Carrasco Juárez Marina Arely
Colegio de Estudios Latinoamericanos4º semestre
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Comenzaré por los antecedentes
históricos de mi propuesta ensayística: ¿Quienes
fueron los jesuitas?, ¿Cómo llegaron a Nueva España?, ¿En qué lugares se
establecieron? Y posteriormente ¿qué importancia tuvieron en el desarrollo de
un nacionalismo americano? La Compañía
de Jesús (Societas Jesu,
S.J.) es una orden religiosa
de la Iglesia Católica,
fundada por San Ignacio de Loyola
en 1534, en París. En 1533 llegaron a París Diego Laínez,
Alfonso Salmerón,
Nicolás
de Bobadilla y Simão Rodrigues,
que se unieron al grupo de Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción
de la Virgen, los siete se dirigieron a la capilla de los Mártires, en la
colina de Montmartre,
donde pronunciaron sus votos y nació la Compañía de Jesús. El 27 de septiembre
de 1540, el Papa Pablo III reconoció la
orden y firmó la bula de confirmación conocida por sus primeras palabras: Regimini militantis ecclesiae.
Los jesuitas, como se les conoce a los
miembros de esta orden, trabajan por la evangelización del mundo, la defensa de
la fe. La finalidad de esta Compañía es «la
perfección cristiana, propia y ajena, para gloria y servicio de Dios».
La formación en la Compañía de Jesús en su tipo intelectual incluye estudios de
Humanidades, Filosofía y Teología. El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas
y profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los
miembros de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del
catolicismo. San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros
estuviesen siempre preparados para ser enviados, con la mayor celeridad, allí
donde fueran requeridos por la Misión de la Iglesia, donde el Papa los
necesitara,
La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha
vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad
incondicional al Papa los ha colocado en más de un conflicto: con la Alemania
de Bismarck, de donde
fueron expulsados y con los gobiernos liberales de diversos países en América y
Europa, que también los persiguieron. Asimismo los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.[1]
Los
jesuitas arribaron a la Ciudad de México el 28 de septiembre de 1572. Eran
quince y venían guiados por el Provincial Pedro Sánchez. Los había enviado San
Francisco de Borja, pero correspondió al padre Everardo Mercuriano encauzar los
trabajos de la naciente Provincia[2].
Los fundadores procedían de diversas Provincias españolas. Hacía varios años
que habían sido llevados a cabo diversos intentos desde la Nueva España para
que la Compañía evangelizara nuestro país.[3]
Diferentes circunstancias lo habían impedido. Su principal
tarea fue la atención de enfermos y la fundación de hospitales, en cuanto sanaron de las enfermedades propias de
aquellos viajes, los padres dieron comienzo a sus primeros ministerios:
confesar, predicar, servir en los hospitales, visitar a los presos, introducir
el uso de la comunión frecuente, enseñar a los negros, a los indígenas, a los
sirvientes y los niños.[4]
El siguiente mapa me permitirá
presentarles la ubicación de los principales lugares de las misiones de los
jesuitas en México.[5]
Ahora veamos que paso con la Modernidad e Ilustración en la Nueva
España, mmientras que la Revolución
Francesa es la esperanza de los nuevos estados, en el reino de la Nueva España
las diferencias nacionales se vuelven más evidentes; españoles americanos y
peninsulares no se ven ya tanto paisanos sino extranjeros.
“La
modernidad en el Imperio español ofrece el ejemplo máximo del Despotismo
Ilustrado: el poder absoluto del rey alcanza su máxima expresión bajo con
Carlos III a la vez que las ideas ilustradas se expanden a todos los aspectos
de la vida, ya que una buena parte de las élites burguesas de finales del siglo
XVIII era a la vez ilustrada y profundamente adicta al absolutismo. Así se
explica que los altos funcionarios en el mundo hispánico fuesen los principales
agentes, no sólo de la modernización administrativa, sino también de las nuevas
ideas.”[6]
La misma Ilustración europea que produjo tantos textos que sentaron las
bases de la ciencia moderna y la formación del estado, también se dedicó a
atacar todo lo referente al continente americano. “El patriotismo de los
criollos fue severamente ofendido y serían los jesuitas quienes, desde Italia,
lanzaron sus obras de vindicación, todas ellas con un carácter sistemático y
objetivo sumamente admirable.”[7]
“Califican a España como una extensión de África
del norte, fanática e ignorante, más afín al salvajismo del Islam que a la
Europa moderna. Mientras que Cortés era “un asesino cubierto de sangre
inocente”, un guerrero animado por la avaricia y la sed de gloria, Carlos III
significaba entonces la promesa de futuros progresos para España, pues gracias
a él se incrementó el poderío naval y el comercio oceánico mediante al atinado
decreto de 1788.”[8]
En América la Ilustración es algo más que
la introducción de nuevas lecturas: concierne a la conciencia de ser ella misma,
de su poder jurídico ante la Corona
Española, su proyección como una nación, ante los ilustrados europeos. “Los
responsables de constituir lo que se ha llamado Ilustración Americana fueron
los jesuitas novohispanos que, como buenos criollos ilustrados tradujeron el
amor a la patria perdida en magistrales obras de notable erudición destinadas a
presentar a la Nueva España como una nación por derecho propio.”[9]
¿Como surge una Ilustración americana?
privados de las fuentes necesarias para emprender el contraataque a los
Ilustrados europeos, los jesuitas mexicanos sacaron a la luz obras magistrales
de carácter histórico, jurídico, teológico y de todas las artes y ciencias que
significaron la consolidación de la inteligencia novohispana y las primeras obras
científicas hechas por mexicanos patriotas que trascendieron las límites del
virreinato.
“Dos autores de la Compañía de Jesús bastan a
considerar dentro de esta empresa: Francisco Xavier Clavijero al cual se le
debe la conformación de lo que pude considerarse como la primera Historia de
México libre de prejuicios teológicos maniqueos que resalta el pasado
prehispánico y lo incorpora a la ideología del criollismo para forjarse un
pasado glorioso y afianzar su legitimidad y Francisco Xavier Alegre el cual es
autor de una Historia de la Provincia de
la Compañía de Jesús en la Nueva España redactada prácticamente de memoria
desde el exilio y privado de sus manuscritos originales, así como del rescate
de la tradición neoclásica española en los asuntos del gobierno y la
soberanía.”[10]
La invasión francesa
a España, en 1808
produjo en el virreinato la crisis
política de 1808 en México, caracterizada
por el derrocamiento de Iturrigaray a manos de los españoles, seguido de la
captura y ejecución de políticos afines a las ideas independentistas. En lugar
de Iturrigaray fue nombrado un militar Pedro de Garibay.
En diciembre
de ese mismo año se descubrió la Conjura de Valladolid,
conspiración cuyo único fin fue crear una junta que gobernara al virreinato en
ausencia de Fernando VII, los culpables
fueron arrestados y sentenciados a muerte, pero el arzobispo virrey les perdonó
la vida condenándoles a cadena perpetua.
Cuando Andalucía cayó en manos
de los franceses, en la primavera de 1810 toda España ya estaba
en poder del ejército napoleónico. Hidalgo siguió esta orden. Mientras tanto,
en Querétaro
se gestaba una conspiración
organizada por el corregidor Miguel Domínguez
y su esposa Josefa Ortiz de
Domínguez
y en donde también participaban los militares Ignacio Allende,
Juan Aldama
y Mariano Abasolo.
Allende se encargó de convencer a Hidalgo de unirse a su movimiento, ya que el
cura de Dolores tenía amistad con personajes muy influyentes de todo el Bajío e incluso de la Nueva
España, Por estas razones se consideraba que Hidalgo podría ser un buen
dirigente del movimiento. Hidalgo aceptó, y se puso como fecha de inicio para
el movimiento el 1 de diciembre,
día de la Virgen de San Juan de los Lagos,
donde muchos españoles se reunían a comerciar en una feria cercana a Querétaro.[11]
Ahora como bien sabemos Hidalgo fue educado por la orden jesuita, ya que
el Colegio de San
Nicolás Obispo donde estudio hasta
1767, []ubicado en Valladolid, capital de la
provincia de Michoacán. había sido
fundado en 1547 por Antonio de Mendoza,
primer virrey de Nueva España,
quien entregó la universidad y el edificio donde se alojaba a los miembros de
la Compañía de Jesús,
que instituyeron cátedras de latín, derecho y estudios
sacerdotales.
En la sociedad virreinal mexicana la Compañía de Jesús en la Nueva
España desempeñaba un papel opuesto al de jesuitas europeos; ideológicamente
los jesuitas novohispanos “se inclinaron desde el siglo XVII por una tendencia
de pensamiento cristiano sincretista; y más que hacer una labor evangelizadora, se apropiaron el
pensamiento religioso indígena y establecieron aspectos paralelos entre ellos a
fin de cristianizar el paganismo.” [12]
El peso intelectual de los jesuitas en la Nueva España determinó el
despertar criollo, pues fueron maestros, voceros y a mi forma de ver la
conciencia del pueblo. “Su sincretismo también rescató el pasado indígena para
limpiarlo de la idea de barbarie que nadie había podido o querido desmentir.”[13]La
Compañía de Jesús tomo tanta influencia que un gran número de familias tenía
parientes en la orden; la educación y las ciencias corría a cargo prácticamente
de la Compañía y su expulsión fue un duro golpe a la intelectualidad, “justo
cuando se decreto se aplicó, la provincia mexicana se encontraba en un
movimiento de regeneración.”[14]
Muchos sacerdotes se habían empeñado en la
renovación de la enseñanza de la filosofía escolástica. “Postulaban la vuelta a
los textos originales de Aristóteles en combinación con la discusión de los
progresos científicos y filosóficos del siglo XVII. Sin embargo, tuvieron que
enfrentarse a las corrientes libertinas y escépticas que se manifestaban en la
ilustración europea.”[15]
La <>, dio sus más admirables frutos en el exilio jesuita, y
aquellos sacerdotes demostraron con creces que los escritos de los philosophes
europeos acerca de América carecen de toda objetividad y metodología científica
de la que en principio se jactan; las concepciones erróneas y mal intencionadas
con las que se refieren a América son abundantes pero no “…por ello representan
un obstáculo infranqueable para aquellos pensadores mexicanos que, afianzados
por el fuerte amor a la patria perdida y su genio innato a pesar de las
desgracias que su expulsión les acarreó, produjeron tan magníficas obras que
serían piedra angular para la formación de la conciencia nacional mexicana.”[16]
Los jesuitas adujeron como causa de su destierro la campaña emprendida
“por los philosophes en contra de la Iglesia católica, campaña que inspiraría
los ideales de la Revolución Francesa”[17],
aunque, en España esta interpretación es muy endeble pues la península no se
distinguía por la abundancia de librepensadores.
Así pues, la noche del 2 de abril de 1767 los funcionarios de la Corona
española recibieron la pragmática real de expulsar a la Compañía de Jesús de
España y sus dominios. El decreto se dio a conocer en la Nueva España hasta el
día 25 de junio de 1767, y con ello cerca de 2600 jesuitas fueron exiliados de
toda la América española, 678 en particular de la provincia mexicana, de los
cuales más de 500 eran criollos. La conmoción fue tal que de inmediato brotaron
motines en las principales ciudades del reino. “En Guanajuato, el visitador
José de Gálvez, quien fue el encargado de aplicar todas las reformas
modernizadoras en América, persiguió personalmente a los iniciadores del
tumulto y ordenó que fuesen decapitados y que sus cabezas se exhibieran en los
lugares públicos y cerros de la ciudad.”[18]
En México el virrey ordenó a la Inquisición expedir una condena a todo el que
escribiese en pro o en contra de la Compañía.
“Se embarcaron los jesuitas con destino a
la Península Itálica pero el Papa Clemente XIII se negó a recibirlos en los
Estados Pontificios. Esto no era sino una táctica política para que regresaran
a España, nulificar el decreto y ridiculizar la autoridad de Carlos III, pero
esto no sucedió; la voluntad del monarca se impuso y los jesuitas pudieron
llegar al fin a Génova y Córcega para repartirse después en Bolonia y Ferrara.”
[19]
La expulsión de los jesuitas marca el declive de la autoridad de la
Iglesia sobre los Estados nacionales, no me esquivaré al decir que es uno de
los primeros pasos para la revolución de la modernidad: el triunfo del poder
temporal sobre el espiritual, y ello se aprecia en la extinción de la Compañía
de Jesús.
En el Viejo Continente la actuación de esta orden se extralimitó en sus
funciones, pues se inmiscuyó en los altos asuntos del Estado, ya que no había
prácticamente monarca sin un confesor jesuita; Además, al llegar a ser los
principales confesores de la sociedad, influyeron fuertemente en la vida
política, social y económica. Paralelamente a su cercanía con el poder,
llevaron al extremo la doctrina del regicidio de Santo Tomás de Aquino a tal
grado que en Francia se les implicó en los asesinatos de los reyes Enrique III
en 1589 y Enrique IV en 1610, y en el atentado fallido contra Luis XV en 1757,
lo que finalmente llevó a su expulsión. En 1750 España y Portugal firmaron un
Tratado de límites para poner fin a las disputas entre los territorios de
Paraguay y Brasil, en el que ante las acusaciones de corrupción y haber
atentado contra su monarca, fueron expulsados de Brasil en 1754 y de Portugal
cinco años más tarde. La Compañía aún confiaba en que el Papado tenía más poder
que cualquier estado nacional, y por ello buscó su amparo. Clemente XIII emitió
en 1765 la bula Apostolicum Pascendi, donde asienta que “La Compañía de Jesús
respira el más alto grado de piedad y santidad” y que tildarla de “irreligiosa
e impía” era una grave injuria para la Iglesia. Pero, como era de esperarse
cuando el siglo de la Ilustración se encontraba en plenitud, esta defensa no
tuvo eco alguno.
Si la Compañía de Jesús era culpable en Europa de los excesos que se le
imputaban, al parecer en América su vida se desarrollaba también a favor de las
letras, las artes y las ciencias y fueron ellos los arquitectos de la
incipiente conciencia nacional entre los criollos.
En palabras de algunos de los miembros
mexicanos de la Compañía de Jesús, las impresiones de su acción en el reino y
del destierro fueron las siguientes:
“Prescindiendo de los motivos ocultos y
políticos, de que se decía movido el soberano, sus vasallos de Indias no veían
en los jesuitas, sino unos hombres observantes de su profesión, recogidos en
sus colegios, sinceros y honrados en su trato, pobres en su vestido.
Sin excepción cuidadosos del culto divino,
en el cual y en alivio de los pobres empleaban todo el sobrante de sus
colegios, a quienes el silencio, la modestia, y el decoro de sus acciones
distinguían de todos los demás: a quienes el estudio, el consejo, la devoción,
la explicación de la doctrina cristiana, las visitas de cárceles y hospitales y más que todo la educación de la juventud,
hacía ver como los más útiles y necesarios al público.
La política modernizadora de los monarcas
Borbones en el aspecto educativo parece estar encaminada a subsanar desde el
estado la pérdida de la educación dada por la Compañía de Jesús y por ello
comienza la fundación de Colegios Reales como el de Minería y la Academia de
las Nobles Artes de San Carlos; además se alentó facilita la publicación de
libros y periódicos que la Inquisición antes censuraba. El golpe de gracia fue
el documento Papal Dominus ac redemptor de Clemente XIV en que se abolía la Compañía
en el año de 1773.
Existe una tendencia a considerar la
expulsión de la Compañía de Jesús como la ruina de la Nueva España a cargo del
más déspota de los monarcas; esto es una exageración, pues como se ha visto,
“si los jesuitas se hubieran limitado a su labor pastoral, a sus colegios y
misiones y aún a una que otra polémica teológica, el decreto real resulta
inexplicable y hasta poco político”. [20]
“Las causas en su momento no fueron publicadas, pues Carlos III se
reservó “los secretos de su real dilatado pecho” y fue hasta mediados del siglo
XX que se encontró el dictamen del extrañamiento. El documento incrimina a la
Compañía de Jesús en los motines de 1766 y añade un listado de las
conspiraciones y atentados contra de otros monarcas europeos.”[21]
Concluiré diciendo que a los jesuitas vedemos más que la educación.
Debemos parte de nuestro despertar ante el imperio español y también la
conciencia de la formación de nuestra nacionalidad.
Bibliografía.
v Brading
David A, Los orígenes del nacionalismo mexicano, Era, México, 1997.
v Churruca, P.
Agustín, S.J., “Historia de la
Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús”, en Guía de Documentos del
Archivo Histórico del Arzobispado de México. Del Primer Imperio a la República
Liberal,
Arquidiócesis Primada de México, México, 2004, pp. 572.
v De
la Cruz Ibarra, José Agustín, “Surgimiento de los jesuitas” en Saber Hispánico, Universidad Autónoma De Madrid,
Octubre-Diciembre, núm.3, 1979. Madrid
v Esparza R., Juan Carlos, Los jesuitas novohispanos: Ilustración desde
el destierro. Universidad
Autónoma de Aguascalientes,
Aguascalientes, 2001.
v Guerra,
François-Xavier, Modernidad e
independencias: Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Fondo de Cultura
Económica, México, 1997.
v Villoro,
Luis, El proceso ideológico de la Revolución de
Independencia, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1983.
[1] De la
cruz Ibarra, José Agustín, “Surgimiento de los jesuitas” en Saber Hispánico, Universidad
Autónoma De Madrid, Octubre-Diciembre, núm.3, 1979 Madrid, Pág. 5
[2] P. Agustín
Churruca, S.J., “Historia de la
Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús”, en Guía de Documentos del
Archivo Histórico del Arzobispado de México. Del Primer Imperio a la República
Liberal,
Arquidiócesis Primada de México, México, 2004, páginas 52.
[3] Ibídem.
[5] Este
mapa se puede consultar en: http://www.sjmex.org/index.php?accion=20
[6]
François-Xavier Guerra, Modernidad e
independencias: Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Fondo de Cultura
Económica, México, 1997, p. 26
[7] Esparza
R., Juan Carlos, Los
jesuitas novohispanos: Ilustración desde el destierro. Universidad Autónoma de Aguascalientes, Aguascalientes, 2001.
[8]
Ibídem
[9]
Villoro, Luis, El proceso ideológico de la Revolución de
Independencia, UNAM, México, 1983, p. 145.
[12]
Esparza R. , Juan Carlos, ob. Cit
[13]
Ibídem
[16]
Esparza R. , Juan Carlos, ob. Cit
[18] ibídem
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