lunes, 5 de noviembre de 2012


UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Colegio de Estudios Latinoamericanos
Zwuany Castro Vaca
Desenvolver: “Tito Yupanqui, escultor indio”,
un ensayo de Guillermo Francovich
5, marzo, 2010


Introducción
El objetivo de éste breve trabajo, es la argumentación de cuáles son las características literarias del texto de Guillermo Francovich, dictado como conferencia en La Paz, en 1945, intitulado “Tito Yupanqui, escultor indio”, que lo hacen pertenecer al género ensayo,  en la primera parte del trabajo, situaré al lector en un contexto boliviano, trazaré a grandes rasgos, la dinámica histórica y las líneas de discusión del pensamiento boliviano de la primera mitad del siglo XX, puesto que el ensayo, ciertamente, entra en diálogo con esta literatura,  en segundo lugar, analizaré el ensayo mencionado, utilizando como marco de referencia, por un lado, la especificidad del género ensayo para Hispanoamérica, y por otro lado, algunos rasgos del pensamiento de Guillermo Francovich, que nos acerquen a una comprensión, más profunda del ensayo. 

I
Pensamiento boliviano de la primera mitad del siglo XX
Durante la primera mitad del siglo XX Bolivia asiste a una serie de catástrofes económicas y políticas. En primer lugar, los efectos de la crisis del capitalismo mundial de 1929, que golpearon fuertemente el precio mundial y el volumen de la exportación del estaño, mineral del que dependía la economía nacional, y que aseguró la prosperidad de centros urbanos, y el crecimiento de industrias ligeras de materias primas semielaboradas en La Paz, Oruro y Cochabamba. La economía del estaño, era administrada por una elite minera, o “Rosca minera”, como la calificaría  la opinión pública, de la que sobresale Simón Iturri Patiño, un cholo que estableció un complejo minero en “La Salvadora”, una mina de estaño, situada en el cantón de Uncía, como señala Klein Herbert, “debido a la repugnancia de Patiño y otros nuevos magnates del estaño, de verse involucrados en la política nacional boliviana, ésta fue dirigida por una creciente elite de profesionales urbanos de alta clase media, y de hacendados provincianos.”[1]
     Posteriormente, conforme caían los mercados internacionales, después de 1929, el excedente de la producción del estaño, respecto a la demanda de consumo mundial, y su ulterior  almacenamiento, obligaron a Patiño, como a los otros productores internacionales, a ceder sus poderes a los gobiernos nacionales, este movimiento, puso al gobierno boliviano en el control de su principal industria, pero también, ligó abiertamente a los barones del estaño con los asuntos nacionales. El empobrecimiento general de la década de 1930, es decir, los rasgos semicoloniales de la sociedad boliviana, cuya agricultura, por el sometimiento a los campesinos, poseía rasgos semifeudales, en la que las ciudades conservaban actividades semiartesanales, y quebraron la mayoría de las industrias incipientes, además la propiedad rural y urbana sufrió una desvalorización, se sumaron a la derrota militar de la Guerra del Chaco en 1932, en la que Bolivia pierde el territorio del Chaco Boreal, a manos de Paraguay. A grandes rasgos, según Luis Antezana, la disputa  bélica entre Bolivia y Paraguay por el Chaco Boreal, fue resultado de un conflicto básico sobre terrenos petrolíferos, entre la Standard Oil Company of New Jersey, con el apoyo de concesionarios bolivianos, y la Royal Dutch Shell, con base en Paraguay, por lo demás, el belicismo del presidente Salamanca, se apoyó de las tensiones provocadas por la depresión mundial, y orientó el descontento general contra el Paraguay.[2]
     El panorama socioeconómico que esbocé, converge con otros dos hechos históricos que marcaron el pensamiento latinoamericano, en primera instancia, el influjo continental  de las ideas antiimperialistas de la década de 1920, y la sucesiva formación de las tres organizaciones más importantes de ésta corriente: La Liga Antiimperialista de las Américas, (México, 1925) La Unión Latinoamericana (Buenos Aires, 1925)  y la Alianza Popular Revolucionaria, cuyas primeras células las formaría Haya de la Torre en Europa. A grandes rasgos, la corriente antiimperialista se afirmó dentro de la cultura oligárquica, en la que las retóricas positivistas y cosmopolitas de las oligarquías criollas, sobre los “progresos” en los órdenes nacionales e internacionales, parecían llegar a su fin, así que nuevas ideas e imágenes anticolonialistas, “de la barbarie y el salvajismo, con las que la modernidad colonial y oligárquica devaluaba a los pueblos no occidentales”, [3] se fueron configurando, entre jóvenes radicales de vocación americanista de la generación de Julio Antonio Mella y José Carlos  Mariátegui, entre otros. En segundo lugar,  los ecos del movimiento de la Reforma Universitaria, que inició en la ciudad de Córdoba en 1918, pero que llegaría a Cochabamba hasta 1928, donde sufrió una cruenta represión, sobre éste movimiento se formó la Federación Universitaria Boliviana, que protagonizó políticamente en el contexto de la posguerra del Chaco, que es el propio de la formación de organizaciones campesinas y obreras, imbuidas de cierto nacionalismo popular revolucionario.   
     Las condiciones en las que concluyó el conflicto de la Guerra del Chaco, estimularon el deseo de las fuerzas opositoras para acabar con “La vieja Bolivia”, sus instituciones y partidos políticos tradicionales, Ferran Gallego, observa en este periodo una “marea socializante”, refiriéndose a la formación de nuevos partidos políticos, que reivindicaran la idea del socialismo, entre éstos está el Partido Obrero Revolucionario, fundado en 1934, por Aguirre Gainsborg y Tristán Marof, también el Partido de la Izquierda Revolucionaria, fundado en 1940, por José Antonio Arze, por otro lado, la Falange Socialista Boliviana. Junto a estos partidos propiamente dichos, la postguerra asistiría al nacimiento de organizaciones de carácter sindical, algunas, corporativo otras, que tendrían notables índices de afiliación y una gran capacidad de presión política sobre el ejecutivo. “Fruto directo de la guerra fue, por ejemplo, la Legión de Ex-Combatientes, a la que se sumarían grupos específicos, como la Asociación de Ex-Prisioneros y la Asociación Mutilados e Inválidos de Guerra.”[4] Asimismo surge la unificación de los sindicatos en la Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia, en noviembre de 1936, que dos años más tarde se afiliaría a la Confederación de Trabajadores de América Latina y, posteriormente  la consolidación de la Federación Universitaria Boliviana, cuya IV Convención, celebrada en 1938, la convertiría en una de las principales plataformas de la izquierda marxista.
     Según Silvia Rivera Cusicanqui, la guerra alimentó la conciencia social y pro-indigenista de los sectores criollos urbanos, debido al contacto entre combatientes  indios y reclutas  mestizo-criollos, de la misma forma, el movimiento de caciques de las zonas comunitarias del Altiplano y de los Valles, y el movimiento sindical de los colonos cochabambinos ampliaban su convocatoria, ganando solidaridad ante sus postulados. Sin embargo, las percepciones colectivas del indio sobre la nación que le reclamaba su sangre fueron un tanto ambiguas:
Por un lado, se sabe que muchos indios “revoltosos” fueron reclutados coactivamente en una verdadera cacería organizada por los terratenientes y el ejército, a la manera de las levas que realizaban los ejércitos  caudillistas durante el siglo XIX. Pero, por otro lado, la convocatoria a la ciudadanía incluía por primera vez al indio explícitamente. Los indios que volvieron  de la guerra tuvieron luego argumentos más legítimos ante sus ex camaradas criollos para hacer valer sus derechos como ciudadanos, en especial su derecho como propietarios -comunales o privados- de la tierra.[5]

     En consecuencia, los elementos de ruptura, tanto política y como social que presenté en esta breve síntesis histórica, se recuperan en la literatura boliviana de la primera mitad del siglo XX, a través de sus principales figuras que fueron, según Carlos Piñeiro: el Estado nacional, y las opciones de construirlo, a partir de lugares comunes para los ciudadanos, por otro lado,  los pueblos indígenas, su valor histórico, cultural y político para Bolivia, pero también, la exaltación del paisaje  andino. En particular, la figura  del Estado nacional en Bolivia, a partir de la derrota de la Guerra del Chaco, es tratada alrededor de una nueva lectura del orden institucional; en medio de una sociedad semicolonial, como ya vimos, se evidencia la debilidad del Estado, cuya obligación primordial era preservar el territorio, posteriormente, la historiografía planeó la tesis de que el Estado-nacional en Bolivia, correspondía al mercado interno generado en torno al área capitalista minera.
     El pensamiento boliviano en las primeras décadas del siglo XX, según Piñeiro, se impulsa de una nueva actitud hacia el pasado y el presente nacionales que son puestos en cuestión, y que originaron una gama de conceptos. Entra en escena la llamada “Generación del Chaco”, también heredera de un resquebrajamiento en dos aparatos culturales, por un lado, surge una prensa no sólo independiente sino comprometida con una visión de los problemas culturales, y que apelaba a las mayorías nacionales;  por otro lado, en la universidad surgen facciones de intelectuales dispuestas a romper con la funcionalidad del conocimiento. Las líneas del debate intelectual de las primeras décadas del siglo XX en Bolivia, son las de la identidad nacional, vale decir que el pensamiento de estos años, se construye sobre las críticas al Estado nacional que había fallado en la Guerra del Chaco.
     En primer lugar aparece la crítica a la incapacidad de lograr la integración nacional por medio de la educación. Este debate lo protagonizan, bajo una tendencia positivista: Daniel Sánchez Bustamante, y por otro lado, Franz Tamayo con su pedagogía indígena, que plantea no la escolarización de la población indígena, sino la permisibilidad de que reconstruyan su propio estilo de vida. La segunda línea de crítica y debate, es en relación a la incapacidad del Estado nacional de construir un mercado interno, aquí destaca el antiimperialista Tristán Marof, uno de los críticos más agudos, de la política y la economía bolivianas, en varios artículos y ensayos, hablará tempranamente, de la necesidad de nacionalizar las minas, para administrar la exportación de los minerales. En tercer lugar, asoma el valor cultural de los pueblos indígenas, que se expresó en la preocupación de intelectuales progresistas, que intentaron redescubrir al indio, ya que en Bolivia no triunfó el mito del mestizaje, al contrario, existe una terrible discriminación por el sujeto mestizo: el cholo, al que se le atribuyen defectos psico-sociales como resultado de la mezcla de “razas”; como sabemos, la afirmación racial en Bolivia es un discurso que se justifica fuertemente, y que encuentra impulso en intereses económicos elitistas, hasta el día de hoy. Sin embargo, bastante antes que la antropología cultural se estableciera como disciplina, los pensadores bolivianos comenzaron la exaltación romántica de la cultura autóctona, por ejemplo, en la ambientación indígena de algunas novelas de costumbres, aunque muchas veces los personajes cargaran problemáticas ajenas a lo indio. “El ensayo indigenista boliviano es de una gran riqueza, en la cual pueden distinguirse una tendencia irracionalista muy fuerte –que está en la base de la original mística de la tierra- y otra más convencional, que procura incorporar la problemática indígena a estrategias modernizadoras”.[6] La producción del indigenismo literario es amplia, lo abordaron: Antonio Díaz Villamil, Alfredo Guillé Pinto, Saturnino Rodrigo y Luis Toro, en general, podemos hablar de un tránsito de la poesía indígena y paisajista, hacia la novela social, de Néstor Taboada Terán o de Alcides Arguedas. En cuarto lugar, está el tema del mestizaje, a grandes rasgos, según Piñeiro, en Bolivia se constata una aceptación al sujeto mestizo idealizado, paralela a un rechazo hacia el sujeto mestizo concreto: el cholo, los autores significativos de este esfuerzo, de sustentar una historia común con caminos a la integración son: los pioneros José de Mesa y Teresa Gisbert, quienes sistematizaron las pruebas de un arte sincrético, también está Roberto Prudencio, fundador y director de la revista Kollasuyo, Humberto Palza, Guillermo Francovich y Augusto Céspedes. Finalmente, en estos años, surge una tendencia a historiar la República, en este punto están los trabajos de Isaac Tamayo, sobre Melgarejo, y los de Ismael Vásquez,  sobre Murillo, asimismo la obra de Carlos Montenegro, quien revisó la propia construcción de la nación. Hasta ahora tenemos una imagen, del contexto y las líneas de discusión, coetáneas al ensayo de Guillermo Francovich que analizaré a continuación.

II

“Tito Yupanqui, escultor indio” un ensayo de Guillermo Francovich

En principio, como señala Alberto Paredes, América ha inspirado un género literario que le es prácticamente contemporáneo: el ensayo.[7] A partir de 1900, según Medardo Vitier,  se inicia el cultivo sistemático del ensayo en Hispanoamérica; el crítico cubano considera que el ensayo examina la hispanidad, (en su tradición colonial) y van gradualmente penetrando en otros problemas. Desde su “descubrimiento”, su largo período colonial y su obstaculizado proceso independiente: “América es un Ensayo”, retomando el titulo de un trabajo de Germán Arciniegas. Así pues, según la marcha histórica y el pensar, a saltos y urgencias, el ensayo se ha tomado, como la forma idónea para plasmar la peculiaridad del desarrollo del trabajo crítico hispanoamericano; al decir de Medardo Vitier, el ensayo representa en los autores de más relieve, la conciencia de sus respectivos países, al ser una expresión de madurez en las culturas.[8] 
   Como es sabido, los pensadores y ensayistas de Hispanoamérica,  han compartido su quehacer intelectual, profesional y literario, con el periodismo cultural y político, con cargos públicos,  con actividades revolucionarias, en bastantes casos, y con la docencia; Guillermo Francovich, en particular, además de ser un gran conocedor e historiador de la filosofía, fue un diplomático que representó a  Bolivia durante algunos años: en 1930 estuvo en  Lima, al año siguiente fue enviado como secretario ante la Liga de las Naciones, en 1933 participó igualmente como secretario de la Embajada de Bolivia en la Séptima Conferencia Panamericana de Montevideo, y desde 1934 a 1940, desempeñó cargos en la Embajada de Bolivia en Río de Janeiro.[9]
     La aspiración general de los ensayos hispanoamericanos, es producir un impacto en la sociedad. En ese sentido,  según  José de Onís, “el ensayo hispanoamericano es una literatura funcional: está definido más por el contenido que por la forma, y ese contenido está comprometido con la interpretación de numerosas realidades de Hispanoamérica”,[10] dentro de esta tendencia, podemos ubicar, “Tito Yupanqui, escultor indio”, un ensayo de Guillermo Francovich, el contenido del mismo, teniendo en cuenta el pensamiento filosófico de Francovich, puede ser calificado como un humanismo cultural. Introduzcámonos pues al análisis del ensayo.
      En primer lugar, el ensayo comienza con la recapitulación de una crónica de un fraile chuquisaqueño del siglo XVII, Fray Antonio de la Calancha, en la que se relata, la historia del indio Tito Yupanqui, creador de la virgen de Copacabana, en la cual se plantea, que la escultura de Tito Yupanqui, fue resultado de un milagro divino, a partir de que el indígena pidió la ayuda de Dios. Con un  tono sumamente didáctico, Guillermo Francovich introduce su opinión sobre el hecho que se describe en la crónica: “No fue un artista de los de máxima talla, sin duda. Pero tuvo un ideal y realizó obras bellas. Su escultura aportó expresiones y modalidades indígenas, un frisson nouveau como diría un crítico francés, dentro del arte hispánico que se cultivaba en la Colonia.”[11] A partir de esta introducción, Francovich anuncia, los temas que se trataran en cuatro breves apartados: 1) La aparición del artista en Copacabana que entonces parecía no ofrecer ningún estímulo para el arte, 2) la lucha de Tito Yupanqui para vencer su propia dificultad de expresión artística,  3) el milagro que, según Calancha, convirtió el trabajo informe en magnífica obra de arte, y en último lugar 4) la relación entre la vocación artística del indio y su fervor religioso.
     El impulso que predomina en el ensayo, es el de persuadir al lector, con un tono muy cordial, y muy didáctico de la opinión de Francovich, sobre una problemática contemporánea: el valor de los pueblos indígenas en la cultura nacional, en ese sentido, la crónica del siglo XVII es un recurso que brinda la condición abstracta del ensayo, utilizada de forma superficial y sin alguna metodología. Sobre este punto, conviene aclarar que para Francovich, “la cultura es un conjunto de elementos por los cuales un país manifiesta la conciencia de sí mismo y la razón de su ser. Es un patrimonio espiritual. Da sentido a la existencia, define los valores y las ideas de los pueblos.”[12]
     En el primer apartado Francovich establece un puente entre la crónica del siglo XVII y los debates contemporáneos entorno al significado que tiene el arte en las sociedades. Según Fray Antonio de la Calancha, fue la voluntad de Dios, que quería poner un santuario católico en lugar del Templo del Sol en Copacabana, la que permitió tan grande escultura, en contraste, Francovich opina, que toda vocación artística es algo prodigioso, por eso Tito Yupanqui fue tan genial como los artistas del Renacimiento italiano: “El arte, por lo general, se nos figura una expresión de lujo. [...] Nos asombra que Tito Yupanqui, que de seguro tenía apenas un modesto rancho y pobres ropas para cubrirse, en esa playa de humildes pescadores que era Copacabana, diera, como dice Calancha, en ‘querer hacer un bulto a su amada señora’”.[13] En opinión de Guillermo Francovich: “El arte es honda necesidad humana. Sus valores brotan dondequiera que se busque un goce desinteresado y puro. Por eso no hay pueblo, por muy atrasado que sea, que no lo cultive de algún modo”.[14] La voluntad critica, disidente, del ensayo Francovich la logra, dignificando constantemente la historia indígena, en oposición a la crónica de Fray Antonio de la Calancha: “Los indios no carecían de arte. Por el contrario, tuvieron una variada actividad estética. Basta recordar sus templos, sus ceremonias, sus danzas y canciones, sus trajes suntuosos, para convencerse de ello.”[15]
     Sin duda, se trata de un ensayo literario, escrito en prosa, en el que se exponen ideas imbuidas del yo autoral, en ese sentido, Guillermo Francovich, sostiene que existían elementos autóctonos para estimular el entusiasmo de Tito Yupanqui por el arte, este argumento se fortalece con una imagen[16] del paisaje andino, sugerida de manera simbólica: “Podemos imaginar fácilmente al pequeña Tito Yupanqui, de ojos oscuros y rasgados, bajo el cielo andino profundamente azul, con la mirada perdida sobre las aguas del Titicaca, soñando con creaciones cuyas formas surgían confusamente en su espíritu […] Tal vez en sus viajes por los caminos del Altiplano sus miradas se posaron en las ruinas misteriosas del Tiahuanacu.”[17]
     En su obra, Francovich apeló a la importancia del paisaje boliviano, desde una perspectiva spengleriana: “la tierra, el paisaje, lo telúrico, tiene una especie de espíritu y actúan sobre el hombre creando formas de vida individuales y sociales, dando nacimiento a tipos culturales con fisonomía tan propia como los ambientes culturales que los han producido”.[18] Por lo demás, en este apartado, Francovich abunda sobre los detalles de la voluntad artística de Yupanqui, plasmados en su escultura de la virgen de Copacabana: “la piel trigueña y ojos almendrados, rasgos que tenían las mujeres que él conocía”[19]. Aquí lo más importante es que Francovich, se hace parte de los ensayistas hispanoamericanos de la primera mitad del siglo XX, que hablaron sobre el progreso espiritual y moral de sus culturas nacionales, además, intenta resolver una problemática categóricamente hispanoamericana: la unión de lo indígena con lo europeo, y aquí aparece, uno de los rasgos característicos del pensamiento filosófico de Francovich: la suma de los aportes clásicos y del cristianismo, con los de los pueblos indígenas bolivianos. “Lo que aporta Francovich es una recuperación depurada de ideas provenientes del telurismo y del indigenismo, que intentan la afirmación nacional del indio, y otorga a esas ideas categoría universitaria.”[20] Por ello considera, a Tito Yupanqui como el precursor del arte nacional: “Tito Yupanqui tiene que ser considerado el precursor si no el creador del arte nacional. Nacido en esta tierra, habiendo formado su personalidad artística en las ciudades altiplánicas llego a producir una obra en que el modelo europeo encarnaba el espíritu indio.”  [21]
     El segundo apartado está dedicado al tema de la inspiración artística. Como ya vimos, el ensayo está construido entre fragmentos de la crónica del siglo XVII, y la opinión personal de Francovich, anclada en el contexto histórico contemporáneo, particularmente, en diálogo con la literatura boliviana de la primera mitad del siglo XX, sobre este movimiento, pues, se expone la evolución artística de Tito Yupanqui:
Este combate entre la inspiración y la creación […] es impresionante en la vida de Tito Yupanqui. Calancha cuenta que el artista modeló primero “un tosco, feo y desperfeccionado bulto”. […] Humillado, el indio dejó su aldea y se trasladó a Potosí, que era entonces la ciudad que por su riqueza y por su crecida población, atraía a todos los artistas que venían a la América del Sur. Allí el indio visitó iglesias, altares y conventos. […] Parece que fue en Potosí donde tuvo Tito Yupanqui la definitiva consciencia de su vocación.[22]        

     En el tercer apartado, el más breve, Francovich ridiculiza un poco, la fe de Fray Antonio de la Calancha, sobre la intervención de Dios, en la realización de la escultura, en cambio, Francovich le da un tratamiento moderno al mismo hecho, y reitera su simpatía con el aprendiz indígena, al decir de Francovich: “artista apasionado y lleno de talento, modelo admirable de los hombres de su laya. En realidad la virgen de Copacabana, como obra de arte, no es más prodigiosa que cualquier obra de arte. Se produjo con ella el milagro de toda creación artística”. Como se ve, el tratamiento de Tito Yupanqui, por parte de Guillermo Francovich, abandona el rigor analítico, por cierta convicción acrítica, lo cual es específico del género ensayo.
     Llegamos al cuarto y último apartado, en el que Francovich aborda un debate que pertenece a los historiadores y críticos del arte: “el discutido tema de si el arte tiene una misión aparte de la belleza”.[23] En este caso se trata de interpretar a Tito Yupanqui como un devoto subordinado a la religión, o como un esteta obstinado, bajo este dilema, Francovich sugiere didácticamente una concepción personal del arte y los artistas:
El arte esta, como toda autentica actividad del espíritu, plantado en la realidad. El artista vive la realidad áspera y rigurosa de su época y sobre esa realidad edifica otra más pura […] El artista al tomar un tema religioso en los tiempos de fe o un tema político en las épocas de renovación social, no lo hace porque el arte sea “sirviente” de una u otra forma de la existencia humana. […] la esencia de su temperamento está en que esos problemas no se colocan para él en el primer plano sino que más bien se subordinan a sus ideales estéticos […] Así Tito Yupanqui que hizo la imagen de la virgen de Copacabana a mediados del siglo XVI, tal vez haría hoy la de un indio trabajador y en sus ojos pondría una expresión de angustia, Pero en ningún momento estaría dispuesto a dejar, por amor a la religión o a la política, su grande pasión por la belleza eterna y luminosa.[24]       

     En conjunto, el texto es un espacio de análisis y discusión, otro rasgo característico del ensayo, me parece que es un ejercicio meticuloso, porque se basa en la lectura de una crónica del siglo XVII, pero también, este recurso serio, erudito, fortalece el impulso persuasivo del ensayista. Como ya vimos, intelectuales contemporáneos a Francovich, después de la Guerra del Chaco, sustentaron la idea del mestizaje, muchas veces a través del estudio del período colonial y de las crónicas de los misioneros religiosos, evidentemente, después de una catástrofe político-social, surgió la necesidad de preguntarle a la historia: ¿qué pasó en el pasado?, en ese sentido, creo que el ensayo está dirigido al ámbito de la “ciudad letrada”, es decir, a intelectuales, historiadores, universitarios en general. Los paradigmas del ensayo son, uno histórico, Tito Yupanqui, en representación de los pueblos indígenas, que Francovich esboza  apoyado de la filosofía de los valores: “indio ardiente y apasionado”, ejemplo de “lo que el arte significa en la vida de los hombre, de lo que representa el esfuerzo, la voluntad creadora frente a las resistencias exteriores”.[25] También aparece una imagen abstracta, el paisaje andino, retratado de manera simbólica: el lago Titicaca, los caminos del Altiplano, las ruinas del Tiahuanacu. La vos de Fray Antonio de la Calancha, se subordina al “yo ensayístico”. 

Conclusión
A lo largo de esta pequeña investigación pretendí mostrar el contexto boliviano de la primera mitad del siglo XX, revisando los hechos económicos, políticos y  sociales, que influyeron claramente en el pensamiento y la literatura del periodo. Partiendo de las consecuencias de la crisis mundial de 1929, que Bolivia enfrentó con una guerra: la Guerra del Chaco, observamos los elementos de ruptura social y política con el sistema oligárquico tradicional, que evidenciaron la debilidad del Estado, y potenciaron el pensamiento boliviano, que giro entorno a la indagación de la identidad nacional. Sobre la base de este recorrido, propuse una lectura de un ensayo de Guillermo Francovich, intitulado “Tito Yupanqui, escultor indio”, mis herramientas teóricas fueron, principalmente, Alberto Paredes, John Skirius y Medardo Vitier. Resumidamente, el texto pertenece al género de ensayo literario, porque se lee de una sola sentada, posee un tono didáctico en la exposición de su punto de vista, que en este caso se dirige, a través de la figura de Tito Yupanqui, al valor de los pueblos indígenas para la cultura nacional, recurriendo implícitamente a la idea de mestizaje, Francovich opina que Yupanqui es el creador del arte nacional, también examina los conceptos de arte y artistas de manera flexible, sin alguna metodología, más bien recurre a puentes básicos entre imágenes y conceptos, como entre el paisaje andino y la expresión estética. La base de su reflexión es una crónica del siglo XVII, un recurso erudito que sugiere una opinión meticulosa. Igualmente el ensayo es un ejemplo típico de sus análogos hispanoamericanos, al referirse a la cultura nacional y la unión entre lo indígena y lo europeo. Vale decir que el ensayo se dirige al ámbito académico.

Bibliografía:
- Antezana, Luis, “Sistemas y procesos ideológicos en Bolivia (1935-1979)” en: René Zavaleta Mercado (coordinador), Bolivia hoy, Siglo XXI Editores, México, 1983.
- Cusicanqui, Rivera Silvia, Oprimidos pero no vencidos Luchas del campesinado aymara y quechua de Bolivia 1900- 1980, Naciones Unidas, Ginebra, 1986.
- Francovich, Guillermo, “Tito Yupanqui, escultor indio”, en http://www.ensayistas.org/, consultada el 15, de octubre, de 2009.
 -Gallego, Ferran, “La posguerra del Chaco en Bolivia 1935-1939 Crisis del Estado liberal y experiencias de reformismo militar”,  en www.raco.cat/index.php/BoletinAmericanista/article/view/98458/146083,
Consultada el 2, marzo, 2010.
- Gómez Martínez, José Luis, “Guillermo Francovich El hombre y su obra”, en http//www.ensayistas,org/, consultada el 20, de octubre, de 2009. 
-Herbert Klein, Orígenes de la revolución nacional boliviana La crisis de la generación del Chaco, Grijalbo, Conaculta, 1985.
- Melgar Bao, Ricardo, “El Universo simbólico de una revista cominternista: Diego Rivera y El Libertador” en: El Libertador Órgano de la Liga Antiimperialista de las Américas, Edición facsimilar digital, UNAM / FFyL / CELA / CONACULTA · INAH /
CEMOS.
-Página web: http://www.ensayistas.org/. Consultada el 15 de octubre de 2009.
-Paredes, Alberto, “Pequeño ensayo sobre el ensayo” en El estilo es la idea Ensayo literario hispanoamericano del siglo XX Antología crítica, México, Siglo XXI, 2008.
-Piñero, Iníguez Carlos, “Guillermo Francovich: desde la filosofía y los mitos de Bolivia, un humanismo cultural americano” en Desde el corazón de América El pensamiento boliviano en el siglo XX, La Paz, Plural editores, 2004.
-Skirius, John, “Este centauro de los géneros” en El ensayo hispanoamericano del siglo XX, México, FCE, Tierra Firme, 2004.
-Vitier, Medardo, “El ensayo como género” en Del ensayo americano, México, FCE, 1945, en: http://www.ensayistas.org/. Consultada el 15 de octubre de 2009.





[1] Klein Herbert, Orígenes de la revolución nacional boliviana…, Pág. 118.  
[2] Véase: Luis Antezana, “Sistemas y procesos ideológicos en Bolivia (1935-1979)”, Pág. 37.
[3] Ricardo Melgar Bao, “El universo simbólico de una revista cominternista: Diego Rivera y El Libertador”.
[4] Ferran Gallego, “La posguerra del Chaco en Bolivia 1935-1939 Crisis del Estado liberal y experiencias de reformismo militar”,  en www.raco.cat/index.php/BoletinAmericanista/article/view/98458/146083, consultada el 2, marzo, 2010.
[5] Silvia Rivera Cusicanqui, Oprimidos pero no vencidos Luchas del campesinado aymara y quechua de Bolivia 1900- 1980, Naciones Unidas, Ginebra, 1986, Pág. 45.
[6] Ibíd., Pág. 51.
[7] Alberto Paredes, “Pequeño ensayo sobre el ensayo”, pág. 20.
[8] Medardo Vitier, “El ensayo como género”, en Del ensayo americano, en http://www.ensayistas.org/, consultada el 15, de octubre, de 2009.
[9] José Luis Gómez Martínez, “Guillermo Francovich El hombre y su obra”, en http//www.ensayistas,org/, consultada el 20, de octubre, de 2009. 
[10] John Skirius, Ob. Cit., Pág. 35.
[11] Guillermo Francovich, “Tito Yupanqui, escultor indio”, en: http//www.ensayistas,org/, consultada el 15, de octubre, de 2009. 
[12] Carlos Piñeiro, Ob. Cit., Pág. 305.
[13] Guillermo Francovich, Ob. Cit.
[14] Ídem.
[15] Ídem.
[16] Recordemos que John Skirius, plantea que el ensayo es un texto flexible, que supone, un puente entre imágenes y conceptos.   
[17] Guillermo Francovich, Ob. Cit.  
[18] Carlos Piñeiro, Ob. Cit. Pág. 295.
[19] Guillermo Francovich, Ob. Cit.
[20] Carlos Piñeiro, Ob. Cit., Pág. 305.
[21] Guillermo Francovich, Ob. Cit.
[22] Ídem.
[23] Ídem.   
[24] Ídem.
[25] Ídem.

No hay comentarios:

Publicar un comentario