Espacio creado para difundir las ponencias del 2do Coloquio estudiantil sobre identidades en América Latina. 21 al 25 de abril de 2014.
sábado, 29 de septiembre de 2012
MULTICULTURALISMO
EL PAPEL DEL INDÍGENA EN LA SOCIEDAD
LATINOAMERICANA ACTUAL.
Alumna:
Vázquez Hernández Mariana Leticia
“Los
pueblos indígenas, últimos supervivientes del mayor desastre de la humanidad,
refugiados en las montañas y en los desiertos, u ocultos en la profundidad de
la selva y de los bosques, siguen siendo
la imagen de una absoluta fidelidad a los principios de la libertad, de
solidaridad y de sueños de las antiguas civilizaciones prehispánicas: siguen
siendo los guardianes de “Nuestra madre la tierra”, los observadores de las
leyes naturales y del ciclo del tiempo”[1]
“Intercambiamos
miradas/ He notado que eres distinto/ Tus rasgos no son como los míos /Tus
costumbres son diferentes / Distintas concepciones hay en nuestras mentes/Deidades
y cultos tan variables /Creencias y costumbres
tan distantes/ Andas desnudo, me
invade el pudor/ Mas eres un hombre al
igual que yo…” [2]
El presente trabajo se centra en una serie
de ideas subjetivas y teóricas, con el objetivo de analizar el cómo es que ha ido
modificándose la situación del indígena o indio latinoamericano desde épocas
precolombinas hasta la época actual; así cómo la participación que han tenido
los no indígenas ante ellos; hoy, dicha actividad es conocida como Indigenismo,
pero en antiguas épocas sólo era tomado en cuenta como un interés y una
preocupación hacia el otro, ese otro que me era diferente, y por tanto,
inferior.
La situación del indígena actual, bien
puede remontarse a nuestro pasado precolombino, pues fue precisamente el encuentro de dos mundos
diferentes, lo que permitió que la división social y cultural se hiciera
presente.
Lo cierto es que desde el arribo a tierras
nuevas, los nativos que habitaban en ellas fueron vistos como un estorbo, en
pocas palabras, el mal llamado “Descubrimiento de América”[3]
vino a causar un desorden en el mundo que supuestamente ya estaba conocido,
pues los viajeros, no sólo tuvieron que conquistar nuevos conocimientos
geográficos, botánicos, zoológicos y astronómicos sino, que al encontrarse con
que las nuevas tierras se encontraban habitadas, el conquistador europeo tuvo
que lidiar con los habitantes del llamado Nuevo Mundo, y con ello, resolver la
múltiples inquietudes que surgían acerca de ellos.
Los europeos llegaron con una actitud dominante,
era definitivo que el encuentro con el otro no era nada sencillo, pero aún así,
habría que mantenerse en pie, mostrando de alguna forma, que ellos eran
superiores y que mejor señal que la de “bautizar” las cosas que se encontraban
en su camino. No les importó que los lugares, los objetos e incluso la gente,
ya contara con un nombre propio; ellos se sentían los dueños del Nuevo Mundo,
dispuestos y decididos a modificarlo todo.
“Colón, (…) sabe perfectamente que esas islas ya tienen nombres,
(…)sin embargo, las palabras de los demás le interesan poco y quiere nombrar
los lugares en función del sitio que ocupan en su descubrimiento, darles
nombres justos; además, el dar nombres equivale a una toma de posesión.”[4]
Las ceremonias de nominación, para los
conquistadores tenían gran importancia, ellos eran los elegidos para hacer
dicha tarea, su lenguaje debía de rebasar el lenguaje del otro, ese lenguaje
que les parecía algunas veces tan peyorativo y otras tantas tan incomprensible.
Y es que, era precisamente eso, una errónea
hermenéutica por parte de Colón y sus hombres, se trababa únicamente de una
mala comprensión del otro, de un desconocimiento de su lengua, de un rechazo
hacia su cultura.
Fue así como el problema del indígena
comenzó, la discriminación se acrecentó día con día, y así logró permanecer
hasta la actualidad.
En la siguiente expedición a estas tierras
Colón llegó acompañado de muchos religiosos quienes tendrían la tarea de
convertir al indio, cambiarlo, modificar su cultura y cambiar sus diferencias
hasta que tanto “unos” como “otros” fueran vistos como iguales.
“Propagar la religión presupone que uno considere a los indios
como sus iguales (ante Dios), Pero ¿Y si no quieren dar sus riquezas? Entonces
habrá que someterlos, militar y políticamente, para poder quitárselas a la
fuerza; dicho en otras palabras, colocarlos, esta vez sí desde el punto de
vista humano, en una posición de desigualdad (de inferioridad).[5]
Me pregunto entonces, si a partir de lo
anterior, ¿No podemos hablar, de cierta
forma, de un mecanismo integracionista? Claro que bien podría tratarse de un
integracionismo parcial que trata de equilibrar los intereses del grupo
dominante y aminorar aquellos pertenecientes al grupo que para ellos, es
inferior.
Las sociedades indígenas actuales sufren aún estos
problemas, padecen del rechazo y la discriminación de la gente, y cargan peor
aún, con penas tan pesadas que los terminan arrastrando al piso y que los obligan
a desenterrar el pasado, ese pasado que dejó marcados a sus ancestros y que
ahora, amenaza con destruirlos.
Es así como el desconocimiento del
indígena por parte de los europeos, así como su irremediable discriminación
durante los primeros viajes, viene a dejarnos la mala herencia de la cual
ahora, muchos habitantes de las etnias indígenas son víctimas.
Pero la problemática del indígena como ya
se dijo, no acabó con la época precolombina, sino que siguió traspasando
fronteras, venciendo al tiempo y al espacio, arrastrando todo aquello que se
encontrase a su paso; devorando los vestigios de las culturas pasadas.
Desde entonces, los habitantes de las
comunidades indígenas han fungido durante mucho tiempo como un foco de
atención; se interrogan sus necesidades, su futura “integración” al régimen
capitalista occidental, sus formas de vida y un sinfín de cosas que, de cierta
forma, se han convertido en un gran inconveniente.
Nos hemos quedado con “el indio” con esa
visión de un “indígena” que nos resulta extraño, diferente; e incluso ajeno a
“nosotros”, nosotros, los supuestos seres “civilizados”.
Sin
embargo, creo que, seguimos conservando estos términos de manera inconsciente, la mayoría de la gente, los
ocupa en su vida de manera cotidiana, sin preguntarse siquiera el trasfondo de
ellos.
En mi parecer, creo que las sabias
palabras que anuncio Alfonso Caso[6]
siguen teniendo vigencia; la tarea de definir lo indio o indígena aun
permanece, se trata de una labor que ha quedado pendiente y por tanto,
inconclusa.
Y es que, no conocemos exactamente los
factores necesarios para dicha tarea; se llegó a pensar, que la lengua sería un
factor determinante para definir lo indígena, sin embargo, hoy en día, nos
encontramos con que los habitantes de las comunidades indígenas se encuentran
dentro de un fuerte proceso de aculturación mediante el cual, la lengua no
funge como una característica totalitaria, y es que, muchos de los indígenas,
hoy en día, son bilingües, es decir, que aparte de su lengua nativa ya hablan
el español “mexicano”(castellano), y tenemos también, que otros tantos ni
siquiera conservan su lengua nativa, pues han aprendido a comunicarse con el
lenguaje de “los blancos”. La lengua por tanto, no nos ayudará a comprender ni
a diferenciar lo indígena de lo no indígena.
Por
otro lado, los caracteres somáticos que a veces, pensaríamos pueden ayudar a
dicha tarea, nos demuestran que estamos en una entera equivocación y es que:
“El mestizaje en América ha sido tan
amplio e intenso que es imposible decir si una persona tiene o no
características somáticas indígenas que lo clasifiquen como indio”[7]
Cómo podemos entonces establecer criterios
rígidos de definición ante lo indio, si a lo largo de esta tarea nos
encontramos con muchos factores (culturales, físicos, lingüísticos, psicológicos) que al ser propuestos,
terminan siendo refutados; es muy cierto, que no hay alguna palabra que englobe
lo indio o indígena pues hace falta claridad conceptual para referirse a ello, atendiendo
nuevamente a Caso, coincidiremos en que estas comunidades están sufriendo un
grave proceso de transformación, en el cual, muchos de sus rasgos culturales se
han ido perdiendo; y esto, es precisamente lo que complica más la tarea, en
otras palabras:
“(…) la definición del indio y lo indio, (…) es algo que está en
proceso (…) una transformación que se opera constantemente no sólo por el
mestizaje biológico, sino también por el mestizaje cultural.”[8]
Yo de igual forma, creo que dicha
definición, se construye día a día, y no es algo fijo que pueda preservarse
permanentemente, porque se ha convertido en un fenómeno cambiante a lo largo
del tiempo.
Muchos son los investigadores que han
decidido colaborar con dicha tarea entre ellos tenemos a Manuel Gamio, uno de
los más grandes precursores del Indigenismo, él en su caso, definirá al indio
de la siguiente manera:
“Indio es aquel que además de hablar exclusivamente su lengua
nativa, conserva en su naturaleza, en su forma de vida y de pensar, numerosos
rasgos culturales de sus antecesores precolombinos y muy pocos rasgos de las
culturas occidentales”[9]
Caso, aún dudoso de poder establecer una
correcta definición, fue capaz de decirnos que:
“Es indio aquel que se siente pertenecer a una comunidad indígena,
y es una comunidad indígena aquella en que predominan elementos somáticos no
europeos, que hablan preferentemente una lengua indígena, que poseen en su
cultura material y espiritual elementos indígenas en fuerte proporción y que, por último, tiene un sentido social de
comunidad aislada dentro de las otras comunidades que la rodean, que la hace
distinguirse asimismo de los pueblos de blancos y de mestizos”[10]
Aguirre Beltrán[11]
por su parte afirmó (en el caso de México) que no había indios, porque para él,
los así llamados eran mestizos hablantes de lenguas vernáculas; y además, ellos
ya estaban marcados por la imposición de una religión judeo-cristiana y un
régimen capitalista, que de cierta forma, imponía en los indígenas modos de
vida occidentales.
Tampoco podíamos olvidarnos de Bonfil
Batalla[12]
quien nos dice que la categoría del indio es un producto necesario del sistema
colonial, es necesario, porque es una forma de identificar al ser inferior, que
en este caso, es el colonizado, para Bonfil, la categoría de indio sólo vino a
generalizar y homogeneizar las antiguas culturas de Mesoamérica y el área
Andina, es una forma en que se buscó mostrar cierto poder y control entre los
nativos de las culturas precolombinas.
Podríamos así, seguir con una infinidad de
definiciones, puntos de vista y aportaciones de grandes teóricos, acerca de lo
indio o indígena, sin embargo, volviendo a lo mismo, creo que jamás nos
resultaría posible tener una definición absoluta de ello.
Sobre todo, porque desconocemos si en
tiempos posteriores sigan habitando indígenas en Latinoamérica, no sabemos si
estas comunidades resistirán a la transformación que se vive actualmente, no
sabemos si terminarán estos grupos integrados en el llamado “mundo
globalizado”; vivimos en un mundo donde ya todo es incierto, entonces, ¿cómo es
que pretendamos definir algo que es cambiante? y ante todo, porque nos estamos
olvidando de la perspectiva de ellos, ¿realmente a ellos, les preocupará
definirse? Esto, recordando que la mayoría de los habitantes de las etnias no
se identifican como indígenas, pues cuentan con un nombre propio, muy lejano a
nuestras perspectivas y propuestas…
“(…) para un hombre como yo, que desde su niñez conoció la palabra
indio como sinónimo de tonto, de hombres o mujeres morenos de baja estatura que
viven en una comunidad apartada, lo indio existe como algo que lastima, que nos
hace sentir menos, que levanta resentimiento contra todos los que consciente o
inconscientemente lo pronuncian con su palabra y con sus hechos. Pero lo indio
sólo nació en mí cuando conocí al otro, al que me trato como tal; porque entre
nosotros, los del mismo pueblo, lo indio no existe, sino hasta que uno ha
interiorizado ese menosprecio, ese sentimiento de querer lastimar.”[13]
En Latinoamérica tenemos un grave problema
y no con el indígena, sino con el choque de dos culturas completamente
diferentes (la indígena y la occidental); dos culturas que resultan
completamente opuestas; no tenemos una entera comprensión hacia el otro, para
muchos, no hay un respeto hacia ellos y
mucho menos existe una relación mutua que represente lo contrario.
La
discriminación en que viven estos grupos y sus condiciones de vida son
miserables, y no porque sean malas, sino porque se ha perdido el sentido
solidario hacia ellos, no es cierto que lejanos y aislados vivan mejor, pues es
claro que estamos frente a un problema de unidad, en donde vemos una región dividida
en dos sectores que necesitan de un punto medio en donde puedan unirse, en
donde logren comprenderse; es necesario poner atención en este “inconveniente”;
no se trata de considerarlos inferiores, ni que pensemos que nosotros podemos
ser unos “súper héroes” para ellos, no. Pero tampoco se trata de dejarlos en el
olvido creyendo que ellos no necesitan de nosotros y mucho menos nosotros de
ellos. El problema nace al creer que somos iguales, que al final tendremos las
mismas oportunidades y que el proyecto de nación funciona excelentemente; pues
cierto es, que entre ambas culturas ha existido de todo, menos una igualdad y
una identificación con el otro.
Se deben retomar e innovar las políticas
indigenistas, ellas tienen una razón de ser, un motivo, un propósito, Caso
define perfectamente esta necesidad de encontrarnos con el otro:
“Política indigenista no significa, en consecuencia,
discriminación; significa todo lo contrario: protección, ayuda; no ayuda como
la que se da al indigente, sino ayuda técnica, elementos para transformar su
raquítica economía en una economía moderna; para proporcionarles el
conocimiento del español y los elementos mínimos de la cultura que dan nuestras
escuelas rurales, atención médica y enseñanza de prácticas higiénicas, dotación
de agua potable, conocimientos para la mejor explotación de la tierra, para la
mejoría de su ganado y de sus aves de corral, para la transformación de sus
industrias.”[14]
El problema está en que el individuo
indígena desconoce las llamadas formas de progreso, se encuentra ante una
incomprensión de los acontecimientos que ocurren fuera de su cosmovisión, y esto lo lleva a que se vea limitado ante
las cuestiones actuales y no logre entender el por qué del progreso.
El problema indígena no se soluciona
integrando “a fuerzas” a las comunidades indígenas; pero sí de adentrarlas y
permitirles conocer “nuestro mundo” que se permita la libre convivencia, que
sepan, que si habitamos en una misma área geográfica, debemos saber convivir;
porque después de todo, es imposible constituir una nación si no se tiene o se
toma en cuenta la participación del sector indígena.
Caso[15]
nos hablaba de una incorporación lenta, en donde nosotros tuviésemos la tarea
de convencerlos y enseñarles con el ejemplo, que fuera de su cultura hay otras
cosas por conocer, nuevas cosas por
descubrir, y que inclusive, puedan ayudarlos a mejorar su calidad de vida. Que
ellos perciban ese sentido de compañerismo, de unión y de equidad. Que
comprendan, que para que ello sea posible es necesario que aprendan nuestro
idioma (castellano) y tal vez, poder también nosotros aprender el suyo; pues
desde mi punto de vista, ese es el medio más importante de interacción y
comunicación.
Ahora, por otro lado, nos encontramos con
que las comunidades indígenas muestran resistencia; y me pregunto yo,
¿realmente sabemos por qué tienen esta actitud?
Yo me atrevería a decir, que estamos
frente a “sobrevivientes” del episodio de conquista, que entre ellos, hay
miedos que no se han olvidado, temores que se han heredado y que permanecen hoy
en día, ¿Qué es entonces lo que debemos hacer?
El problema indígena entonces, sí existe
porque:
“(…) hay millones de latinoamericanos que
por su “cultura”, difieren del resto de la población latinoamericana.” [16]
Hay muchos grupos étnicos (indígenas) que
habitan en esta área geográfica y que no podemos dejar de lado; no podemos
ignorarlos.
En algún momento, Caso[17]
llegó a comentar que se trataba de un problema cultural y negó la posibilidad
de que fuese un problema racial como lo pensaba la mayoría de la gente.
Sin embargo, yo creo que hoy en día, es un
problema racial, en donde lo indio o indígena es visto como una raza que de una
u otra forma siempre será inferior, una raza que siempre ha sido soslayada y
humillada y que hoy en día, lentamente va perdiendo sus identidad. Hablamos
también, de cierta forma, de un problema económico que reposa en un gobierno
incapaz de tomar riendas en el asunto, pues la falta de presupuesto para
solucionar dichos inconvenientes está muy presente en esta polémica.
Mariátegui[18]
también participa dando una amplia opinión crítica sobre el problema indígena.
Él dice que todas las tesis sobre el problema indígena que se han planteado en
base a cuestiones económicas, son únicamente tareas incompletas y quizá un
tanto inútiles pues siempre se quedan como únicamente recursos verbales que
tarde o temprano acaban siendo desprestigiados, también nos dice que
dichas teorías no han servido, pues sólo
se encargan de ocultar o cambiar la
realidad del problema.
Mariátegui como vemos, se inclinará más a
una crítica socialista, la cual, según él, es la única forma de descubrir y
esclarecer dicho problema, debido a que es el único medio que busca las causas
del problema en la economía del país y no en su mecanismo administrativo, jurídico
o eclesiástico, ni en su dualidad o pluralidad de razas, ni en sus condiciones
culturales y morales.
Él afirma que la cuestión indígena arranca
de nuestra economía y tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra.
Además de que cualquier intento de resolverla con medidas de administración o
policía, con métodos de enseñanza o con obras de vialidad, constituye un
trabajo superficial, pues, mientras exista una clase feudal el problema no
terminará por desaparecer.
“Como los pueblos indígenas estaban convencidos de la comunidad de
la tierra, y de la imposibilidad de dividir el cuerpo de la diosa madre,
renunciaron a sus derechos de vivir en su propio continente y se excluyeron del
progreso”[19]
Actualmente, el ser indio o indígena mas
que un orgullo cultural, es una carga con la que lidian muchos de los miembros
de estas comunidades; y es que, estando aislados, como lo están ahora, no dudo
yo, que sean “felices” y que vivan a gusto, pero qué sucede cuando al salir de
sus comunidades se encuentran con un mundo que les es ajeno, un mundo del cual
no forman parte, en donde se les discrimina, se les insulta y se les califica
como inferiores.
Yo tuve la el infortunio de poder
constatar esto, pues hace tiempo contábamos con un pequeño negocio de artesanías,
en una ocasión, una señora se acercó a mirar la mercancía y mientras ella
observaba, su hija exclamó; - ¡Mira mamá esos aretes! - y su madre, le dijo:
-Ay que feos, esos son aretes de “india”, que mal gusto…- y así, siguió
haciendo comentarios de ese tipo; en ese entonces, tuve por seguro, que el
problema indígena realmente existía y hoy en día, se trataba de un asunto muy
grave, se trata de un problema que ha
sido creado por los no-indígenas al mostrar sus desprecio hacia los habitantes
de las diferentes etnias latinoamericanas.
Casos como el anterior se suscitan día con
día y es así, como el hombre ve la necesidad de estudiar a estas comunidades,
sin embargo, el indio siempre será considerado como un objeto de estudio, y
esto hará que la tarea se dificulte más. Estamos frente a un mundo
occidentalizado en el cual es difícil estudiar al indio o a lo indio cuando sólo
son vistos como elementos marginales y extraños y es aquí donde se demuestra la
gravedad del problema. Puesto que el
indígena, a mi parecer, no debe ser
estudiado, sino comprendido.
Leopoldo Zea[20]
recuperó las ideas que Arnold Toynbe plasmó en su Estudio de la historia. En él, el autor argumenta que nunca se
logra una comprensión total del indígena debido a que la mayoría de las veces,
el indígena es tratado como algo infrahumano. Estas ideas dan muestra de la
dificultad del problema al cual nos estamos enfrentando.
En América Latina, el problema indígena ha
pasado a ser un problema de segundo plano; nosotros como futuros
investigadores, debemos tomar en cuenta que la diversidad de los pueblos
indígenas complica el análisis de los mismos; pues el proyecto de cada uno de
ellos se lleva a cabo de forma diferente, y por tanto, sus problemas y
necesidades también serán variables. Esto sea quizá una pieza fundamental para
la correcta resolución del problema indígena en Latinoamérica.
Y es que, el problema indígena, también
varía de un país a otro dependiendo de la importancia, la extensión
territorial, la variedad de etnias y el número de individuos que en ellas
habitan.
Por último, considero que el problema
indígena debe de tratarse desde fondo; considerando al indígena como pieza
importante del gran rompecabezas llamado América Latina y es que, en muchos
sitios, el indígena sigue siendo visto como mano de obra barata y nada más.
No debemos olvidarnos de la enorme responsabilidad
que tenemos con los indígenas, por el simple hecho, de que ellos son parte
importante de nuestra historia y de nuestro continente; debemos tener presente
que realmente se tiene este problema y que si el gobierno no puede establecer
soluciones; nos compete a nosotros la búsqueda de ellas.
El objetivo de este trabajo es abrir el
panorama hacia la reflexión del grave problema que se tiene en Latinoamérica respecto
a la población indígena que en el habita. Después de varios años son muchos los
aspectos que no se han terminado de corregir; actualmente, siguen existiendo comunidades indígenas que viven en situaciones
denigrantes, se trata de comunidades que permanecen marginadas en la mayoría de
los casos, y que además no han recibido un apoyo totalitario por parte de las
autoridades gubernamentales.
Los distintos gobiernos latinoamericanos
(casi en su totalidad), han puesto un alto a las políticas Indigenistas, se han
aprobado reformas de todo tipo y sin embargo, no se ha tenido una correcta
participación en dicho problema. Pues como se comentó en un inicio, no es que
el indígena represente un problema para la nación, sino que la situación tan
mala en que estos grupos se encuentran nos permite ver que realmente es
necesario tener un acercamiento a estas comunidades, así como lograr que se
tenga una mejora en cuanto a las necesidades de estos grupos.
Y pese a que se ha tenido una política
indigenista participante y ha existido un gran esfuerzo por parte de algunos investigadores
y teóricos, los resultados no pueden ser tan óptimos cuando no se tiene el
apoyo económico por parte del sector federal y sobre todo, cuando son muy pocos
los que muestran el debido interés hacia este “problema”. Se trata de un asunto
que debe resolverse de manera general y que compete a todos.
Por un lado, tenemos que esta problemática
inicia desde tiempos precolombinos y sigue manteniendo cierta vigencia hasta
nuestros días. El indígena sigue siendo discriminado, y su situación no tendrá
un cambio trascendente sino se presta la debida atención al problema.
El abandono de las políticas indigenistas,
la gran crisis, en la que se encuentra el Indigenismo, así como los graves
contrastes entre el proyecto Neoliberal y las culturas indígenas; nos muestran,
que es urgente la reformulación de la antropología, así como de otras
disciplinas; que se debe retomar este asunto y sobre todo, tener presente que
es una tarea que se ha dejado pendiente y que nosotros tenemos que culminar con
dicha labor.
Además, recordar que el problema indígena
tiene solución y que por muy difícil que parezca el panorama, debemos encontrar
la mejor forma de resolverlo.
BIBLIOGRAFÍA
ü Aguirre Beltrán, Gonzalo. El pensar y el quehacer antropológico en
México. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1994.
ü Bonfil
Batalla, Guillermo.“El concepto del indio en América. Una categoría de
la situación colonial” en Anales de
Antropología, Vol.IX. Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM,
México. 1972. Pp.105-124
ü Caso, Alfonso. Indigenismo.INI. México. 1958
ü Gamio, Manuel. ”Países subdesarrollados”
en América Indígena. Vol. XVII,
México. 1957.
ü Hernández, Franco Gabriel, “Lo indio y lo
Nacional”, Coloquio sobre derechos
indígenas. Pp.65-80. Citado en Ferre Muñoz, Manuel y María Bono López, Pueblos Indígenas y Estado Nacional en
México en el siglo XIX. UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas
México. 1998. Pag.10
ü Le Clézio, Jean-Marie Gustave. El sueño mexicano o el pensamiento
interrumpido. F.C.E. México. 2008
ü Mariátegui, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la
realidad peruana, Casa de las Américas, La Habana, 1963.
ü O’ Gorman, Edmundo. La invención de América. Investigación acerca de la estructura
histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir. Colección Tierra
Firme. F.C.E. México. 2003.
ü Todorov, Tzevetan. La conquista de América. El problema del otro. Siglo XXI editores.
México. 2008.
ü Zea, Leopoldo, “La ideología liberal y el
liberalismo mexicano” en El liberalismo y
la reforma en México. UNAM, Escuela Nacional de Economía, México. 1973. Pp.
467-522
[1] Le Clézio, Jean-Marie
Gustave. El sueño mexicano o el
pensamiento interrumpido. F.C.E. México. 2008. Pág.275.
[3] Cfr. O’
Gorman, Edmundo. La invención de América.
Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido
de su devenir. Colección Tierra Firme. F.C.E. México. 2003.
[4] Todorov, Tzevetan. La conquista de América. El problema del otro. Siglo XXI editores.
México. 2008. Pág.35.
[9] Gamio, Manuel. ”Países subdesarrollados”
en América Indígena. Vol.
XVII, México. 1957 citado en Bonfil, Batalla, Guillermo. “El concepto del indio
en América. Una categoría de la situación colonial” en Anales de Antropología, Vol.IX. Instituto de Investigaciones
Antropológicas, UNAM, México. 1972. Pp.105-124
[11] Aguirre Beltrán, Gonzalo. El pensar y el quehacer antropológico en
México. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1994.
[12] Cfr.,
Bonfil
Batalla, Guillermo. “El concepto del indio en América. Una categoría de
la situación colonial” en Anales de
Antropología, Vol.IX. Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM,
México. 1972. Pp.105-124
[13] Hernández, Franco Gabriel, “Lo indio y lo
Nacional”, Coloquio sobre derechos
indígenas. Pp.65-80. Citado en Ferre Muñoz, Manuel y María Bono López, Pueblos Indígenas y Estado Nacional en México
en el siglo XIX. UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas
México. 1998. Pag.10
[18]
Mariátegui, José
Carlos. Siete ensayos de interpretación
de la realidad peruana, Casa de las Américas, La Habana, 1963.
[20]
Zea, Leopoldo,
“La ideología liberal y el liberalismo mexicano” en El liberalismo y la reforma en México. UNAM, Escuela Nacional de
Economía, México. 1973. Pp. 467-522
viernes, 21 de septiembre de 2012
LAS PALABRAS
Mario Benedetti
No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
si usted habla de progreso
nada más que por hablar
mire que todos sabemos
que adelante no es atrás
si está contra la violencia
pero nos apunta bien
si la violencia va y vuelve
no se me queje después
si usted pide garantías
sólo para su corral
mire que el pueblo conoce
lo que hay que garantizar
no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
si habla de paz pero tiene
costumbre de torturar
mire que hay para ese vicio
una cura radical
si escribe reforma agraria
pero sólo en el papel
mire que si el pueblo avanza
la tierra viene con él
si está entregando el país
y habla de soberanía
quién va a dudar que usted es
soberana porquería
no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución.
Carrasco Juárez Marina Arely
Colegio de Estudios Latinoamericanos4º semestre
<
|
Comenzaré por los antecedentes
históricos de mi propuesta ensayística: ¿Quienes
fueron los jesuitas?, ¿Cómo llegaron a Nueva España?, ¿En qué lugares se
establecieron? Y posteriormente ¿qué importancia tuvieron en el desarrollo de
un nacionalismo americano? La Compañía
de Jesús (Societas Jesu,
S.J.) es una orden religiosa
de la Iglesia Católica,
fundada por San Ignacio de Loyola
en 1534, en París. En 1533 llegaron a París Diego Laínez,
Alfonso Salmerón,
Nicolás
de Bobadilla y Simão Rodrigues,
que se unieron al grupo de Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción
de la Virgen, los siete se dirigieron a la capilla de los Mártires, en la
colina de Montmartre,
donde pronunciaron sus votos y nació la Compañía de Jesús. El 27 de septiembre
de 1540, el Papa Pablo III reconoció la
orden y firmó la bula de confirmación conocida por sus primeras palabras: Regimini militantis ecclesiae.
Los jesuitas, como se les conoce a los
miembros de esta orden, trabajan por la evangelización del mundo, la defensa de
la fe. La finalidad de esta Compañía es «la
perfección cristiana, propia y ajena, para gloria y servicio de Dios».
La formación en la Compañía de Jesús en su tipo intelectual incluye estudios de
Humanidades, Filosofía y Teología. El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas
y profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los
miembros de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del
catolicismo. San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros
estuviesen siempre preparados para ser enviados, con la mayor celeridad, allí
donde fueran requeridos por la Misión de la Iglesia, donde el Papa los
necesitara,
La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha
vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad
incondicional al Papa los ha colocado en más de un conflicto: con la Alemania
de Bismarck, de donde
fueron expulsados y con los gobiernos liberales de diversos países en América y
Europa, que también los persiguieron. Asimismo los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.[1]
Los
jesuitas arribaron a la Ciudad de México el 28 de septiembre de 1572. Eran
quince y venían guiados por el Provincial Pedro Sánchez. Los había enviado San
Francisco de Borja, pero correspondió al padre Everardo Mercuriano encauzar los
trabajos de la naciente Provincia[2].
Los fundadores procedían de diversas Provincias españolas. Hacía varios años
que habían sido llevados a cabo diversos intentos desde la Nueva España para
que la Compañía evangelizara nuestro país.[3]
Diferentes circunstancias lo habían impedido. Su principal
tarea fue la atención de enfermos y la fundación de hospitales, en cuanto sanaron de las enfermedades propias de
aquellos viajes, los padres dieron comienzo a sus primeros ministerios:
confesar, predicar, servir en los hospitales, visitar a los presos, introducir
el uso de la comunión frecuente, enseñar a los negros, a los indígenas, a los
sirvientes y los niños.[4]

Ahora veamos que paso con la Modernidad e Ilustración en la Nueva
España, mmientras que la Revolución
Francesa es la esperanza de los nuevos estados, en el reino de la Nueva España
las diferencias nacionales se vuelven más evidentes; españoles americanos y
peninsulares no se ven ya tanto paisanos sino extranjeros.
“La
modernidad en el Imperio español ofrece el ejemplo máximo del Despotismo
Ilustrado: el poder absoluto del rey alcanza su máxima expresión bajo con
Carlos III a la vez que las ideas ilustradas se expanden a todos los aspectos
de la vida, ya que una buena parte de las élites burguesas de finales del siglo
XVIII era a la vez ilustrada y profundamente adicta al absolutismo. Así se
explica que los altos funcionarios en el mundo hispánico fuesen los principales
agentes, no sólo de la modernización administrativa, sino también de las nuevas
ideas.”[6]
La misma Ilustración europea que produjo tantos textos que sentaron las
bases de la ciencia moderna y la formación del estado, también se dedicó a
atacar todo lo referente al continente americano. “El patriotismo de los
criollos fue severamente ofendido y serían los jesuitas quienes, desde Italia,
lanzaron sus obras de vindicación, todas ellas con un carácter sistemático y
objetivo sumamente admirable.”[7]
“Califican a España como una extensión de África
del norte, fanática e ignorante, más afín al salvajismo del Islam que a la
Europa moderna. Mientras que Cortés era “un asesino cubierto de sangre
inocente”, un guerrero animado por la avaricia y la sed de gloria, Carlos III
significaba entonces la promesa de futuros progresos para España, pues gracias
a él se incrementó el poderío naval y el comercio oceánico mediante al atinado
decreto de 1788.”[8]
En América la Ilustración es algo más que
la introducción de nuevas lecturas: concierne a la conciencia de ser ella misma,
de su poder jurídico ante la Corona
Española, su proyección como una nación, ante los ilustrados europeos. “Los
responsables de constituir lo que se ha llamado Ilustración Americana fueron
los jesuitas novohispanos que, como buenos criollos ilustrados tradujeron el
amor a la patria perdida en magistrales obras de notable erudición destinadas a
presentar a la Nueva España como una nación por derecho propio.”[9]
¿Como surge una Ilustración americana?
privados de las fuentes necesarias para emprender el contraataque a los
Ilustrados europeos, los jesuitas mexicanos sacaron a la luz obras magistrales
de carácter histórico, jurídico, teológico y de todas las artes y ciencias que
significaron la consolidación de la inteligencia novohispana y las primeras obras
científicas hechas por mexicanos patriotas que trascendieron las límites del
virreinato.
“Dos autores de la Compañía de Jesús bastan a
considerar dentro de esta empresa: Francisco Xavier Clavijero al cual se le
debe la conformación de lo que pude considerarse como la primera Historia de
México libre de prejuicios teológicos maniqueos que resalta el pasado
prehispánico y lo incorpora a la ideología del criollismo para forjarse un
pasado glorioso y afianzar su legitimidad y Francisco Xavier Alegre el cual es
autor de una Historia de la Provincia de
la Compañía de Jesús en la Nueva España redactada prácticamente de memoria
desde el exilio y privado de sus manuscritos originales, así como del rescate
de la tradición neoclásica española en los asuntos del gobierno y la
soberanía.”[10]
La invasión francesa
a España, en 1808
produjo en el virreinato la crisis
política de 1808 en México, caracterizada
por el derrocamiento de Iturrigaray a manos de los españoles, seguido de la
captura y ejecución de políticos afines a las ideas independentistas. En lugar
de Iturrigaray fue nombrado un militar Pedro de Garibay.
En diciembre
de ese mismo año se descubrió la Conjura de Valladolid,
conspiración cuyo único fin fue crear una junta que gobernara al virreinato en
ausencia de Fernando VII, los culpables
fueron arrestados y sentenciados a muerte, pero el arzobispo virrey les perdonó
la vida condenándoles a cadena perpetua.
Cuando Andalucía cayó en manos
de los franceses, en la primavera de 1810 toda España ya estaba
en poder del ejército napoleónico. Hidalgo siguió esta orden. Mientras tanto,
en Querétaro
se gestaba una conspiración
organizada por el corregidor Miguel Domínguez
y su esposa Josefa Ortiz de
Domínguez
y en donde también participaban los militares Ignacio Allende,
Juan Aldama
y Mariano Abasolo.
Allende se encargó de convencer a Hidalgo de unirse a su movimiento, ya que el
cura de Dolores tenía amistad con personajes muy influyentes de todo el Bajío e incluso de la Nueva
España, Por estas razones se consideraba que Hidalgo podría ser un buen
dirigente del movimiento. Hidalgo aceptó, y se puso como fecha de inicio para
el movimiento el 1 de diciembre,
día de la Virgen de San Juan de los Lagos,
donde muchos españoles se reunían a comerciar en una feria cercana a Querétaro.[11]
Ahora como bien sabemos Hidalgo fue educado por la orden jesuita, ya que
el Colegio de San
Nicolás Obispo donde estudio hasta
1767, []ubicado en Valladolid, capital de la
provincia de Michoacán. había sido
fundado en 1547 por Antonio de Mendoza,
primer virrey de Nueva España,
quien entregó la universidad y el edificio donde se alojaba a los miembros de
la Compañía de Jesús,
que instituyeron cátedras de latín, derecho y estudios
sacerdotales.
En la sociedad virreinal mexicana la Compañía de Jesús en la Nueva
España desempeñaba un papel opuesto al de jesuitas europeos; ideológicamente
los jesuitas novohispanos “se inclinaron desde el siglo XVII por una tendencia
de pensamiento cristiano sincretista; y más que hacer una labor evangelizadora, se apropiaron el
pensamiento religioso indígena y establecieron aspectos paralelos entre ellos a
fin de cristianizar el paganismo.” [12]
El peso intelectual de los jesuitas en la Nueva España determinó el
despertar criollo, pues fueron maestros, voceros y a mi forma de ver la
conciencia del pueblo. “Su sincretismo también rescató el pasado indígena para
limpiarlo de la idea de barbarie que nadie había podido o querido desmentir.”[13]La
Compañía de Jesús tomo tanta influencia que un gran número de familias tenía
parientes en la orden; la educación y las ciencias corría a cargo prácticamente
de la Compañía y su expulsión fue un duro golpe a la intelectualidad, “justo
cuando se decreto se aplicó, la provincia mexicana se encontraba en un
movimiento de regeneración.”[14]
Muchos sacerdotes se habían empeñado en la
renovación de la enseñanza de la filosofía escolástica. “Postulaban la vuelta a
los textos originales de Aristóteles en combinación con la discusión de los
progresos científicos y filosóficos del siglo XVII. Sin embargo, tuvieron que
enfrentarse a las corrientes libertinas y escépticas que se manifestaban en la
ilustración europea.”[15]
La <>, dio sus más admirables frutos en el exilio jesuita, y
aquellos sacerdotes demostraron con creces que los escritos de los philosophes
europeos acerca de América carecen de toda objetividad y metodología científica
de la que en principio se jactan; las concepciones erróneas y mal intencionadas
con las que se refieren a América son abundantes pero no “…por ello representan
un obstáculo infranqueable para aquellos pensadores mexicanos que, afianzados
por el fuerte amor a la patria perdida y su genio innato a pesar de las
desgracias que su expulsión les acarreó, produjeron tan magníficas obras que
serían piedra angular para la formación de la conciencia nacional mexicana.”[16]
Los jesuitas adujeron como causa de su destierro la campaña emprendida
“por los philosophes en contra de la Iglesia católica, campaña que inspiraría
los ideales de la Revolución Francesa”[17],
aunque, en España esta interpretación es muy endeble pues la península no se
distinguía por la abundancia de librepensadores.
Así pues, la noche del 2 de abril de 1767 los funcionarios de la Corona
española recibieron la pragmática real de expulsar a la Compañía de Jesús de
España y sus dominios. El decreto se dio a conocer en la Nueva España hasta el
día 25 de junio de 1767, y con ello cerca de 2600 jesuitas fueron exiliados de
toda la América española, 678 en particular de la provincia mexicana, de los
cuales más de 500 eran criollos. La conmoción fue tal que de inmediato brotaron
motines en las principales ciudades del reino. “En Guanajuato, el visitador
José de Gálvez, quien fue el encargado de aplicar todas las reformas
modernizadoras en América, persiguió personalmente a los iniciadores del
tumulto y ordenó que fuesen decapitados y que sus cabezas se exhibieran en los
lugares públicos y cerros de la ciudad.”[18]
En México el virrey ordenó a la Inquisición expedir una condena a todo el que
escribiese en pro o en contra de la Compañía.
“Se embarcaron los jesuitas con destino a
la Península Itálica pero el Papa Clemente XIII se negó a recibirlos en los
Estados Pontificios. Esto no era sino una táctica política para que regresaran
a España, nulificar el decreto y ridiculizar la autoridad de Carlos III, pero
esto no sucedió; la voluntad del monarca se impuso y los jesuitas pudieron
llegar al fin a Génova y Córcega para repartirse después en Bolonia y Ferrara.”
[19]
La expulsión de los jesuitas marca el declive de la autoridad de la
Iglesia sobre los Estados nacionales, no me esquivaré al decir que es uno de
los primeros pasos para la revolución de la modernidad: el triunfo del poder
temporal sobre el espiritual, y ello se aprecia en la extinción de la Compañía
de Jesús.
En el Viejo Continente la actuación de esta orden se extralimitó en sus
funciones, pues se inmiscuyó en los altos asuntos del Estado, ya que no había
prácticamente monarca sin un confesor jesuita; Además, al llegar a ser los
principales confesores de la sociedad, influyeron fuertemente en la vida
política, social y económica. Paralelamente a su cercanía con el poder,
llevaron al extremo la doctrina del regicidio de Santo Tomás de Aquino a tal
grado que en Francia se les implicó en los asesinatos de los reyes Enrique III
en 1589 y Enrique IV en 1610, y en el atentado fallido contra Luis XV en 1757,
lo que finalmente llevó a su expulsión. En 1750 España y Portugal firmaron un
Tratado de límites para poner fin a las disputas entre los territorios de
Paraguay y Brasil, en el que ante las acusaciones de corrupción y haber
atentado contra su monarca, fueron expulsados de Brasil en 1754 y de Portugal
cinco años más tarde. La Compañía aún confiaba en que el Papado tenía más poder
que cualquier estado nacional, y por ello buscó su amparo. Clemente XIII emitió
en 1765 la bula Apostolicum Pascendi, donde asienta que “La Compañía de Jesús
respira el más alto grado de piedad y santidad” y que tildarla de “irreligiosa
e impía” era una grave injuria para la Iglesia. Pero, como era de esperarse
cuando el siglo de la Ilustración se encontraba en plenitud, esta defensa no
tuvo eco alguno.
Si la Compañía de Jesús era culpable en Europa de los excesos que se le
imputaban, al parecer en América su vida se desarrollaba también a favor de las
letras, las artes y las ciencias y fueron ellos los arquitectos de la
incipiente conciencia nacional entre los criollos.
En palabras de algunos de los miembros
mexicanos de la Compañía de Jesús, las impresiones de su acción en el reino y
del destierro fueron las siguientes:
“Prescindiendo de los motivos ocultos y
políticos, de que se decía movido el soberano, sus vasallos de Indias no veían
en los jesuitas, sino unos hombres observantes de su profesión, recogidos en
sus colegios, sinceros y honrados en su trato, pobres en su vestido.
Sin excepción cuidadosos del culto divino,
en el cual y en alivio de los pobres empleaban todo el sobrante de sus
colegios, a quienes el silencio, la modestia, y el decoro de sus acciones
distinguían de todos los demás: a quienes el estudio, el consejo, la devoción,
la explicación de la doctrina cristiana, las visitas de cárceles y hospitales y más que todo la educación de la juventud,
hacía ver como los más útiles y necesarios al público.
La política modernizadora de los monarcas
Borbones en el aspecto educativo parece estar encaminada a subsanar desde el
estado la pérdida de la educación dada por la Compañía de Jesús y por ello
comienza la fundación de Colegios Reales como el de Minería y la Academia de
las Nobles Artes de San Carlos; además se alentó facilita la publicación de
libros y periódicos que la Inquisición antes censuraba. El golpe de gracia fue
el documento Papal Dominus ac redemptor de Clemente XIV en que se abolía la Compañía
en el año de 1773.
Existe una tendencia a considerar la
expulsión de la Compañía de Jesús como la ruina de la Nueva España a cargo del
más déspota de los monarcas; esto es una exageración, pues como se ha visto,
“si los jesuitas se hubieran limitado a su labor pastoral, a sus colegios y
misiones y aún a una que otra polémica teológica, el decreto real resulta
inexplicable y hasta poco político”. [20]
“Las causas en su momento no fueron publicadas, pues Carlos III se
reservó “los secretos de su real dilatado pecho” y fue hasta mediados del siglo
XX que se encontró el dictamen del extrañamiento. El documento incrimina a la
Compañía de Jesús en los motines de 1766 y añade un listado de las
conspiraciones y atentados contra de otros monarcas europeos.”[21]
Concluiré diciendo que a los jesuitas vedemos más que la educación.
Debemos parte de nuestro despertar ante el imperio español y también la
conciencia de la formación de nuestra nacionalidad.
Bibliografía.
v Brading
David A, Los orígenes del nacionalismo mexicano, Era, México, 1997.
v Churruca, P.
Agustín, S.J., “Historia de la
Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús”, en Guía de Documentos del
Archivo Histórico del Arzobispado de México. Del Primer Imperio a la República
Liberal,
Arquidiócesis Primada de México, México, 2004, pp. 572.
v De
la Cruz Ibarra, José Agustín, “Surgimiento de los jesuitas” en Saber Hispánico, Universidad Autónoma De Madrid,
Octubre-Diciembre, núm.3, 1979. Madrid
v Esparza R., Juan Carlos, Los jesuitas novohispanos: Ilustración desde
el destierro. Universidad
Autónoma de Aguascalientes,
Aguascalientes, 2001.
v Guerra,
François-Xavier, Modernidad e
independencias: Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Fondo de Cultura
Económica, México, 1997.
v Villoro,
Luis, El proceso ideológico de la Revolución de
Independencia, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1983.
[1] De la
cruz Ibarra, José Agustín, “Surgimiento de los jesuitas” en Saber Hispánico, Universidad
Autónoma De Madrid, Octubre-Diciembre, núm.3, 1979 Madrid, Pág. 5
[2] P. Agustín
Churruca, S.J., “Historia de la
Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús”, en Guía de Documentos del
Archivo Histórico del Arzobispado de México. Del Primer Imperio a la República
Liberal,
Arquidiócesis Primada de México, México, 2004, páginas 52.
[3] Ibídem.
[5] Este
mapa se puede consultar en: http://www.sjmex.org/index.php?accion=20
[6]
François-Xavier Guerra, Modernidad e
independencias: Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Fondo de Cultura
Económica, México, 1997, p. 26
[7] Esparza
R., Juan Carlos, Los
jesuitas novohispanos: Ilustración desde el destierro. Universidad Autónoma de Aguascalientes, Aguascalientes, 2001.
[8]
Ibídem
[9]
Villoro, Luis, El proceso ideológico de la Revolución de
Independencia, UNAM, México, 1983, p. 145.
[12]
Esparza R. , Juan Carlos, ob. Cit
[13]
Ibídem
[16]
Esparza R. , Juan Carlos, ob. Cit
[18] ibídem
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