domingo, 4 de abril de 2010

Una visión Pop latinoamericana, Marcos López y su obra de Rodrigo Ortega-Medina


Una visión Pop latinoamericana, Marcos López y su obra
Rodrigo Ortega-Medina
FFyL-CELA
En los años sesenta aparece una serie de tendencias artísticas que, a diferencia de los de la década de 1950 no se preocupaban por los valores trascendentes del mundo sino por los acontecimientos, objetos y hechos cotidianos. “Lejos ya de las experiencias de la Segunda Guerra Mundial, el hombre de los sesenta puede mirar y tocar al mundo como cuerpo material en el cual vive. El artista se acerca a la cultura popular, a la gran ciudad y examina los objetos que le rodean, las actitudes que lo configuran y la realidad de la cual todos participan”[1].
   De esta actitud, a mediados de la década de 1950 surge en Inglaterra el llamado Pop Art, que casi de inmediato habría de diseminarse por los Estados Unidos, específicamente Nueva York, y de allí al resto del mundo incluyendo la periferia latinoamericana. El arte pop se nutrió de las imágenes del cine estadounidense de acción, de los ídolos populares, de las tiras cómicas, de los letreros de anuncios. “A su vez, devolvió al hombre cotidiano una imagen de sí mismo y de su mundo como algo que valorar”[2]. El arte pop fue una actitud que matizó la vida de una generación e incluyó  a todas las artes: fotografía, cine, teatro, danza, literatura y música, y mezcló unas con otras: la escultura con la pintura, las artes teatrales con la danza, etcétera. Además, influyó en las vestimentas y en el lenguaje. La revolución pop integró a las artes con la vida.
Junto con la consagración crítica y comercial, a principios de los sesenta están ya plenamente afirmados la nueva mirada, los temas y el lenguaje característico del Pop Art. Ya no se trata sólo del retorno del objeto, sino de un acercamiento totalmente nuevo de los artistas a la cultura de la imagen contemporánea entendida como territorio propio del arte de su tiempo. Para 1962 ya se ha escogido la serigrafía como medio para plasmar imágenes seriadas de Coca-Cola o latas de sopa Campbell, se ha descubierto el potencial artístico de la individualización y ampliación de viñetas de cómic y se aumentó la escala de los collages de finales de los cincuenta gracias a la incorporación de imágenes recortadas de las vallas publicitarias. La mirada pop no radica sólo en la iconografía comercial o mediática, sino en la reflexión plástica acerca de sus soportes y técnicas de reproducción originales.
Ante estas condiciones, queda claro que el rasgo distintivo del Pop Art es la entrada de las imágenes de la cultura popular en un trato de igual a igual en el mundo elitista del arte.
Los caminos que conducen al boom del Pop Art en la primera mitad de los años sesenta se fraguan en Londres y Nueva York. Hasta aquí es obvio que el Pop Art es un fenómeno meramente de las grandes metrópolis consumistas, pero haciendo una parada en las artes latinoamericanas veremos que no es así.
En el boletín numero 13, correspondiente a 1965, el crítico de arte José Gómez Sicre escribía, a propósito del Pop Art, “En lo que produzcan [los jóvenes], deberán revelar una capacidad para penetrar, una conciencia, un conocimiento, que disten mucho del acto simplemente imitativo, del pastiche, de la copia tentadora de soluciones externas, en la que el análisis se estrella y la tolerancia se fatiga… Un solo ejemplo puede aclararnos más este punto; el llamado `pop´ es un movimiento que se origina –y ésta es una de sus causas- como rechazo o como crítica a una sociedad industrial en la que el hombre vive sobrecogido ante el embate constante de la publicidad. Dentro de los Estados Unidos, dónde nació, el hecho, como tal, es privativo de una región, casi solo de una ciudad, Nueva York. Los productos del `pop´ extraídos de la rebelión –o si queremos, de la tácita interpretación- de los artistas neoyorkinos, corresponden a una verdad que los justifica… su motivación está explicada. Ya es legítima y puede ser absorbida por todo hombre que confronte una situación parecida a la del neoyorkino. Un artista, sin embargo, de una región rural de nuestra América, apartado de las condiciones de vida que dan razón a esta expresión plástica, está realizando un `manierismo´, está simplemente, copiando algo cuyo significado no puede entender porque no es parte de su propio vivir…”[3]. Esta advertencia resulta profética y problemática  si se reconoce la invasión de adeptos del Pop Art que se produce durante el final de la  década de 1960 en Latinoamérica, ya que planteaba que reproducir el Pop Art en América Latina seria realizar un arte de entrega basado en la copia dócil y esmerada de los borradores neoyorquinos; pero analizando con más cuidado esa misma invasión, hay que admitir la existencia de variantes del modelo norteamericano que, confundidas al principio entre una mayoría de simples copistas, va tomando carácter al llegar la década de los 70.
El Pop pintado, adoptado por los jóvenes latinoamericanos de preferencia sobre conjuntos pop de objetos, situaciones, hechos concretos, persigue el contorno neto, bien sea por el diseño, bien sea por el límite del color. “Se busca amortiguar el efecto de los grandes tamaños por la claridad, la vivacidad o la gracia de esos colores; también en este mismo sentido prestan servicio el arabesco y la recuperación de los años veinte, así como el uso de recortes de plexiglás, el empleo de acrílicos y pinturas sintéticas”[4].
Los argentinos van naturalmente a la cabeza de la adopción del Pop Art, pues a diferencia de otros países del continente, demostraron una aceptación sin igual de este fenómeno artístico. El caso argentino fue incentivado por el Instituto Di Tella, que sin lugar a dudas era el referente de  la vanguardia  plástica rioplatense.
Para finales de la década de 1960, el Pop Art dará un giro en Latinoamérica y por supuesto en Argentina, ya que los artistas más jóvenes lo utilizarán no como un medio  estético sino como un arma de denuncia política, esto se ve reflejado en este breve texto: “Estamos invadidos de un arte propio de un país superdesarrollado… de un arte que se permite el lujo de no decir nada…somos los compradores de altos precios, los vendedores a bajos precios… los imitadores mediocres… los puestos de avanzada de la metrópoli en la América pobre… Necesitamos un arte que nos sirva de arma contra la alienación… la medicina de la comunidad para la peor de las enfermedades mentales: la corrupción de la conciencia”[5]. Estas declaraciones generales, entresacadas de un texto de Clemencia Lucena, podrían perfectamente ser respaldo de quienes decidieron emplear el Pop como arma. El Pop en ese momento es visto como un repertorio de signos neoyorkinos; de ahí que la única posibilidad de traspaso sea la de ridiculizar los signos o de emplearlos para el ataque. Con esto quiero decir que los artistas más jóvenes logran apoderarse de la señal para devolverla, como un bumerán, contra quien la emitió, en este caso las grandes metrópolis desarrolladas.
Justo en este contexto surge lo que Marta Traba denomina  “nacionalización del Pop”, es decir, el Pop Art comienza a ser manejado con elementos, técnicas y procedimientos locales latinoamericanos, que dan como resultado los rostros del Che, de Martí, de  Fidel Castro inundados de color, plasmados en carteles, vallas y afiches  de la Habana y de Latinoamérica entera.
Este proceso de “nacionalización” parte, en primer término, de un grado de conciencia y conocimiento acerca del material que se está usando, que es, básicamente el cartel. Así como Hauser denomina film-age a la época que sufre el impacto y enseguida la influencia, del cinematógrafo, nosotros podríamos llamar poster-age a la década del 60, puesto que la visión totalizadora e inmediata que supone el cartel, su tamaño, su posición, su simplicidad, su espectacularidad, representan, realmente, una nueva visión[6].
Todos los elementos del cartel convergen sobre la necesidad de “mostrar” y el general desapego por “decir”. La pintura o el objeto derivado del cartel reciben, lógicamente, la misma orden de mostrar de un modo rápido, episódico y perecedero; de tal manera, la obra de arte pasa a ser un apéndice de la sociedad de consumo, una infraestructura carente explícitamente de significados para poder ser absorbida sin problemas.
Lo que se muestra responde a recursos que constituyen en su conjunto un nuevo código visual, a saber: “planismo; se trabaja mediante zonas planas de color unido; frontalismo: la solución de la obra aparece siempre en primer plano, tratándose de pintura, o en planos netos, claramente discernibles, cuando se trata de objetos. La dialéctica del espacio, los conflictos de la inclusión del tiempo, la necesidad de que cada visión artística, individualmente considerada, llegue a formular su propio sistema expresivo, desaparecen”[7].
La cultura Pop latinoamericana imponía su propio lenguaje y aparentemente su propia estética. Pero estas formas no distaban mucho del original, ya que lo Pop norteamericano y lo Pop latinoamericano seguían compartiendo algunas categorías estéticas, entre las que destacaron el Camp y el Kitsch.
Camp es una palabra de origen australiano que significa salón o taberna deteriorada. Fue difundido con el significado de afición a lo artificioso y exagerado, y hace referencia al gusto estético basado esencialmente en un entorno nostálgico a formas plásticas, consideradas anteriormente pasadas de moda. El Camp es amanerado y equívoco, extravagante y desmesurado. A la sensibilidad camp le gustan las ruinas artificiales y las porcelanas chinas. Se puede considerar Camp al Arte Nouveau, la pintura prerrafaelista, las postales de los años veinte o la exageración femenina y masculina de los personajes. En el límite de Camp descubrimos que algo es bueno porque es horrible[8].
Kitsch es un concepto artístico que se suele definirse como mal gusto. Es la falta de criterio que lleva a un determinado público a imitar en arte aquello que cree modélico y que, habitualmente, pertenece a un pasado al que se echa de menos, generalmente el arte burgués de finales del siglo XIX. Ejemplos de Kitsch pueden ser la típica bola de vidrio con una torre Eiffel en su interior y un paisaje nevado, el papel tapiz  que imita las estrías de la madera, las flores de plástico o Disneylandia[9].
Ante este panorama plástico latinoamericano, lleno de categorías estéticas que problematizan lo estético mismo y de nacionalizaciones artísticas surge, Marcos López, fotógrafo y artista plástico argentino que  revoluciona la escena fotográfica latinoamericana a partir de su trabajo original e innovador que desdibuja los límites entre la fotografía convencional y la plástica latinoamericana, creando verdaderas ilusiones de realidad o “collages de realidad”, según afirma el mismo artista.
Y digo que Marcos López revoluciona la escena fotográfica latinoamericana, porque la primera vez que se incluyeron algunas de sus fotografías en una muestra colectiva en Madrid, los críticos franceses y alemanes torcieron el gesto ante su escasa corrección política y la estridencia de sus "puestas en escena". Esto no afectó en nada su obra, ya que esto significaba la confirmación de que sus imágenes "funcionaban" y desenmascaraban con sutil inteligencia las expectativas de exotismo que Europa conserva sobre Latinoamérica.
Marcos López no utiliza una estrategia alternativa basada en la diligencia, protegida y avalada por la superficialidad de las "nuevas tendencias" la cual le habría catapultado, ya hace tiempo, al Olimpo del mercado del arte en apacible y divertida sintonía con Vik Muniz. Pero, si esto hubiera pasado, habría tenido que eliminar el aroma provinciano, desconfiado y poco conciliador que los nacidos en pequeñas ciudades despliegan ante la soberbia de las grandes metrópolis (Marcos creció en Santa Fe y hubo de hacerse un sitio entre los porteños).
Por lo tanto  lo popular-provinciano hace que Marcos López capte sus fotografías en la amplia Argentina y en la gran extensión geográfica latinoamericana. Fotos coloreadas a mano explosivamente. Todo en sus imágenes reluce en colores brillantes (tipo technicolor) para comentar nuestras vidas. En su repertorio, las imágenes son siempre reales, pero con su correspondiente tensión entre retratos domésticos y figuras emblemáticas. En ellas, él color viste y señala el estereotipo, hasta convertir la fotografía en algo artificial y mentiroso; hasta hacer evidente el valor de engaño que siempre define la fotografía en su relación con la "realidad". Alguna vista pueblerina, alguna calle de Buenos Aires, algunos retratos, algunas piernas musculosas y su correspondiente bulto, algún taxista cubano acodado sobre su carro, una botella de Inka Kola, algunos hinchas de Boca: todo un repertorio de quien viaja con su cámara.
Lo Kitsch, lo popular, lo grotesco se combinan con los primeros planos,  la gran angular y el color brillante: fotografías que se mueven entre la publicidad y el comic, entre la imagen televisiva de los noventa y el cine de “maricas", como el de Pedro Almodóvar, pero actualizando “la contundencia visual de los murales de Diego Rivera”[10],  como declara el propio López.
Ante las citadas generalidades de su obra y de su carácter, me gustaría hablar acerca del conjunto de su serie Pop Latino y sus posteriores trabajos, siempre circunscritos a su personal cosmovisión latina, en donde no sólo propone la sustitución de una iconografía ajena por la mestiza que se ha ido generando de forma paulatina (de nuevo aparece el concepto de Traba, en tanto nacionalizarlo Pop), también la inscribe como un autor genuina y voluntariamente latinoamericano en unos años en los que la gran mayoría de los allí nacidos pretenden precisamente desvincularse de ese término.
En torno a estas manifestaciones de los comentarios críticos sobre su trabajo, coinciden en subrayar el sarcasmo, la estridencia o el histrionismo como elementos descollantes de su personal gramática e incluso el posmodernismo suele ser un lugar común cuando el análisis se aventura por la contextualización dentro del panorama artístico. Las conexiones de su obra con la realidad cultural, económica o política estimulan todo tipo de reflexiones, pero el mas enriquecedor "soporte teórico" de su trabajo no proviene de ninguno de los numerosos ensayos que sobre su obra se han escrito. Los textos definitivos para aproximarse al autor y cerciorarse de la honestidad de su trabajo son los que él mismo ha publicado en forma de manifiesto, de artículos para prensa o en forma epistolar. En ellos están las claves de quién es, de sus pasiones y sus odios, pero sobre todo de la convivencia con las contradicciones. Son una suerte de autorretrato sin concesiones pseudointelectuales: frases cortas, levemente más hiladas que su verbo, aparentemente inconexas pero demoledoras. Podría decirse que cada una de sus frases es una imagen. Para esto quisiera citarlo “internalizar la mística y los ideales del muralismo mexicano para luego hacer `switch´ y traspasarlos a los códigos actuales de comunicación de esta insensata aldea global: Armani-Dolce Gabbana-misiles a Belgrado-realidad virtual”[11]. Y estas posiciones personales -sus posicionamientos, dirían los críticos del arte contemporáneo- son siempre incómodos y refuerzan su condición de lo que podríamos llamar “cuchillito de palo”, aun a pesar de su voluntad de no enfrentarse permanentemente con el mundo.
Pero, existe algo en Marcos López que lo hace singular, y eso es sin duda su gran genio. Genio que lo ha llevado a colocar su obra  de manera permanente en el Museo Reina Sofía (España). Aquel museo español resguarda la obra maestra de López, en donde indudablemente vemos sintetizado todo lo que hasta ahora hemos citado, no solo de sus creaciones sino también de todo el proceso artístico en torno al Pop Art Latinoamericano.
A la obra a la que  me refiero es: Asado en Mendioloza (2001) bajo estas circunstancias, y sin el ánimo de exageración, es el icono más representativo de la identidad social latinoamericana. En mi opinión, después del Che de Korda, ninguna otra imagen ha podido sublimar con mayor inteligencia y nitidez el final de siglo en su país y por extensión en el continente. En la foto de Korda el protagonista es un hombre público idealizado y elevado a la categoría de héroe en connivencia con los poderes públicos. En el remedo de la Ultima Cena de Marcos López, los protagonistas son amigos, en su mayoría artistas plásticos de Córdoba y su indumentaria ha perdido el color verde oliva de los revolucionarios; los artistas llevan la camiseta de los nuevos héroes, los futbolistas. Que son más banales pero también son más humanos[12]. Esta obra es capaz además de servir de referente, para, a través de ella, contemplar las mutaciones formales y conceptuales que se han producido en el Pop Art latinoamericano, bajo el andamiaje  de categorías tales como Kitsch o Camp o bajo la formas estilísticas propuestas por el pop, en torno a los primeros planos e intensidad de los colores y el juego  entre las artes. Ante esto, Marcos López destaca como artista Pop, porque son pocos, muy pocos los que disponen de un universo tan propio, tan reconocible y tan incisivo como el del propio López. Ante esto solo basta decir… Señoras, señores: la escenificación del Pop latinoamericano ha concluido con una sencilla posdata: “el arte no está ya frente a nosotros, nosotros estamos en él”.


Castellote, Alejandro. Catalogo de la galería KBK, México, 2004.
Gómez, Sicre, Jóse. Boletín de artes visuales. [División de artes, unión panamericana] n° 13, 1965.
Hauser, Arnold. Historia social de la literatura y el arte. Debolsillo, México, 2007.
Honnef, Klaus. Pop Art. Taschen, Barcelona, 2006.
Juanes, Jorge. Pop Art y sociedad del espectáculo. UNAM/ENAP, México, 2008.
Lucena, Clemencia. II Bienal de Arte Coltejer Medellín, Editorial Colonia Medellín, 1971.
Pop Art, Ediciones Polígrafa, Barcelona, 1998.
Rafols, J. Historia del arte. Óptima, Barcelona, 2002.
Sigal, Silvia. Historia de la cultura y del arte. Alhambra, 1996, México.
Traba, Marta. Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas. Siglo XXI, México, 2005.



[1] Sigal, Silvia. Historia de la cultura y del arte. Alhambra, México, 1996. P. 238.
[2] Ibíd., p. 239.
[3] Gomez Sicre, José. “Al lector” en  Boletín de artes visuales [división de artes visuales, unión panamericana], n°13, 1965. Pp. 2-3.
[4] Traba, Marta. Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas. Siglo Veintiuno, México, 2005. p. 215
[5] Lucena, Clemencia. II Bienal de arte coltejer Medellín. Editorial colina, Medellín, 1971. s.p.
[6] Hauser, Arnold. Historia social de la literatura y el arte.  Vol. II. Debolsillo, México, 2007. p. 214-220
[7] Traba, Marta. Op.cit. p. 215.
[8] Rafols, J. Historia del arte. Óptima, Barcelona, 2002. p. 565
[9] Ibíd., p. 565
[10] López, Marcos. Manifiesto de Caracas. 1998. [publicación en línea] disponible en: http://www.marcoslopez.com/marcostextos.htm 08-marzo-2010.
[11] López, Marcos. Op.cit.
[12] Castellote, Alejandro. Perdonen el resentimiento. Cátalogo de la galería KBK, México, 2004. s.p.

Visión del arte barroco bajo la lupa del neobarroco latinoamericano en la literatura cubana: Ideas, problemas y resistencia. de Arreola Ponce Eder Ignacio


Visión del  arte barroco bajo la lupa del neobarroco latinoamericano en la literatura cubana: Ideas, problemas y resistencia.

Arreola Ponce Eder Ignacio
Universidad Nacional Autónoma de México.
“… El Barroco representa, por su propagación y por su irradiación a otros países, uno de los momentos más trascendentales en la historia de las artes...”

Ángel Valbuena Briones

Introducción y Objetivos:


El arte ha sido a lo largo del tiempo, uno de las principales formas de expresión de las ideas humanas. En él se han reconocido movimientos ideológicos que han cambiado el rumbo de la historia misma. Bajo este concepto, pretendo hacer un acercamiento a lo que significa para tres especialistas latinoamericanos la expresión artística Barroca, éstos son Lezama Lima, Alejo Carpentier y Severo Sarduy.
Trataré de explicar  la forma en la que nos concebimos e identificamos  bajo los lineamientos estéticos de dicha corriente, considerada por algunos como una de las primeras manifestaciones de un arte hecho en nuestro continente.
En este trabajo la intención central será la de explicar la composición del arte barroco de éste lado del atlántico, la forma en cómo fue proyectado el arte  desde América hacia  los ojos del mundo.

Motivado por lo que escribe  Ángel Valbuena Briones pretendo  reconocer los factores que hacen única ésta forma de expresión, porque citando a Valbuena: “este estilo, (el barroco) que tuvo como sello caracterizante la voluntad de crear hacia el infinito, tuvo tres focos luminosos en las cortes de Madrid, México y Lima. Así la 'cosmovisión' barroca quedó establecida en las dos riberas del Atlántico, lo que da la pauta y perspectiva necesarias para poder entender por qué este arte es primordialmente  hispánico…1”,


I.                   Lezama Lima: composición  y elementos del arte americano.

Para poder hacer esta investigación, me ví en la necesidad de  tomar ideas del movimiento llamado “Neobarroco”, con la exposición de Lezama Lima, su visión desde un punto de vista estético, de arte, donde identifica  los elementos que enriquecen nuestra forma de entregarle al mundo nuestra “versión” de algo  propiamente europeo.

Pero antes de iniciar, me gustaría explicar ¿Qué se entiende como Neobarroco?, pues en términos prácticos, ésta es una corriente de reivindicación del barroco, época de gran interés para muchos intelectuales, debido a su repercusión cultural y social en América y a la necesidad de crear una ruptura con el barroco europeo. Citando a Irlemar Chiampi, las interpretaciones que hoy reivindican el Barroco en el ámbito europeo se expresan así:
“…pueden, sucintamente, remitirnos a dos posturas ante la modernidad y  a la postmodernidad. La primera consiste en reciclar el Barroco —vale decir: sus rasgos formales— para retomar el potencial de renovación y experimentación de las formas artísticas, una vez decretado el ocaso de las vanguardias. Ya para los que ven el espectáculo lúdicro de las formas barrocas como signo de una alteridad (re)emergente ante el colapso de los pensamientos del progreso y los finalismos de la Historia, esos reciclajes son nada más y nada menos que el síntoma de cierto pesimismo que caracteriza la era del “fin de las utopías» en este fin de siglo y de milenio.”2
El autor reconoce que el término de “neobarroco” ha sido usado frecuentemente para referirse a los ejercicios verbales de notables autores latinoamericanos como Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Severo Sarduy, entre otros. El neobarroco sería, así, una prolongación del arte y las literaturas modernas, una etapa crítica de la modernidad estética, porque según el autor,  tal vez nos encontramos frente a un nuevo avatar en la tradición de la ruptura. Porque como bien ya lo escribía, entre los años 1920 y 1950 un grupo de escritores latinoamericanos tuvo como principal preocupación descubrir y consolidar el lugar de América en la historia, su posición como modelo cultural y su identidad.

2 Irlemar Chiampi Cortez, La literatura neobarroca ante la crisis de lo moderno en  Criterios, La Habana, nº 32, 1994, pp. 171-183
Para comenzar con esta serie de ideas retomaré  a el gran poeta e importante critico de arte, Lezama Lima, “el más barroco entre los neobarrocos”3  quien aportó a esta inquietud del Neobarroco sus ideas sobre la cultura americana a través de toda su obra ensayística, especialmente en el ciclo de conferencias dictadas en  1957 en el Instituto Nacional de la Cultura en La Habana y recopiladas en La expresión americana, en especifico su ensayo  titulado "La curiosidad barroca". En este ensayo, nos encontramos frente a lo que Soraya Saba llama “una gran celebración del barroco latinoamericano”,4 distinguido precisamente por su diversidad cultural. Para Lezama Lima la configuración del Barroco  americano es producto de la transculturación, fundada en la fusión de las razas y las culturas, ya que considera entonces inaceptable el euro centrismo y el complejo de inferioridad por parte de los americanos ante la cultura de occidente.
Al situar el comienzo de nuestra cultura americana en el siglo XVII, 5 Lezama enfrenta las principales teorías historiográficas nacionalistas que fijaban en el Romanticismo, con la independencia del dominio español y portugués, nuestro nacimiento literario y artístico. Es importante destacar que  en "La curiosidad barroca" Lezama muestra que en América no había una unidad cultural, sino más bien una diversidad. Él propone incluso, con un americanismo un tanto exaltado, que el verdadero Barroco se realiza en la plenitud del Nuevo Mundo. Su argumentación se justifica con el sentido revolucionario que él atribuye a la estética barroca: la de una política de Contraconquista”6
3 Según Raúl Romero clasificar a Lezama como el más barroco de los barrocos del siglo XX responde a una interpretación cada día mas generalizada en la crítica iberoamericana: la vinculación entre narrativa y poesía americana y el arte barroco, no solo parte de la crítica sino que los propios artistas han reafirmado esta aseveración..en Raúl Romero Barroco y Neobarroco.  Naturaleza, apoteosis, dificultad, oscuridad. Babab, no. 22 noviembre 2003.
4La expresión americana: americanismo, transculturación y Barroco en el proyecto cultural de José Lezama Lima de Soraya Saba , en Torre de papel publicado en v.9 #2 -verano de 1999Dpto. de Español y Portugués de la Universidad de Iowa
5 Nuestro comienzo cultural estaría marcado por el proceso de ruptura y de unificación que define el arte de la contraconquista de los mestizos barrocos. Éstos son representados en el ensayo por dos figuras  paradigmáticas: el indio quechua Kondori y el mestizo brasileño Aleijadinho, ambos constructores y artesanos. La síntesis artística y cultural se completa en el campo de las letras con Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora
6 Lezama Lima comienza por ironizar la crítica europea de los años cincuenta sobre el Barroco, ya que  se apropia del conocido título de Weisbach, “El barroco: arte de la Contrarreforma”, para exponer su tesis de la "contraconquista". Con este término quiere mostrar que el Barroco americano, en lugar de dejarse influenciar por el espíritu conservador de la Contrarreforma, invirtió el signo y le ha dado un impulso rebelde y una proyección renovada.
De esta forma él expresa así la rebelión implícita de las formas barrocas, motivadas por la condición del colonizado, entendiendo que la contraconquista no es solamente una manera de apropiarse de la estética  barroca del colonizador, sino que también permite que en  las formas artísticas exista  la posibilidad de expresar las ideas rebeldes.7
Lezama  concluye que lo que distingue a la cultura de América Latina y a la de Europa es su proceso histórico y su componente racial. La cultura americana sería el producto de las síntesis "hispanoindígena" y la "hispanoafricana. 8
Al valorizar el Barroco hispanoamericano, Lezama destaca el periodo en que la mezcla y asimilación de razas y culturas a través del paisaje dio origen a una identidad y cultura propias. El poeta cubano intenta desmantelar la noción común aceptada por el hispanismo que quería ver en el Barroco americano un estilo que no era más que una forma europea enriquecida por la mezcla de razas.
 Por el contrario, para Lezama mientras el Barroco europeo era un juego de formas inertes, el nacido en suelo americano había dado origen a una cultura original, de esta forma es posible entender que mientras el barroco europeo se caracteriza por su "acumulación sin tensión" el barroco iberoamericano significa lo opuesto. Para Lezama el barroco no es un arte que se limita a la pura expresión formal, sino que posee un significado profundo. El barroco americano como estilo, abarca todas las formas imaginables de vida, desde el lenguaje hasta la comida, desde el vestuario hasta el sexo, es lo que se puede denominar como el barroco lezamiano

7 Pero si algo pude comprender es que hasta cierto punto la posición crítica de Lezama es un tanto ambivalente, y me explico,  por un lado, ubica al continente americano dentro de la gran tradición narrativa de occidente y, por otro, destaca la diferencia y la desconexión con Europa.  Y es que con frecuencia observamos en este ensayo que adopta el discurso europeo en su política de no rechazar y de valorizar los esquemas y paradigmas culturales europeos. Sin embargo, cuando en el texto de Lezama tratamos de separar el Barroco latinoamericano del europeo-español no logramos encontrar una verdadera divergencia entre uno y otro. Pareciera ser que al escritor no le interesa dejar clara la diferencia entre ambos, sino que más bien define el Barroco americano en términos de sus encrucijadas culturales.
8 Este multiculturalismo es esencial en la conformación y carácter rebelde del barroco americano, pues armonizaba perfectamente con el discurso transcultural de los años cincuenta. Esta idea también fue apoyada por Alejo Carpentier quien considera que la cultura barroca americana es de un estilo amorfo por la simbiosis y mestizaje que le caracteriza
II.                 Alejo Carpentier: simbiosis e identidad.

“Es decir, es un arte en movimiento, un arte de pulsión, un arte que va de un centro hacia fuera y va rompiendo, en cierto modo, sus propios márgenes […] Nos encontramos que en todos los tiempos el barroco ha florecido,  bien esporádicamente, bien como característica de una cultura […] ¿Y por qué es América Latina la tierra de elección del barroco? Porque toda simbiosis, todo mestizaje, engendra un barroquismo.”9
Andrés Kozel
                                                                                                            

Al inicio del trabajo titulado  Lo real y lo real maravilloso, Alejo Carpentier se apoya en las ideas de Eugenio D'Ors 10 sobre estilo histórico y espíritu barroco para concebir el barroco como una constante universal, un espíritu y no un estilo.
El barroco, explica Carpentier11, es un estilo caracterizado por “la profusión de volutas, roleos y adornos en que predomina la línea curva”12.
9 cita del texto del Dr. Andrés Kozel, titulado: Barroco americano y crítica de la modernidad burguesa en http://ru.ffyl.unam.mx:8080/jspui/bitstream/10391/592/1/17_kozel.pdf
10 Lo barroco, de Eugenio D’Ors, recoge su propuesta de reemplazar la noción de  “el Barroco” como categoría puramente histórica y restringida al ámbito de las artes plásticas, por la de “lo barroco “ , entendida como categoría filosófica, como ' constante histórica ' , contrapuesta a ' lo clásico .Lo barroco  debe ser entendido como expresión de una cierta actitud del hombre ante la vida, que cabe reconocer en múltiples manifestaciones del espíritu, en cualquier etapa de la historia de la humanidad. D’Ors sostiene que este término “designa aquella actitud del espíritu que obedece al ciego impulso espontáneo de la naturaleza. Y el autor, aunque propugna la primacía de  lo clásico  en cuanto expresión más plena del ser del hombre, no puede dejar de sentir la fascinación de  lo barroco, de esos juegos entre la sensibilidad y la inteligencia, en los que esta última debe salir victoriosa”. En Márquez Rodríguez, Alexis, Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, Tercer mundo editores, España, 1 ed. Pág. 587
11 Márquez Rodríguez cuenta una anécdota en su texto  titulado Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier,  y explica que para  un examen  universitario de la época sobre lo barroco, algún sujeto, lo definió como "simple estilo de casas construidas con barro". Acción que enfado a Carpentier quien consideraba al barroco como algo más que un estilo,” y es que en su texto, el barroco es “una pulsión creadora recurrente a lo largo de la historia y a lo ancho de la geografía; así serían barroco Rabelais y los templos de la India”.  En Márquez Rodríguez, Alexis, Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, Tercer mundo editores, España, 1 ed. Pág. 587.
12 Carpentier, Alejo. Ensayos. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987
El postulado esencial de la teoría de Carpentier es "América, continente de simbiosis, de mutaciones, vibraciones, y mestizaje, fue barroca desde siempre"13 y cita como ejemplo a el Popol Vuh y el Chilam Balam, además de las esculturas aztecas. Este elemento también se encuentra en su ensayo de Tientos y Diferencias, asegura que la raíz barroca se debe encontrar en el espacio americano y no en la estética del siglo XVII.:
Nuestro arte fue siempre barroco: desde la espléndida escultura pre-Colombina y el de los Códices, hasta la mejor novelística actual, pasándose por las catedrales y monasterios coloniales de nuestro continente. Hasta el amor físico se hace barroco en la encrespada obscenidad del "guaco peruano"   y continua diciendo que, “el plateresco entra en América y encuentra una mano de obra india que, de por sí, con su espíritu barroco, añade el barroquismo de sus materiales, de su invención, de los motivos zoológicos, vegetales y florales del nuevo mundo”. 14
Esto se resume el momento en que Carpentier se pregunta el por qué es América Latina la tierra de elección del barroco y es que reflexiona diciendo que “[...] porque toda simbiosis, todo mestizaje engendra un barroquismo. El espíritu criollo es de por sí un espíritu barroco. El barroquismo americano se crece con la criollidad, con la conciencia que cobra el hombre americano, sea hijo de indio nacido en el continente."15
Esta relación conceptual define, según Carpentier, la originalidad de América, la diferencia de americana tan ansiada y tan necesaria para encontrar el asidero identitario como proyecto moderno. Así lo expresa Carpentier sobre la identidad de América:
“Historia distinta, desde un principio, puesto que este suelo americano fue teatro del mas sensacional encuentro étnico que registran los anales de nuestro planeta. Encuentro del indio, del negro, y de europeo de tez más o menos clara, destinados, en adelante, a mezclarse, entremezclarse, establecer simbiosis de culturas, de creencias, de artes populares, el más tremendo mestizaje  que haya podido contemplarse nunca”.16
13 Carpentier, Alejo, Tientos y Diferencias, UNAM. México, 1966, Pág. 110.
14 ibídem
15 Márquez Rodríguez, Alexis, Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, Tercer mundo editores, España, 1 ed. Pág. 587
16 Carpentier, Alejo, La novela latinoamericana  en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos, Madrid, Siglo XXI, 1981, 2ª edición, pág. 81 en http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/666/66671310.pdf
III.               Severo Sarduy: barroco, formas y  crítica.
Sarduy construyó un discurso teórico, donde la reflexión semiótica y culturológica se mantiene en primer plano por encima de la vivencia del poeta o el entusiasmo del narrador. Como Lezama, y más aún como Carpentier, Sarduy asume el artificio barroco como inseparable de la lengua literaria en español y es que explica que  “He tratado de significar este universo con el mínimo de elementos: un vocabulario reducido, repetitivo, vaciado. El barroco es la tendencia natural del español. Vaciar la frase es postular, otra vez, la literatura como artificio”.17
Luis Álvarez Álvarez, explica en su  articulo sobre el autor, titulado Severo Sarduy y el neobarroco, que  el autor consideraba que hablar del barroco latinoamericano, es hablar desde una mirada “esencialmente culturológica en un sentido amplio que valora profundamente la interrelación entre el Barroco histórico y el desarrollo cosmológico de la época”.18
Si el cubano, como Carpentier, comprende que el Barroco se relaciona intensamente con una concepción del espacio, también percibe con nitidez que el Barroco, en tanto arte, no es la única reflexión humana que, en los siglos XVI y XVII, se concentra en este tema.
Su visión de la perspectiva barroca tiene una doble dimensión, a la vez culturológica y noética. Sarduy suscribe igualmente la vocación barroca y neobarroca de la América hispánica; de modo semejante, las transculturaciones del continente también son consideradas terreno fecundante para la aventura barroca de la cultura hispanoamericana. Porque en su  texto titulado El barroco y el neobarroco, explica que su intención es “calar muy hondo, tanto por su interés obsesivo en explicar la curiosidad barroca que Lezama había vivenciado poéticamente, como por su valoración de una serie de teorías que a fines del siglo XX, adquieren gran prestigio y por su reflexión sobre la cultura.”19
17 Severo Sarduy: “El barroco y el neobarroco”, en: Obra completa, ed. cit., pp. 1395-1396
19 Severo Sarduy: “El barroco y el neobarroco”, en: Obra completa, ed. cit., pp. 1395-1396
Porque  si algo me ha gustado de Sarduy es que de cierta forma no se detiene  sólo en el tema del mestizaje, sino que se proyecta hacia un aspecto más  cultural que Carpentier ya había escrito, ya que explicaba que la profunda transculturación hispanoamericana ha conducido a una carnavalización intensa, donde continúan apareciendo inversiones de valores culturales, aprovechadas en la maquinaria cultural del continente. Para él, en nuestra América se construye un ámbito destinado a una multiplicidad de dialogismos (lingüísticos, míticos, rituales, arquitectónicos, culinarios, etcétera.
Él se auto coloca muy cerca del puente conector entre la reflexión hispanoamericana y la euro-americana,  ya que anticipa que su pensamiento sobre el Barroco histórico se proyecta inconscientemente a preparar el camino al debate sobre la posmodernidad.
Como bien lo explica el autor Irlemar Chiampi: “Artificio y metalenguaje, enunciación paródica y auto-paródica, hipérbole de su propia estructuración, apoteosis de la forma e irrisión de ella, la propuesta de Sarduy ,selecciona entre los rasgos que marcaron el barroco histórico los que permiten deducir una perspectiva crítica de lo moderno” 20.
Esto debido a que Sarduy insiste en la relación entre Hispanoamérica y el Barroco, puesto que adelanta una explicación asentada en su propósito culturológico y, al hacerlo, subraya la interrelación entre el exceso y el vacío, la agresión continua al lenguaje y la ambición de establecer una gramática:
El barroco, sobreabundancia, cornucopia rebosante, prodigalidad y derroche, de allí la resistencia moral que ha suscitado en ciertas culturas de la economía y la mesura, como la francesa, irrisión de toda funcionalidad, de toda sobriedad, es también la solución a esa saturación verbal, al trop plein de la palabra, a la abundancia de lo nombrante con relación a lo nombrado, a lo enumerable, al desbordamiento de las palabras sobre las cosas”.21

20 Chiampi Cortez, Irlemar. Barroco y Neobarroco. Fondo de Cultura Económica, México, 1999
21 Irlemar Chiampi: “La literatura neobarroca ante la crisis de lo moderno”, en: Criterios. Revista de Teoría de la Literatura y las Artes, Estética y Culturología, La Habana, número 32, cuarta época, julio-diciembre de 1994, Pág.

IV.                     Reflexiones finales
Creo que he expuesto las ideas principales de los autores que me han interesado y que me ayudaron a armar este trabajo,  una de las  frases que me gusta para cerrar esta investigación es la que enuncia Chiampi, que dice que “ mediante las revisiones, las relecturas y, sobre todo, las reivindicaciones del barroco han propiciado, en las últimas décadas, la aparición de varios puntos de vista para reconsiderar la crisis de la modernidad, así como para prestar apoyos técnicos para investigar el fenómeno del postmodernismo”22
Desde luego, la intensificación del interés por el Barroco desde los años 70, coincide con el gran debate sobre la postmodernidad. Así, el reconocimiento de que el Barroco puede insertarse en la fase terminal o de crisis de la modernidad como una especie de encrucijada de nuevos significados, favorece el presentimiento de un nuevo arte en el sistema cultural que se instala en la tercera revolución tecnológica y los efectos del capitalismo avanzado de la era postindustrial.
Si bien Carpentier, al inicio de los años 60, asoció el barroquismo verbal de sus novelas a una interpretación del continente americano como mundo de “lo real maravilloso”, o desde que se difundieron los conceptos poéticos de Lezama Lima, arraigados su “Curiosidad barroca”, en una reflexión radical, atribuía el origen del devenir mestizo y la razón de la continuidad de la cultura latinoamericana.
Ha sido Severo Sarduy el escritor que pudo recoger esa tradición reivindicatoria de los maestros cubanos y desarrollar su propia teorización en el marco de los cambios culturales de los años 60, o sea, cuando la crisis de lo moderno comienza a desalojar el discurso intimidatorio de la razón. Y concluyo con una cita de Severo Sarduy, que dice que  “el barroco actual, el neobarroco, refleja estructuralmente la in-armonía, la ruptura de la homogeneidad, del logos en tanto absoluto, la carencia que constituye nuestro fundamento epistémico. Neobarroco del desequilibrio, reflejo estructural de un deseo que no puede alcanzar su objeto, deseo para el cual el logos no ha organizado más que una pantalla que
22 Irlemar Chiampi: “La literatura neobarroca ante la crisis de lo moderno”, en: Criterios. Revista de Teoría de la Literatura y las Artes, Estética y Culturología, La Habana, número 32, cuarta época, julio-diciembre de 1994, Pág. 19
 esconde la carencia (...) Neobarroco: reflejo necesariamente pulverizado de un saber que sabe ya que no está apaciblemente cerrado sobre sí mismo. Arte del destronamiento y la discusión”  22
Como cierre de esta investigación me gustaría compartir la frase de Samuel Arriarán que dice:
“La América hispánica es la tierra de todos los sincretismos, el “continente de lo híbrido y de lo improvisado”. Hay que aclarar que en esta reinterpretación histórica no hay nada de burla o desprecio. Al contrario, se trata más bien de revalorar proyectos con los cuales  afrontar mejor los problemas del mundo actual que hoy nos están llevando a la catástrofe  de todo el planeta o a una especie de barbarie generalizada.”23
















22 Chiampi Cortez, Irlemar. Barroco y Neobarroco. Fondo de Cultura Económica, México, 1999
23  Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco, México, Era / UNAM, 1998, p. 16. Echeverría
toma la cita de la obra de Sarduy titulada Barroco. cita del texto del Dr. Andrés Kozel, titulado: Barroco americano y crítica de la modernidad burguesa  en  http://ru.ffyl.unam.mx:8080/jspui/bitstream/10391/592/1/17_kozel.pd
Bibliografía:
  • La expresión americana, (1ª ed. La Habana, 1957) en José Lezama Lima, Obras completas, t. II. México, Aguilar, 1977. Pág. 302 333


  • Carpentier, Alejo. Ensayos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1987


  • Carpentier, Alejo, Tientos y Diferencias, México, UNAM, 1966, Pág. 110


  • Chiampi Cortez, Irlemar. Barroco y Neobarroco, México, Fondo de Cultura Económica,  1999

  • Irlemar Champi: “La literatura neobarroca ante la crisis de lo moderno”, en: Criterios. Revista de Teoría de la Literatura y las Artes, Estética y Culturología, La Habana, número 32, cuarta época, julio-diciembre de 1994, Pág. 17

  • Raúl Romero Barroco y Neobarroco.  Naturaleza, apoteosis, dificultad, oscuridad. Babab, no. 22 noviembre 2003

  • Soraya Saba, La expresión americana: americanismo, transculturación y Barroco en el proyecto cultural de José Lezama Lima, en Torre de papel publicado en v.9 #2 -verano de 1999Dpto. de Español y Portugués de la Universidad de Iowa

  • Márquez Rodríguez, Alexis, Lo barroco y lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier, España, Tercer mundo editores , 1 ed. Pág. 58

  • Severo Sarduy: “El barroco y el neobarroco”, en: Obra completa, ed. cit., pp. 1395-1396

Páginas Web:
·         http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/15/TH_15_123_243_0.pdf consultada el  8 febrero 2010