historia distinta, desde un principio, puesto que este suelo americano fue teatro del mas sensacional encuentro étnico que registran los anales de nuestro planeta. Encuentro del indio, del negro, y de europeo de tez más o menos clara, destinados, en adelante, a mezclarse, entremezclarse, establecer simbiosis de culturas, de creencias, de artes populares, el más tremendo mestizaje  que haya podido contemplarse nunca”.16
13 Carpentier, Alejo, Tientos y Diferencias, UNAM. México, 1966, Pág. 110.
14 ibídem
15 Márquez Rodríguez, Alexis, Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, Tercer mundo editores, España, 1 ed. Pág. 587
16 Carpentier, Alejo, La novela latinoamericana  en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos, Madrid, Siglo XXI, 1981, 2ª edición, pág. 81 en http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/666/66671310.pdf
III.               Severo Sarduy: barroco, formas y  crítica.
Sarduy construyó un discurso teórico, donde la reflexión semiótica y culturológica se mantiene en primer plano por encima de la vivencia del poeta o el entusiasmo del narrador. Como Lezama, y más aún como Carpentier, Sarduy asume el artificio barroco como inseparable de la lengua literaria en español y es que explica que  “He tratado de significar este universo con el mínimo de elementos: un vocabulario reducido, repetitivo, vaciado. El barroco es la tendencia natural del español. Vaciar la frase es postular, otra vez, la literatura como artificio”.17
Luis Álvarez Álvarez, explica en su  articulo sobre el autor, titulado Severo Sarduy y el neobarroco, que  el autor consideraba que hablar del barroco latinoamericano, es hablar desde una mirada “esencialmente culturológica en un sentido amplio que valora profundamente la interrelación entre el Barroco histórico y el desarrollo cosmológico de la época”.18
Si el cubano, como Carpentier, comprende que el Barroco se relaciona intensamente con una concepción del espacio, también percibe con nitidez que el Barroco, en tanto arte, no es la única reflexión humana que, en los siglos XVI y XVII, se concentra en este tema.
Su visión de la perspectiva barroca tiene una doble dimensión, a la vez culturológica y noética. Sarduy suscribe igualmente la vocación barroca y neobarroca de la América hispánica; de modo semejante, las transculturaciones del continente también son consideradas terreno fecundante para la aventura barroca de la cultura hispanoamericana. Porque en su  texto titulado El barroco y el neobarroco, explica que su intención es “calar muy hondo, tanto por su interés obsesivo en explicar la curiosidad barroca que Lezama había vivenciado poéticamente, como por su valoración de una serie de teorías que a fines del siglo XX, adquieren gran prestigio y por su reflexión sobre la cultura.”19
17 Severo Sarduy: “El barroco y el neobarroco”, en: Obra completa, ed. cit., pp. 1395-1396
18  escrito único en línea: http://www.cubaliteraria.com/delacuba/ficha.php
19 Severo Sarduy: “El barroco y el neobarroco”, en: Obra completa, ed. cit., pp. 1395-1396
Porque  si algo me ha gustado de Sarduy es que de cierta forma no se detiene  sólo en el tema del mestizaje, sino que se proyecta hacia un aspecto más  cultural que Carpentier ya había escrito, ya que explicaba que la profunda transculturación hispanoamericana ha conducido a una carnavalización intensa, donde continúan apareciendo inversiones de valores culturales, aprovechadas en la maquinaria cultural del continente. Para él, en nuestra América se construye un ámbito destinado a una multiplicidad de dialogismos (lingüísticos, míticos, rituales, arquitectónicos, culinarios, etcétera.
Él se auto coloca muy cerca del puente conector entre la reflexión hispanoamericana y la euro-americana,  ya que anticipa que su pensamiento sobre el Barroco histórico se proyecta inconscientemente a preparar el camino al debate sobre la posmodernidad.
Como bien lo explica el autor Irlemar Chiampi: “Artificio y metalenguaje, enunciación paródica y auto-paródica, hipérbole de su propia estructuración, apoteosis de la forma e irrisión de ella, la propuesta de Sarduy ,selecciona entre los rasgos que marcaron el barroco histórico los que permiten deducir una perspectiva crítica de lo moderno” 20.
Esto debido a que Sarduy insiste en la relación entre Hispanoamérica y el Barroco, puesto que adelanta una explicación asentada en su propósito culturológico y, al hacerlo, subraya la interrelación entre el exceso y el vacío, la agresión continua al lenguaje y la ambición de establecer una gramática:
“El barroco, sobreabundancia, cornucopia rebosante, prodigalidad y derroche, de allí la resistencia moral que ha suscitado en ciertas culturas de la economía y la mesura, como la francesa, irrisión de toda funcionalidad, de toda sobriedad, es también la solución a esa saturación verbal, al trop plein de la palabra, a la abundancia de lo nombrante con relación a lo nombrado, a lo enumerable, al desbordamiento de las palabras sobre las cosas”.21

20 Chiampi Cortez, Irlemar. Barroco y Neobarroco. Fondo de Cultura Económica, México, 1999
21 Irlemar Chiampi: “La literatura neobarroca ante la crisis de lo moderno”, en: Criterios. Revista de Teoría de la Literatura y las Artes, Estética y Culturología, La Habana, número 32, cuarta época, julio-diciembre de 1994, Pág.

IV.                     Reflexiones finales
Creo que he expuesto las ideas principales de los autores que me han interesado y que me ayudaron a armar este trabajo,  una de las  frases que me gusta para cerrar esta investigación es la que enuncia Chiampi, que dice que “ mediante las revisiones, las relecturas y, sobre todo, las reivindicaciones del barroco han propiciado, en las últimas décadas, la aparición de varios puntos de vista para reconsiderar la crisis de la modernidad, así como para prestar apoyos técnicos para investigar el fenómeno del postmodernismo”22
Desde luego, la intensificación del interés por el Barroco desde los años 70, coincide con el gran debate sobre la postmodernidad. Así, el reconocimiento de que el Barroco puede insertarse en la fase terminal o de crisis de la modernidad como una especie de encrucijada de nuevos significados, favorece el presentimiento de un nuevo arte en el sistema cultural que se instala en la tercera revolución tecnológica y los efectos del capitalismo avanzado de la era postindustrial.
Si bien Carpentier, al inicio de los años 60, asoció el barroquismo verbal de sus novelas a una interpretación del continente americano como mundo de “lo real maravilloso”, o desde que se difundieron los conceptos poéticos de Lezama Lima, arraigados su “Curiosidad barroca”, en una reflexión radical, atribuía el origen del devenir mestizo y la razón de la continuidad de la cultura latinoamericana.
Ha sido Severo Sarduy el escritor que pudo recoger esa tradición reivindicatoria de los maestros cubanos y desarrollar su propia teorización en el marco de los cambios culturales de los años 60, o sea, cuando la crisis de lo moderno comienza a desalojar el discurso intimidatorio de la razón. Y concluyo con una cita de Severo Sarduy, que dice que  “el barroco actual, el neobarroco, refleja estructuralmente la in-armonía, la ruptura de la homogeneidad, del logos en tanto absoluto, la carencia que constituye nuestro fundamento epistémico. Neobarroco del desequilibrio, reflejo estructural de un deseo que no puede alcanzar su objeto, deseo para el cual el logos no ha organizado más que una pantalla que
22 Irlemar Chiampi: “La literatura neobarroca ante la crisis de lo moderno”, en: Criterios. Revista de Teoría de la Literatura y las Artes, Estética y Culturología, La Habana, número 32, cuarta época, julio-diciembre de 1994, Pág. 19
 esconde la carencia (...) Neobarroco: reflejo necesariamente pulverizado de un saber que sabe ya que no está apaciblemente cerrado sobre sí mismo. Arte del destronamiento y la discusión”  22
Como cierre de esta investigación me gustaría compartir la frase de Samuel Arriarán que dice:
“La América hispánica es la tierra de todos los sincretismos, el “continente de lo híbrido y de lo improvisado”. Hay que aclarar que en esta reinterpretación histórica no hay nada de burla o desprecio. Al contrario, se trata más bien de revalorar proyectos con los cuales  afrontar mejor los problemas del mundo actual que hoy nos están llevando a la catástrofe  de todo el planeta o a una especie de barbarie generalizada.”23
















22 Chiampi Cortez, Irlemar. Barroco y Neobarroco. Fondo de Cultura Económica, México, 1999
23  Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco, México, Era / UNAM, 1998, p. 16. Echeverría
toma la cita de la obra de Sarduy titulada Barroco. cita del texto del Dr. Andrés Kozel, titulado: Barroco americano y crítica de la modernidad burguesa  en  http://ru.ffyl.unam.mx:8080/jspui/bitstream/10391/592/1/17_kozel.pd
Bibliografía:
  • La expresión americana, (1ª ed. La Habana, 1957) en José Lezama Lima, Obras completas, t. II. México, Aguilar, 1977. Pág. 302 333


  • Carpentier, Alejo. Ensayos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1987


  • Carpentier, Alejo, Tientos y Diferencias, México, UNAM, 1966, Pág. 110


  • Chiampi Cortez, Irlemar. Barroco y Neobarroco, México, Fondo de Cultura Económica,  1999

  • Irlemar Champi: “La literatura neobarroca ante la crisis de lo moderno”, en: Criterios. Revista de Teoría de la Literatura y las Artes, Estética y Culturología, La Habana, número 32, cuarta época, julio-diciembre de 1994, Pág. 17

  • Raúl Romero Barroco y Neobarroco.  Naturaleza, apoteosis, dificultad, oscuridad. Babab, no. 22 noviembre 2003

  • Soraya Saba, La expresión americana: americanismo, transculturación y Barroco en el proyecto cultural de José Lezama Lima, en Torre de papel publicado en v.9 #2 -verano de 1999Dpto. de Español y Portugués de la Universidad de Iowa

  • Márquez Rodríguez, Alexis, Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, España, Tercer mundo editores , 1 ed. Pág. 58

  • Severo Sarduy: “El barroco y el neobarroco”, en: Obra completa, ed. cit., pp. 1395-1396

Páginas Web:
·         http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/15/TH_15_123_243_0.pdf consultada el  8 febrero 2010